"León y serpiente" de
Eugene Delacroix
Nadie soporta que se lo compare con un burro, con una
rata o una cucaracha.
La rata y la cucaracha no tienen defensa válida posible, pero el pobre
burro, humilde y trabajador, al menos lo tiene grande (lo que podría ser un
piropo inevitable), y hasta la repugnante cucaracha sabe al menos morir con
dignidad, siempre boca arriba y de cara al sol.
Pero los animales con los que comparo la conducta de algunos hombres
poderosos, que no son estadounidenses, en su relación usual con el gobierno de
Estados Unidos, son los reptiles, especialmente los ofidios.
Vladimir Acosta
Sabemos que el dominio absoluto
que ejerce el imperio estadounidense sobre este desafortunado planeta que lo
sufre desde hace ya dos siglos, se nutre de sus enormes poderes: económico,
político, financiero, mediático y sobre todo militar.
Creo que no existe duda sobre eso
y tampoco sobre el peso que ejerce el cotidiano dominio cultural que ha logrado
imponerle prácticamente a casi todo el mundo.
Pero hay algo que quiero aclarar: qué relación existe entre el poder mundial de ese imperio y lo que conocemos o creemos saber sobre la conducta de algunos animales, que es la que vemos a diario como comportamiento inmodificable de importantes seres humanos no estadounidenses en lo tocante a la estrecha relación que mantienen con el imperio y sus órganos de poder.
Para aclararlo debo hacer un largo
giro y decir algo sobre los animales, en especial de varios de ellos.
Desde tiempos remotos los humanos
se han considerado seres únicos, distintos y superiores a los animales.
Y aunque la ciencia moderna ha
reducido seriamente el peso de esa fantasía, la idea de esa superioridad y
distinción radical sigue siendo creencia de las grandes mayorías.
Y no siempre por ignorancia, sino porque a todos complace y porque desde
muy temprano las religiones les hicieron creer eso.
Pero los humanos, para sentirse superiores, no
solían ni suelen compararse seriamente a sí mismos con dioses sino con
animales.
Las sociedades antiguas, politeístas, creían en
dioses y diosas de forma y comportamiento humanos, pero en ellas los hombres
solo calificaban para héroes o semidioses, que nunca fueron muchos.
Aunque luego los romanos decidieron deificar sus
emperadores al morir.
Varias grandes religiones deificaron a hombres, por
lo general de existencias confusas o dudosas, como Buda y Jesús.
Pero, repito, los humanos de antes y de ahora solo
se compararon y se comparan unos a otros con animales.
Nuestro conocimiento de los
animales reales nos lo ha dado la moderna zoología.
Pero nuestra
visión de los animales, que viene de muy lejos, sigue estando dominada por
mitos y fantasías, a menudo religiosas.
Y sus mejores
y más difundidas expresiones las hallamos en los Fisiólogos y Bestiarios antiguos
y medievales.
En ellos,
mezclando animales reales y míticos, se los divide grosso modo en dos clases:
buenos, que debemos imitar y con los que la comparación nos halaga, y malos,
que debemos rechazar y con los que la comparación nos ofende.
Daré un solo
ejemplo.
El primero de
los buenos es el león, rey de los animales, descrito como un noble caballero
medieval.
Combate con
valor, perdona al enemigo herido o que se rinde y jamás ataca a las mujeres.
Pero el león
verdadero es muy distinto: duerme casi todo el tiempo, la que caza las presas
es la leona; entonces él
despierta, aparta a la leona a mordiscos, se come la mejor carne y se echa de
nuevo a dormir. ¡Vaya noble
caballero!
De modo que al compararnos
con leones debemos pensar que se nos llama así por el león del bestiario y no
por el verdadero.
Así tenemos
al León
de Damasco, a Ricardo Corazón de León, o a Babur
el Tigre.
Pero en
cambio nadie soporta que se lo compare con un burro, con una rata o una
cucaracha.
La rata y la
cucaracha no tienen defensa válida posible, pero el pobre burro, humilde y
trabajador, al menos lo tiene grande (lo que podría ser un piropo inevitable), y hasta la repugnante cucaracha
sabe al menos morir con dignidad, siempre boca arriba y de cara al sol.
Pero los animales con los que comparo la conducta de algunos hombres
poderosos, que no son estadounidenses, en su relación usual con el gobierno de
Estados Unidos, son los reptiles, especialmente los ofidios.
