El patriarcado es
tan astuto como el capitalismo, Alba Carosio
Alba Carosio es militante
feminista desde los años sesenta.
Practicó un feminismo
comprometido con las luchas populares y con las mujeres más pobres y excluidas.
Sin embargo, está consciente de que su alcance era limitado, hasta que
llegó Hugo Chávez a la presidencia de la República.
—Las luchas de las mujeres por sus derechos
preexistían a la llegada de Chávez, pero no hay que negar que él le dio un
impulso y apoyó esas luchas.
Hay compañeras que afirman que lo hizo porque fue
educado por mujeres a las que quería mucho y valoraba el esfuerzo que hacen las
mujeres por la subsistencia en la sociedad, sobre todo las mujeres jóvenes.
No hay que restarle importancia a este aspecto
porque implica la dimensión de la humanidad.
Comprendió la justicia de las luchas, porque una
sociedad para que se pueda transformar tiene que superar esa relación
primigenia que se establece, porque todas y todos tenemos madres, familia.
Si hay explotación y derechos cercenados de las
mujeres en ese núcleo primigenio en el cual nos educamos y crecemos, entonces
hay una idea de que el mundo es injusto y que eso no se puede cambiar, que se
traslada a la adultez y a la vida social.
Él lo entendió y es una idea que viene desde la
Revolución Francesa, pasando por los anarquistas, las primaveras de los pueblos
del siglo XIX y las revoluciones en nuestra región, que entiende que es
necesaria la emancipación de la mujer para que la sociedad sea verdaderamente
igualitaria, para que todas y todos seamos completamente iguales en derechos,
pero que también se respete la diversidad.
Es doctora en Ciencias Sociales, profesora del
Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela e
investigadora en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos
(Celarg).
Actualmente es coordinadora del Grupo de Trabajo
Latinoamericano CLACSO “Feminismos, resistencias y emancipación” y es directora
de la Revista Venezolana de Estudios de la Mujer.
Sostiene que con la Revolución Bolivariana se llegó
a lugares muy recónditos con la iniciativa de los Puntos de Encuentros que
impulsó el Instituto Nacional de la Mujer y la Red de Usuarias de BanMujer
(Banco de Desarrollo de la Mujer), antes de la creación del Ministerio del
Poder Popular de la Mujer y la Igualdad de Género.
Estas iniciativas recogieron información sobre la
exclusión y la violencia contra las mujeres; los derechos y la igualdad de
género para la transformación de la sociedad.
— ¿Ha descendido la violencia
contra la mujer en estas dos últimas décadas?
—No, a pesar del impulso y el apoyo a las luchas de
las mujeres.
Lo que se diferencia es que ahora es visible.
Las historias antes no se veían, ni siquiera se
contaban.
Esto no sólo sucede en Venezuela, sino en América
Latina y en diferentes partes del mundo.
La incorporación de las mujeres a la vida social en
general, tanto en lo económico como en lo político, también trae resistencia a
que las mujeres tengan participación en estos espacios, es un factor que incide
en la violencia.
La administración de justicia ha tenido
un concepto muy patriarcal, que se debe transformar poco a poco.
No se da de un día para otro.
Y en este último año, tiene que ver con el
confinamiento por la pandemia de Covid19.
Las Naciones Unidas ha informado que la violencia
ha aumentado y en algunas partes se ha duplicado la violencia contra las
mujeres.
En Venezuela, que se registraba un centenar de
casos graves y que algunos terminaban en muertes, se ha triplicado al año.
Esto sin
contar los casos que se han generado por la migración que ponen a la mujer en
situación de vulnerabilidad.
— ¿El confinamiento es una
causa de la violencia?
—No es una
causa, pero sí una condición agravante.
Es como la pobreza.
No es igual el caso de una mujer que es víctima de
violencia con su pareja y tiene facilidad de salir a la casa de un familiar, a
buscar alternativas en la calle y otra cosa es estar más tiempo en la casa.
No sólo con su pareja, sino con todos los miembros
de la familia, en espacio reducido y con la angustia que produce la situación
de la pandemia, pero la causa es el machismo,
solo que esta situación que ha provocado la pandemia, lo agrava.
