Biden
o la mutación sofisticada del imperio
13/05/2021
Federico Ruiz Tirado
@fruiztirado
El imperio
norteamericano está ofuscado y tal síntoma no sería tan grave para los
consagrados a mantener su arquitectura, y renovar sus prehistóricas
pretensiones hegemónicas y militaristas, sino
fuera porque éste viene siéndolo desde hace unas décadas a causa de ciertos
trastornos metabólicos, seguramente no tomados seriamente en cuenta en su
momento, pero ahora, en la Era-Biden, no tan lejos de Trump, recién
se convierten en hallazgos: como si a un conciudadano, conduciendo su automóvil
por Manhattan, se viera presa de un episodio de escabiosis
súbita en medio de un colapso del sistema de semáforos en plena luz del día, y
le sobreviniera una ansiedad, luego alucinaciones fugaces, haciéndole ver en la
estática luz verde un gusano voraz mirándolo fijamente y en la luz roja
intermitente señales de un mundo extraterrestre, solo antes visto en la tele,
provocándole palpitaciones y sobresaltos inespecíficos.
En
busca de nuevas células
Pero como estamos hablando del imperio nortemericano, el cuerpo es trasladado a una sala especial.
De pronto, en medio de la auscultación de su
organismo, el ojo
clínico del Estado Profundo le hace sospechar de una esquizofrenia paranoide que debe ser tratada con
urgencia (para descartarla o
no).
Es necesario involucrar actores especialistas de
todas las disciplinas, desde la científica, claro está, hasta la más
insospechada.
Sea lo que sea, su evolución va a ocasionar
estragos en su organismo y, como el Covid-19, alcanzará en el entorno
planetario desastres mortales.
Hasta ahí, digamos, todo va “normal”.
Porque el imperio no morirá de
un cuajo por eso.
Las gentes sí, las de los demás continentes, los subalternos, los extraviados y
huérfanos, los pobres y condenados de la tierra: el imperio permanecerá sujeto
a múltiples observaciones acerca de los efectos de reservados e intensivos
cuidados a los que será sometido.
Mucha luz solar, sí, ayudará a mejorar la unidad
morfológica de su célula.
“Es
prioritario persuadir, impresionar, dramatrizar.
El
imperio no está en decadencia”, es la primera sentencia de las multinacionales, de la industria
mediática, que desde ya ha trazado la ruta y el destino.
Ambos lucen sinuosos, es verdad: la pandemia cubre
la noche de los tiempos.
Pero al capitalismo también le llega su
sábado: Chomsky, Bauman, Negri, lo han estudiado y
diagnosticado; Chávez, Galeano, Fidel, lo explicaban.
La poesía también lo proclama a viva voz.
Quizás Trump –por
ser lo que es, un empresario hotelero, histriónico y de una naturaleza que
luego será objeto de estudio- no tiene sesos para comprender a cabalidad el
fenómeno; sin embargo, ciertas acciones alcanzaron el objetivo: desintegrar el
llamado estado-bienestar norteamericano, que muy bien lo ilustraban los comics
de los años 70 de Lorenzo y Pepita, algunas comedias de Hollywood repletas de
actores emblemáticos del American way of life, elementos que han
engranado el llamado Estado-Nación como el modelo democrático, aunque
supremacista, terrorista e invasor, más loable del mundo.
Esa “enfermedad” que
hoy la industria mediática mundial, alineada a los EEUU y a sus laboratorios
psicológicos, es la que hoy abordan los especialistas de los departamentos de
la CIA y el Estado Profundo norteamericano: la
de promocionar a un Biden “despidiéndose” de su
vocación pentagonita, creando la matriz de un hombre con escrúpulos ante la
pobreza, la discriminación y preocupado por la salud de sus paisanos, la
democratización profunda de Norteamérica y la imagen de
EEUU ante el mundo. Mutar, se llama eso.
Que la opinión pública mundial lo indulte y, para
eso, lo primero que debe hacer es guardar las armas.
El imperio transita una mutación “necesaria” para mantener su metabolismo a tono, su
acelerado ritmo de acumulación.
Así ha sido el ciclo histórico desde su nacimiento
doctrinario.
En la llamada fase “distributiva”,
lograron la alianza del Espíritu Santo con la sombra de Satanás: el
Partido Comunista Argentino apoyo a Videla porque el capital, regado por
doquier, favorecía a la clase obrera.
Son cosas de iglesias, digamos.
Por eso es
que ahora Biden parece un turista en su propio
país: ahora visita centros de salud, comparte la igualdad de géneros, rochelea
con los escolares, le preocupa el alto índice de criminalidad y no quiere ver
el muro divisorio con México, libera las patentes de las vacunas ante el
desconcierto de la Unión Europea para “salvarnos
todos”.
El imperio no puede perder su “ideal” occidental de ser el reino de la cantidad.
Por eso el capitalismo quiere renovar sus células,
y, naturalmente, esa mutación debe ser mostrada y difundida como lo está siendo
Biden, quien figura como primer actor del elenco
bajo la orden de engavetas su chapa de pentagonista y
socio armamentista de Israel, disimular su autoría en el despojo de Las
Malvinas, invadir países no alineados.
La mutación no se detiene porque no hay un botón en la máquina del estado profundo norteamericano sino para lucir, en este tiempo de masacre en Colombia, una escarapela de progresista, que no deja dudas sobre el guion del bloqueo histórico a Cuba y ahora a Venezuela, y tampoco indica extinción de su voracidad frente a las respectivas fuentes de energía (agua, petróleo y otros recursos naturales) de la América del Sur, del planeta y el espacio sideral.
Tomado
de: http://diariovea.com.ve/
Y Publicado en: http://victorianoysocialista.blogspot.com,
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