27
mayo 2020
Sin
rendición, no hay victoria, hasta que los palestinos no pierdan, Israel no
puede ganar
Una historia de opresión y atrocidades comenzó el 15 de mayo de 1948.
La fecha marcada como infame por generaciones de palestinos que la
conocen como Nakba, o "la catástrofe", después
de la declaración del estado de Israel en Palestina.
Ahora
ya se hace 72 años cumplidos de Nakba desde el comienzo de Yishuv, cuando la
comunidad judía preestatal en Palestina comenzó a establecerse en Israel
después de que el patrocinador colonial, Reino Unido, abandonara la región
invadida y ocupada durante la Primera Guerra Mundial.
Al contemplar la alianza entre
Estados Unidos e Israel, decisiva para el momento actual del genocidio, no solo
hay una línea de acción de política exterior o económica, sino de práctica en
atacar los derechos humanos.
Importante señalar, hoy en día, que en
el caso estadounidense la práctica condenable está vinculada al prejuicio
contra los árabes, mientras que corresponde a los israelíes tener un modelo de
estado con etapas persecutorias en relación a los palestinos.
Dando voz a la historia, Nakba
representa no solo un
evento histórico, sino un proceso continuo que comenzó en la década de 1880, cuando los colonos sionistas europeos
comenzaron a mudarse a Palestina para sentar las bases de su futuro estado.
Otro hito es el Día de Al-Quds,
celebrado anualmente el último viernes del mes sagrado (mayo) de Ramadán, en
solidaridad con los palestinos y condenar las atrocidades israelíes.
Este
año sin marchas masivas por la pandemia de coronavirus, pero sin embargo, con
actos de protesta en línea.
Después de que el proyecto sionista
realizó su sueño de crear una patria en Palestina en 1948, al derrotar a cinco ejércitos árabes mal
equipados y en menor número, el desplazamiento palestino nunca se detuvo.
Entre 1947 y 1949, unos 750,000 palestinos de una
población de 1.9 millones fueron expulsados de sus ciudades y pueblos para dar
paso a nuevos inmigrantes judíos.
La mayoría de estos palestinos
huyeron a países vecinos, donde se establecieron como refugiados.
Ahora
se han extendido, con la
expulsión de 6 millones de palestinos, con una importante comunidad ubicada en Chile.
En este contexto, el
catastrófico fracaso árabe en las guerras de 1948 y 1967, en la práctica
permitió el control de Israel sobre la región, los palestinos buscaron
recuperar sus pérdidas, pero sin éxito.
La realidad de ser refugiados y prisioneros en su propia
patria los condujo al camino de la lucha armada y
de las negociaciones pacíficas con igual vigor, pero no se logró obtener
justicia ni alcanzar la paz.
Una
secuencia, de dolor y
terror, oculta por la mayoría de los medios de comunicación del mundo vinculado a la causa sionista.
Ambas estrategias implicaron un
gran sacrificio y grandes concesiones, pero, en última instancia, ninguna
condujo a la liberación de Palestina del dominio israelí.
La verdad que se presenta es el
creciente apetito de Israel por la expansión, despreciando cada concesión
palestina.
En este espectro, dibujando una ilusión de
invencibilidad, hace todo lo posible para vincular ilegalmente casi un tercio
de lo que los palestinos suponían ser su futuro estado.
Incluso si Israel no tiene
éxito en tomar Cisjordania, ya está cambiando radical y unilateralmente la
realidad sobre el terreno.
El problema
no está en Palestina, sino en el proyecto colonial israelí.
De
hecho, el sionismo
pasó de ser un movimiento nacional legítimo a fines del siglo XIX a una fuerza colonial europea en el
Mediterráneo Medio Oriente.
Es un conflicto de un siglo,
múltiples guerras y odio, alimentado
por la limpieza étnica, la expropiación y el desplazamiento de millones de
personas.
El objetivo de los palestinos
es liberar a Israel de su mentalidad paranoica que considera la hegemonía como
la única forma de sobrevivir.
Basado
en la premisa de que formamos la raza humana, el proyecto "Gran Israel" utiliza pretextos raciales
para avanzar en su dominación.
Está claro darse cuenta de que
las prácticas de Israel
apuntan a evitar las posibilidades de existencia del Estado palestino y, si no es posible aniquilar, crear un sistema de castas,
donde estos últimos son la base de la pirámide.
Rodeada de todas estas
turbulencias, respetando su historia, su valor y las vidas perdidas, la rendición no es una opción.
La
mayoría de los palestinos ni siquiera piensan en ella.
Mantenerse
estable es negar el llamado "acuerdo
del siglo" propuesto
por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que tiene como objetivo recompensar los intereses del
primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.
Significaría vivir en
cautiverio durante mucho tiempo al rendirse a la hegemonía israelí.
Negarse
a renunciar significa negar el dominio de Israel.
Por todas estas razones, el
camino a seguir es hacer uso de la repetición de la historia.
Las
potencias coloniales vieron derrocar a su proyecto cuando se dieron cuenta de
que el balance de ganancias y pérdidas ya no era positivo.
En
algún momento, los neocolonialistas pierden ante la población original e Israel
también puede llegar a esta conclusión.
Con este fin, la cadena
humanista mundial no puede abandonar a los palestinos.
Es
importante caminar junto con los árabes que ven la lucha por la justicia en
Palestina como un símbolo y una extensión de su propia lucha por la justicia.
La
Palestina debe cada vez más, recolectar victorias legales extraídas de
resoluciones de la ONU que condenan las violaciones del derecho internacional
por parte de Israel.
En este momento crítico, no se
trata de transformar las tierras entre el Mar Mediterráneo (Gaza) y el Mar
Muerto (Cisjordania) en un paraíso.
Solo
buscar evitar que Israel nos imponga la condición de contemporáneos del
genocidio del siglo e impedir que nos silencie.
El
tiempo y la historia estarán del lado del verdadero pueblo original, y por lo
tanto, mientras los palestinos no pierdan, el gobierno israelí no ganará.
Tomado de: https://www.telesurtv.net/
Y
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