Y no me refiero plenamente a ellos sino solo a
algunos y a varios de sus rasgos.
Me refiero solo a culebras inofensivas carentes de
veneno y agresividad, y solo a su carácter de animales que por tener cuerpos
tubulares y carecer de patas no pueden para moverse hacer otra cosa que reptar.
Y si hablo de hombres poderosos no es de pobres o
mendigos ya quebrados.
Es de personajes
que en sus países son altos funcionarios: presidentes, ministros, jefes de
gobierno, o miembros de organismos internacionales en los que su conducta
indigna y servil es la misma que asumen de ordinario sus gobiernos.
Por eso añado una neta
distinción entre ambos, porque los ofidios reales lo son por no poder ser otra
cosa y ni siquiera imaginarlo, pues carecen de imaginación.
Mientras
ocurre que los hombres de que hablo son seres humanos, bípedos, con cerebro
humano, salud, y capacidad plena para decidir qué
quieren ser, si humanos o reptiles, y en qué momento desean ser una cosa
o la otra; esto es, con quiénes, como ocurre con sus súbditos, se comportan
como humanos (a menudo en
forma grosera) y ante
quiénes, como ocurre con los representantes del imperio, voluntariamente reptan
siempre, porque ante ellos se sienten seres reptantes. Esto es, que por
propia decisión y libre voluntad se arrastran por el suelo como dóciles
culebras inofensivas y sin colmillos para recibir órdenes de los personajes
imperiales que, en cambio, en plenitud de sus despóticas y arrogantes figuras
humanas, como encarnación del poder imperial yankee, se yerguen rígidos y verticales frente a ellos.
¿Y qué tal si mencionamos a algunos?
Veamos: Gran
Bretaña, siempre servil a su ex colonia.
Europa toda,
dócil protectorado yankee.
Todos sus
gobiernos, obedientes a Estados Unidos, apoyan a una Ucrania nazi, votan
incluso contra sus intereses cumpliendo órdenes de atacar a Rusia y a China, se
dejaron imponer la ruptura gringa del tratado con Irán y están cerca de parar
el Nord
Stream 2 para comprarle gas de esquisto más caro al amo.
Borrell es de
un servilismo nauseabundo, como la OTAN, en la que el amo, por medio del siervo
Stoltenberg, hace que todos los miembros europeos firmen sin leerla una
instrucción escrita que les manda el jefe militar yankee.
En el mundo
árabe: Jordania, Arabia saudita, Catar, los Emiratos.
En América
Latina, patio trasero con las ya usuales excepciones que resisten, como Cuba y
Venezuela, o que se adaptan, como México y Argentina.
La OEA exhala
su fetidez usual, potenciada por la del reptante
Almagro.
En Asia,
Australia, Nueva Zelanda y Japón, esperan siempre órdenes yankees.
En fin, un
triste panorama en el que el imperio, jefe de orquesta, batuta en mano, hace
una seña y la gran mayoría de la mal llamada “comunidad
internacional” repta.
Esta es la relación de la que quería hablar, mostrando la enorme
importancia que tiene el ejercicio servil de ese indigno reptilismo en el
dominio imperial de Estados Unidos.
Creo no solo que es una de las claves de su poder
sobre el planeta, sino que quizá sea más importante que las que mencioné al
comienzo. Porque ese imperio criminal ha puesto a reptar a la mayoría
aplastante de gobiernos del mundo y de sus organismos internacionales, logrando
incluso que esos gobiernos y organismos, para apoyarlo, decidan hacer lo que
este les ordena, esto es, votar cada vez en contra de
sus propios intereses.
Es difícil calcular el peso
de esta enorme fuerza, de estos gruesos pilares nutridos de miseria y
reptilismo que sostienen a ese imperio.
Y habría que imaginar lo
que pasaría el día, lejano mas no imposible, en que estos países sometidos y
humillados, representados ya no más por cobardes
reptantes sino por humanos dignos, no solo griten con firmeza ¡Basta! a los criminales que representan a ese imperio, sino que hayan
descubierto al fin que la única forma de que valga ese ¡Basta! es que lo
griten unidos, todos juntos.
Solo así será posible reducir a ese podrido imperio a su mezquino tamaño
y empezar a construir juntos y con planes concretos y perfectibles un mundo
distinto a la fétida cloaca en la que hasta ahora lo tiene convertido.
Tomado de: https://ultimasnoticias.com.ve/
Y Publicado en: http://victorianoysocialista.blogspot.com,
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