Se dice que la violencia de género existe en todas
las clases sociales, pero es muchísimo más grave en los sectores con menos
recursos, por ello se han creado en el mundo Casas de Acogidas en donde las
mujeres se pueden refugiar cuando los niveles de violencia son muy altos y no
tienen otro lugar a donde ir.
— ¿En qué podría contribuir la
legislación en materia comunal para transformar las condiciones de la vida de
la mujer venezolana?
—No he leído los proyectos que están discutiendo en
estos momentos, pero en principio hay que ser realistas con la legislación
comunal.
Los seres
humanos, tanto hombres como mujeres no somos ángeles ni demonios.
Tenemos
momentos de mucha solidaridad y de amor al prójimo, pero también hay momentos
de violencia, agresión, etc.
Eso hay que
verlo de frente, porque a veces puede considerarse que se crea una comuna y
todos se comportan socialmente maravillosamente bien.
La solidaridad, la generosidad tiene sus fases. A
veces esta desaparece.
En el caso específico de Venezuela, hay muchas
redes comunitarias que básicamente son las mujeres quienes la llevan adelante.
Por ejemplo,
el 80 por ciento de los Clap y los consejos comunales, en su mayoría, son
organizados por mujeres.
Hay que pensar su participación en las comunas, no
sólo para que ellas hagan el trabajo sino para generar sistemas que apoyen la
vida de la familia.
A nivel comunal debería haber sistemas de cuidados
porque una sociedad socialista debe cuidar a sus miembros, empezando por
aquellos que son más vulnerables o quienes más lo necesitan, como los que
tienen alguna discapacidad o los ancianos, cuya atención generalmente queda a
cargo de las mujeres de la familia y terminan agotadas de tanto trabajar.
Lo mismo sucede con el cuidado infantil, porque
para tener iniciativas productivas es necesario tener mucha energía y tiempo
disponible.
Para la crianza y cuidado de los niños es necesario
los niveles de socialización como las casas de cuidado diario, los Simoncitos y
contar con el apoyo a las tantas tareas que tiene la mujer en la familia.
Aleksándra Kolontái lo planteó muy bien en la revolución rusa, desarrolló un programa de alimentos que llamaban los
“prepreparados” que aliviaban a las mujeres de la carga doméstica fuerte y que
permitía liberar las energías para la producción.
—“Hace falta todo un pueblo
para criar a un niño”, como reza el dicho popular.
—Tiene que haber corresponsabilidad entre los
géneros, entre adultos, niños y jóvenes, entre las familias en la comunidad y
con el Estado que es quien debe fortalecer los servicios como el agua, la
electricidad, etc., que permiten desarrollar el trabajo.
En pocas palabras, debe existir corresponsabilidad individual, familiar,
comunal y estatal.
—Existe una sobreexplotación
hacia la mujer al tener que ser trabajadora, esposa, madre, líder de la
comunidad. ¿Se ha entendido esa corresponsabilidad en Venezuela para crear una
sociedad de iguales?
—Faltan muchos caminos por transitar.
Existieron iniciativas importantes como las Casa de
Alimentación que paliaban situaciones de necesidad alimentaria y para que las
mujeres se liberaran de esa carga doméstica y pudieran realizar otro tipo de
actividad productiva.
La situación económica, el bloqueo, tantas
circunstancias, hicieron que estas mermaran.
La mujer
popular actualmente está sumamente exigida porque tiene tres jornadas de
trabajo: la que
realiza en el hogar; en el trabajo remunerado,
que por la pandemia tienen que asistir a los lugares laborales con dificultades
mayores; y
luego, en la comunidad.
Las
complicaciones mayores las que tienen hijos pequeños y adultos mayores a su
cargo.
Si ellas tuvieran el apoyo ayudarían al desarrollo
económico del país.
— ¿Podemos considerar violencia
contra la mujer tanta carga?
—Es una violencia laboral.
—Es una sobreocupación.
—Claro.
