Preservar el espíritu de lucha del 18 de Octubre,
Chileno
Han de ser apoyados no en tanto independientes sino que a aquellos que proclamen la lucha contra el Acuerdo por la Paz, la libertad de los presos políticos y el juicio y castigo a Piñera y a todo su gobierno asesino.
15/05/2021
por
Gustavo Burgos
El día de hoy iniciamos un
proceso electoral que culminará en noviembre con las presidenciales y
parlamentarias.
Un proceso en el que los
trabajadores y el pueblo tienen puestas unas limitadas expectativas de expresar
su descontento y acabar con la Constitución de Pinochet.
Sabemos que la Convención Constitucional ha
sido preparada desde el poder, de forma de garantizar que la
misma sea controlada por los partidos del parlamento y el arco político
del Acuerdo por la Paz, el acuerdo
que salvó a Piñera, que legitimó la
represión y el encarcelamiento de miles de luchadores en las mazmorras del
régimen.
Por lo mismo la participación del
proceso electoral estando condicionada por las expectativas populares en el
proceso, debe estar determinada por la necesaria afirmación de la independencia de clase, del llamado a la
movilización de los trabajadores y de la ruptura institucional en términos de
revolución, de gobierno del trabajadores.
Mientras se escriben estas líneas Pamela Jiles —con
su estilo estentóreo— aprovechó la presencia de la prensa que la acompañó a
votar para desafiar a Piñera, denostarlo y denunciarlo como un
asesino al igual que Pinochet.
Además proclamó la necesidad de que los
independientes defenestren a los partidos del régimen y les cierren el paso de
la Convención Constitucional.
Sabemos que cuando ella habla lo hace con la
demagogia de quien está calculando una operación comunicacional y de su efecto
en la arena electoral.
Sin embargo, resulta indudable que su alocución no
sólo interpreta el sentimiento popular, sino que ocupa el espacio de
enfrentamiento a Piñera y al régimen que han
abandonado todos los partidos de representación parlamentaria.
En efecto, desde el Frente Amplio y el PS de un
lado, y el PC por el otro, atrincherados tras sus candidaturas presidenciales
—Narváez y Jadue respectivamente— se han empeñado por aparecer como
responsables y serios, omitiendo toda orientación política que signifique
chocar con un régimen que se disponen a comandar.
Por lo indicado, es necesario constatar la
necesidad de apoyar en
estas elecciones a todos los candidatos independientes, pero no en abstracto, no a
cualquiera.
Han de ser apoyados no en tanto independientes sino que a aquellos que proclamen la lucha contra el Acuerdo por la Paz, la libertad de los presos políticos y el juicio y castigo a Piñera y a todo su gobierno asesino.
El apoyo a las candidaturas debe obedecer a la
necesidad de fortalecer la identidad de clase trabajadora, en tanto prefiguren
la formación de una nueva dirección política de los explotados.
Porque no se trata de elegir un convencional, un
alcalde, gobernador o concejal, se trata de ir construyendo una barricada
política desde la cual potenciar la unidad de la movilización y la construcción
de un espacio político unitario para la lucha revolucionaria.
No importa la trayectoria del candidato: si éste integra las listas de los
partidos del Acuerdo por la Paz, objetivamente ha
tomado partido en contra del movimiento popular.
En general, los compañeros que integran la lista
del Partido de los Trabajadores Revolucionarios (PTR y otros grupos) y una
enorme gama de independientes afincados en UPA, como Marcel Claude, Ingrid
Altamirano o Marcos Montecinos —cito ejemplos visibles desde Valparaíso— merecen ser respaldados en tanto persiguen la
construcción de una alternativa revolucionaria.
Las diferencias dentro de la izquierda son
incontables, pero hay que generar el espacio que permita aprovechar esta justa
electoral viendo lo que viene, preparando los feroces enfrentamientos políticos
que seguirán agitando la lucha de clases en Chile.
No somos Pepe Auth y no
acostumbramos a hacer pronósticos electorales, cosa que tiene que ver más con
la prestidigitación que con la política, más con la hípica que con la lucha
social.
Sin embargo, hay algo claro, tras
este proceso electoral
quedará afirmado institucionalmente el trazado de una nueva transición signada
por gobiernos inestables y por una estructura de gobierno parlamentarista que
en términos burgueses resulta inevitable.
Si es Jiles, Narváez o Jadue el próximo presidente, la verdad es una
incógnita que a mayor abundamiento resulta baladí dilucidar.
El gobierno que surja de este
portentoso proceso electoral estará prendido con alfileres, un parlamento
fragmentado y una Convención Constitucional que en paralelo irán afirmando una
nueva institucionalidad que no
se hará cargo de ninguna de las reivindicaciones que motorizaron el
levantamiento popular de Octubre de 2019.
Sin las ilusiones electorales de
1988 y al contrario, con un masivo repudio a los partidos y a la
institucionalidad, el horizonte político estará marcado de un lado por
permanentes llamados a la unidad nacional —ejemplo de ello es el llamado
de Ossandón (RN) a votar por Orrego (DC) en Gobernadores— y del otro por un
movimiento de masas que seguirá manifestándose con estallidos, perfilando el
lento proceso de conformación de una nueva dirección política de los
trabajadores.
Este es el cuadro político en que
hemos de batallar de aquí en más, ni la derecha piñerista desaparecerá ni
los «demócrtatas» del
Acuerdo ser erigirán como dirección indisputada el proceso.
No volverán a disfrutar de la
fiesta del «Gana la gente» con que llegó Aylwin a La Moneda en
1990.
Tampoco las masas retrocederán como lo hicieron
en la década perdida de los 90.
Para seguir adelante hemos de
recuperar el espíritu de la primera línea que caracterizó el levantamiento
popular de Octubre del 19.
Los reclamos populares van
uniéndose entre los reclamos democráticos contra la impunidad y la libertad de los presos políticos;
los reclamos sociales que se dirigen al sueldo mínimo
equivalente a la canasta familiar y a la socialización de los grandes medios de
producción; y, los reclamos políticos que
buscan darle poder y capacidad de gobierno a las asambleas y cabildos
populares.
El enfrentamiento será creciente
y será en las calles y no en los pasillos
palaciegos donde se habrá de dirimir esta lucha que pone al régimen capitalista
de los explotadores de un lado y del otro a los explotados, al inmenso movimiento
popular que protagonizó el levantamiento de octubre y le insufló vida a su
espíritu, el espíritu de la revolución obrera.
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Ni constituyente
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(12): La «mega elección» de mayo y las proyecciones del movimiento popular
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