El ataque a la conciencia
José Ernesto Nováez Guerrero • Cuba
Una de las aspiraciones de toda clase o grupo dominante es lograr cimentar su
dominación, no solo sobre la fuerza de las armas, sino sobre la conciencia de
los dominados.
La manipulación de la conciencia es un ejercicio de
construcción de hegemonía, en el sentido que le diera el filósofo italiano
Antonio Gramsci al término.
Es hacer pasar los intereses de una clase o grupo
por los intereses de toda una nación o colectivo de naciones.
La historia es rica en recursos orientados a este
fin.
Sin embargo, no es hasta el siglo XX, con el
desarrollo de los medios masivos de comunicación y luego del gran y macabro experimento
sociológico que fue la Alemania nazi, cuando se hizo evidente lo poderoso que
podía llegar a ser el uso combinado de los adelantos técnológicos con las
ciencias sociales.
El poderoso Ministerio de Propaganda creado por
Goebbels demostró hasta qué punto se podía modificar la conciencia de un
pueblo, incluso de uno tan rico culturalmente como el alemán.
La
manipulación de la conciencia es un ejercicio de construcción de hegemonía, en
el sentido que le diera el filósofo italiano Antonio Gramsci al término. Fotos: Internet
No es casual
que la industria cultural, que se consolida luego de la Segunda Guerra Mundial
en los Estados Unidos y que tan bien caracterizaron
Adorno y Horkheimer, haya
asimilado muchas de las técnicas de manipulación desarrolladas por los nazis.
Esta industria
cultural iba a ser un elemento fundamental en la consolidación del dominio
norteamericano y sus intereses a escala planetaria.
Pero la manipulación no solo es útil para mantener
el consenso al interior de las naciones, sino también para enfrentar a los
enemigos políticos e ideológicos.
Las poderosas armas creadas para
garantizar la hegemonía al interior de las naciones capitalistas dominantes se usan también para socavar el orden, legitimidad y funcionamiento de
aquellas sociedades y estados que, de una u otra forma, adversan este orden.
Un ejemplo paradigmático lo encontramos en el
ataque a la Unión Soviética.
La acción combinada durante décadas de desgaste
simbólico, económico y social acabaron llevando al colapso de la segunda
potencia del mundo y única en paridad militar con el imperio norteamericano.
Pero
¿qué recursos se usaron en contra de la población y
el estado soviéticos?
¿De qué
forma lograr que un pueblo que disfrutaba bajo el socialismo de importantes
garantías sociales actuara totalmente en contra de sus intereses?
¿Cómo llevar a un conjunto de naciones a abandonar
un proyecto común y saltar al vacío sin tener siquiera un programa mínimo para
el futuro?
Estas son las preguntas que intenta responder el
libro de Serguei Kara-Murza Manipulación de la conciencia (Editorial
Ciencias Sociales, 2014 y 2018).
El libro, editado por primera vez a finales de la
década del 90 en Rusia, pretende comprender la Perestroika no solo como una
serie de transformaciones necesarias, sino como un proceso en el cual un grupo
de actores sociales, al servicio de intereses foráneos,
precipitó conscientemente el colapso de la URSS y articuló efectivas
campañas de manipulación para desmontar, en la conciencia de los ciudadanos
soviéticos, un proyecto nacional y político.
A la simplista respuesta de que la URSS se derrumbó
porque el socialismo no era viable, el autor responde que la verdad tiene
muchos más matices y que en entender esos matices reside la única comprensión
cierta de un proceso histórico.
En su obra, Kara-Murza hace un repaso bastante
minucioso del arsenal de recursos empleados por la manipulación de la
conciencia y los diversos niveles a los que estos recursos trabajan, desde el
plano de las emociones, afectos y sentimientos hasta el de los hechos y datos,
presentados todos de tal forma que se logre el efecto deseado.
Uno de los
objetivos fundamentales de la manipulación es sustituir o modificar en la
conciencia una serie de conceptos, correspondientes a un modelo de sociedad,
por los de otra.
Así se logra, mediante la transformación de sus
concepciones y percepciones, la aceptación pasiva por parte de los individuos
de los cambios sociales.
Comprender
esto es premisa clave para no dejarnos llevar como hombres masa por criterios
aceptados acríticamente.
El libro, a pesar de tener más de dos décadas de
escrito, reviste todavía hoy una gran importancia para Cuba y para cualquier
proceso progresista.
Las similitudes que subsisten hasta hoy entre el
modelo de sociedad soviético y el nuestro (alto grado de intervención estatal
en la sociedad; burocratismo; desfasaje entre las instituciones y la sociedad;
ineficacia en la cobertura de la realidad por parte del sistema de medios
tradicionales, dejando grandes lagunas informativas; la existencia de un amplio
sector profesional relativamente insatisfecho con sus condiciones laborales;
etc) hacen que las técnicas usadas sean muy similares.
Convendría hacer un breve repaso de algunas de
estas similitudes.
En primer lugar destaca la creación de un
ecosistema de medios de comunicación alternativos.
En el caso de la URSS y los países de Europa del
Este estuvo la creación de la famosa emisora Radio Libertad, aunque también
incluía una serie de publicaciones periódicas que se hacían entrar furtivamente
a través de las fronteras.