Primero que nada, encontramos la división del
trabajo en donde deciden
que unos trabajos son de mujeres y otros son de hombres, que es una división artificial.
Todos podemos hacer las tareas indispensables para
la reproducción social.
Las mujeres generalmente están al doble de su
capacidad física y emocional.
Uno de los hallazgos que podríamos decir de un
estudio reciente es que desde el punto de vista emocional muchas se sienten
cercadas por la cantidad enorme de actividades que realizan que no cesan nunca.
Que cuando terminan una actividad, comienzan con
otra inmediatamente.
Que se agudiza en hogares que tienen precariedades
económicas para conseguir alimentos, de vivienda, servicios, que es un tipo de violencia
económica y laboral contra la mujer.
—La mujer pobre especialmente.
—Mujeres pobres que tienen que atender en las cajas
de los supermercados, en puestos de comidas, en los aseos de los
establecimientos, en los centros de salud… mujeres que están expuestas a
contagiarse y están físicamente agotadas.
La “e” excluye a la mujer
Las redes digitales han impactado en los nuevos
códigos del lenguaje.
Pretendiendo ser inclusivo con la diversidad
sexual, intentan desplazar al género femenino después que con la Constitución Bolivariana se logró igualar los
géneros al ser nombrados: las y los, presidentas y presidentes, etc.
Carosio, sin titubear, considera que “se vuelve a
excluir a la mujer”.
—Vuelven a desaparecer las
mujeres en el lenguaje.
—El
castellano proviene del siglo X.
El libro
fundador de la lengua española es el Cid
Campeador, mientras que El
Quijote de la Mancha es de 1605.
Tenemos muchos siglos escuchando hablar
exclusivamente en masculino y obviando
que existan mujeres.
El lenguaje
inclusivo de género es de 1999 con la Constitución, es decir, de hace apenas 20
años.
Y dos décadas
no pueden ir contra siglos, el machismo y el
patriarcado es tan astuto… es como el capitalismo, le da una gran vuelta
que hasta lo pone atractivo e “incluyen” la
diversidad sexual.
Ahora, en vez de decir “todas y todos”,
dicen “todes”, que no es ni hombre ni mujer sino
nada.
Las feministas,
por lo menos la línea a la que pertenezco, queremos seguir siendo mujeres y
compartir con los hombres y queremos tener nuestras diferencias porque
sexualmente somos diferentes.
Es una
belleza la diversidad de la vida, de la relación incluso romántica.
— ¿Cuál es la estrategia?
—El
patriarcado tiene más siglos dominando que el propio capital, y su estrategia es que te hace parecer lindo, bello y bueno,
cosas que al final te hacen daño.
Los video clips que transmiten por YouTube ahora
son tan agresivos contra las mujeres y las personas pobres que plantean un
submundo del barrio, mezclando lo delictivo con lo agresivo, utilización de
armas como símbolo sexual, imponiendo la dominación, romantizando la
desvalorización, por supuesto, con un solo cantante masculino con cuatro o
cinco mujeres aparentemente relacionadas sexualmente con él, complaciendo de
alguna manera la valoración del dinero conseguido con violencia y a través del
dinero se consigue a las mujeres.
Eso te lo
presentan empaquetado como algo muy bueno y deseable.
—En el capitalismo el sexo y la
violencia son sus armas de venta.
—La venta de la sexualidad a través de la
fotografía y las diferentes formas de la pornografía son negocios.
Primero, son las armas; segundo, las drogas; y
tercero, la sexualidad.
Incluso hay
algunas redes sociales que se presentan como alternativas económicas para
mujeres.
Es toda una industria del
capitalismo y a algunas muchachas te lo hacen parecer deseable porque en
eso consiste el axioma publicitario, en “transformar
una necesidad en deseo”.
— ¿Cuál es tu mayor
preocupación del futuro de las niñas y las mujeres?
—En este momento, tanto para Venezuela como América
Latina, es la transformación de la sexualidad en una que sea placentera pero
afectiva.
En el año 2017, que es la última cifra que tengo, nacieron en Venezuela 5.200
niños y niñas de otras niñas menores de 14 años.
Toda esa reproducción humana es violenta, porque no
podríamos decir que una niña está en condiciones de ser madre.
Las feministas tenemos una consigna: “Niñas, no madres”.
Si ser madre para cualquier mujer es una enorme
responsabilidad, imagínate para una criatura.
América Latina en general y Venezuela en
particular, tiene esa problemática muy aguda, por no hablar de las de 15 a 19 años, que es
muchísimo más alta, nacen alrededor de 120 mil niños y niñas.
En edades en donde hay graves dificultades para ser
madres, tanto económicas como emocional y física, están muy relacionados con la
pobreza, falta de expectativas, dificultades educativas y la violencia.
Es importante trabajar la desigualdad para que eso
no ocurra, con cambios culturales que promueva la igualdad real, la que viene
desde el corazón.
No porque lo
impusieron o manipularon por un slogan.
— ¿A qué se debe que en
Venezuela no existen prácticamente manifestaciones públicas por la legalización
del aborto, mientras que en otros países son multitudinarias?
—Se debe al nivel de maduración y análisis social
que todavía no hemos llegado.
Todavía existe bastante desconocimiento sobre la
biología.
Es decir, todavía sigue existiendo la idea de que
cuando se unen el óvulo y el espermatozoide, inmediatamente después del acto
sexual, ya se tiene un ser humano, cosa que no es
así.
El embarazo pasa por diferentes etapas al que se le
desconoce, por ejemplo, que en
las primeras 16 semanas no tenemos ningún ser humano.
Se han planteado diferentes versiones a lo que
sería interrumpir ese embarazo en donde han trabajado los grupos pro vida que ensombrecen todo lo que sería el conocimiento biológico
de ese proceso.
Pero lo que
tenemos que entender las mujeres, es que nuestro cuerpo, es nuestro, de nadie
más.
— ¿Por qué la mujer cuando es
víctima termina siendo enjuiciada?
—Todavía
tenemos un Código Penal que es de 1936, en el que se han reformado algunos aspectos,
pero el de la mujer, no, y ya vamos para un siglo.
Es como si en todo este tiempo no hubiera cambiado
nada, que las mujeres no
tienen derecho a su propio cuerpo en el ejercicio de la sexualidad y si se
portan mal, tienen como castigo el embarazo.
Si no aceptan el
castigo divino e interrumpen el embarazo pueden ir presas.
La
sexualidad sigue siendo un tabú y al mismo tiempo es comercializada como
pornografía.
Tenemos mucho que reflexionar sobre lo
que implica la dignidad humana en el ejercicio de la sexualidad.
— ¿Con estas reflexiones
consideras que va a impulsar las movilizaciones?
—Estamos trabajando para que estas reflexiones
lleguen a los lugares más recónditos.
Pero también las influencias de los prejuicios
religiosos que se impusieron en las comunidades más empobrecidas hacen la tarea
en contra.
— ¿En los movimientos
feministas se reflexionan sobre el género y la clase?
—Nora Castañeda nos decía
que debíamos analizar desde el enfoque de género, clase y etnia.
En la teoría y la práctica feminista
tenemos un enfoque interseccional que cruza las opresiones.
Es decir, hablamos de la
opresión de género junto con la de clase, etnia, territorio, edad, porque
nosotras sabemos que no es lo mismo el tipo de opresión que sufre una mujer de
clase media o alta y blanca, a lo que sufre una mujer indígena, que vive en un
asentamiento precario y en condiciones de pobreza.
El género, es decir, la
condición de la mujer, favorece la pobreza por un fenómeno que se llama la
feminización de la pobreza.
En el último censo en
Venezuela arrojó como resultado que el 40 % de los hogares era matrifocales en
donde las responsables de la manutención del grupo familiar era mujeres solas.
Pero si vamos a los
sectores más populares, encontramos que esa proporción es aún mayor, se estima
que hasta un 60 % son mantenidos por mujeres.
Allí se encuentra la
relación indisoluble entre la opresión de género y de clase.
Si eliminamos la opresión
del género, seguramente vamos a contribuir con la equidad de clase, y
viceversa.
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