Para Cuba, están las famosas, aunque bastante
inefectivas, Radio y TV Martí. También, en los últimos años y con el
crecimiento de la conectividad a Internet, ha surgido un amplio ecosistema de
medios, en su mayor parte radicados en los Estados
Unidos y cuya única
función es tomar cualquier arista de la realidad cubana y distorsionarla para
que quepa en el relato común sobre la Isla: “una dictadura sangrienta y
antidemocrática que además es inepta desde el punto de vista económico”.
Estos medios apelan constantemente a supuestas
fuentes de alto nivel y a supuestos expertos que fundamentan el relato central
y obvian completamente realidades significativas, como
el bloqueo norteamericano.
Otra de las
estrategias es el uso tendencioso de los datos.
En el caso de la URSS se manejaron ampliamente las
cifras, tanto para maximizar con fines políticos la barbarie de los gulags como
para negar los logros en
materia social o de desarrollo económico alcanzados por el país.
En el caso de Cuba se ha usado la misma estrategia
para diferentes momentos de la Revolución cubana.
Más recientemente lo vemos en la comparación entre
los números de la economía antes de 1959 y después.
Más allá del hecho de que muchas de las cifras que
se han puesto a circular sobre ambos períodos no
declaran las fuentes de donde se extrajeron, esta comparación implica
desconocer el salto cualitativo en la calidad de vida del pueblo cubano que han
representado más de sesenta años de Revolución.
Llevan,
además, a la falsa concepción de que la única forma de medir el desarrollo de
un país está en los números macro, un vulgar economicismo que ve los gastos
sociales como gasto improductivo y desconoce diferencias claves: el crecimiento
poblacional, la distribución de la riqueza, la diversificación de la economía, el bloqueo norteamericano y la
dificultad para acceder a inversiones de capital producto del bloqueo, por solo
mencionar algunos.
Mientras la
verdad tiene matices, la mentira no los necesita.
Destaca también el uso de líderes de opinión,
intelectuales, artistas y sus obras para generar estados de opinión contrarios
al sistema.
El discurso de
estos se adecua al público al que va dirigido.
En la URSS se usaron ampliamente estos recursos,
extensivos a todo el campo socialista.
La diáspora de estas naciones gozaba de un amplio
apoyo económico y de significativos espacios en los medios para divulgar su
discurso.
Solzhenitsyn y el físico Zajarov, el novelista
Milán Kundera y el dramaturgo Dubček son buenos ejemplos.
La epopeya de la novela Doctor Zhivago para
ser introducida en la URSS es otro buen ejemplo de todos los esfuerzos en este
sentido.
La crisis de los años noventa trajo grandes fisuras
en la relación del estado con los artistas e intelectuales en Cuba, fisuras que han sido usadas
ampliamente para dinamitar simbólicamente el sistema.
Esa
estrategia se ha intensificado en los últimos años con la irrupción de las
redes sociales.
Podemos apuntar las numerosas declaraciones de
artistas más o menos notorios en contra de la Revolución o el fenómeno de los
llamados influencers, cuyos programas en redes sociales
alientan regularmente el odio y se construyen sobre una serie de verdades ideológicas
que no interesa cuestionar.
Más recientemente, los acontecimientos en la puerta
del Ministerio de Cultura el 27 de noviembre de 2020, donde figuras y medios de
la oposición financiada desde el exterior lograron confundirse con otros
actores de la cultura de procedencia social y reclamos diversos.
Es
recurrente también el uso del humor, las imágenes y las metáforas como
elementos para subvertir.
Los ejemplos van desde los numerosos chistes
políticos que circularon en el campo socialista (tantos que se han compilado
varios volúmenes), hasta la moderna oleada de memes
con que numerosos internautas, desde perfiles verdaderos y falsos, hacen la
burla constante de cualquier imprecisión real o inventada que puedan atribuir a
los dirigentes políticos cubanos.
También está el desconocimiento total y la
criminalización de todo lo hecho por las autoridades de esas sociedades, la
reescritura de la historia y el
uso de la mentira como arma.
Respecto a este último recurso, Kara-Murza apunta
que mientras la
verdad tiene matices, la mentira no los necesita, así se
puede afirmar, por ejemplo, que tal dirigente de un proceso determinado era un
asesino sin necesidad de argumentar o justificar este planteamiento.
Sobre estas verdades ideológicas descansa una parte
importante de la estrategia de subversión.
Cabría apuntar que estas técnicas de manipulación
de la conciencia no solo se usan en contra de los países socialistas, sino que
son comunes a la estrategia imperial de subversión
contra cualquier país que represente un proyecto adverso al que pretende
imponer el gran capital.
Son el
complemento de otras acciones hostiles como las sanciones económicas o la
agresión militar.
El libro de Kara-Murza presenta algunas
deficiencias, fundamentalmente el querer ser demasiado abarcador, lo que lo
lleva a tratar superficialmente algunos temas y a comprender incorrecta o
insuficientemente otros.
Sin embargo, considero que es una lectura
indispensable.
Su principal valor, considero, radica en ser un
compendio de todo, o la mayor parte, del amplio arsenal de técnicas a través de las cuales van
socavando nuestras certezas.
La única forma de combatirlas efectivamente, en
esta gran batalla de ideas en que nos hemos enfrascado como nación y como parte
del proyecto de emancipación continental desde el siglo XIX, es conociendo las
formas sutiles y profundas de su funcionamiento.
Tomado de: http://www.lajiribilla.cu/
Y Publicado en: http://victorianoysocialista.blogspot.com,
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