Un tirano en La
Moneda
By Paul Walder
17
Abril, 2021
La
insistencia del gobierno y del presidente en particular de presentar
requerimientos de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional (TC) por
diversos proyectos presentados por parlamentarios amplifica la crisis en la que
está el país desde octubre del 2019.
A la
catástrofe social se sumó desde el año pasado el hundimiento económico a
niveles históricos junto a un trance político que en estas semanas ha
colapsado.
La
política chilena, pese a todos los eventos electorales de los próximos meses,
está atascada.
De todos los proyectos de ley impugnados por
el gobierno, como el royalty a las empresas mineras, el impuesto a los más
ricos, incluso la eutanasia, es el tercer retiro de un diez por ciento de
fondos de pensiones el que ha abierto una brecha definitiva, no solo entre el
presidente y el pueblo, sino con el parlamento que incluye hasta diputados de
su propia coalición.
Piñera, que tiene los índices de
impopularidad más altos de toda la historia de la democracia chilena, está
solo.
Su único apoyo, que por cierto es
poderoso, son los empresarios, sus socios y algunos incondicionales
en el veinte por ciento que votó por el rechazo a un cambio constitucional.
En estas condiciones de debilidad política y
aislamiento del pueblo y de la misma comunidad política, Piñera esta semana ha
cumplido la amenaza de recurrir al TC para frenar el retiro de los fondos de
las AFP.
Si desde el estallido se ha ganado como
enemigos declarados a los centenares de miles que protestaban activamente por
haberlos perseguido, mutilado y encarcelado, ahora se gana la repulsión de la
gran masa de trabajadores y trabajadoras que necesitan con urgencia esos
recursos para vivir.
Aparentemente,
también se ha roto la conexión que hubo en la clase política desde el estallido
social.
Ese
mismo cuerpo parlamentario que lo arropó el 25 de noviembre con el eufemístico
Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, que le aprobó leyes
represivas para encarcelar a miles de jóvenes, ahora dice estar con el pueblo.
Tal vez
una decisión temporal, un giro momentáneo, más como apuesta de campaña para una
elecciones que están a la vuelta de la esquina.
Pese a
ello, lo que tenemos en escena es un quiebre, un atasco político de
proporciones.
Piñera está solo con sus pares, con el uno
por ciento más rico, el grupo propietario del 30 o 40 por ciento de la riqueza
nacional.
Piñera
está ahora totalmente transparentado en lo que es y siempre ha sido: un multimillonario, un
inescrupuloso especulador de mercados financieros, un codicioso evasor de
impuestos que gobierna para sus partners de la CPC y la Sofofa.
Sin
retórica ni un argumento sostenible que justifique su obstinación por el freno
a los flujos políticos y sociales, su figura ya está peligrosamente hundida
hasta el cuello.
Porque un presidente aislado
y despreciado, y con el tremendo poder que le entrega la actual constitución,
es sin lugar a dudas un peligro.
A quién defiende Piñera en estas horas
críticas.
Durante
la semana y hoy mismo hemos conocido algunas declaraciones de los grandes
empresarios a través de sus medios de prensa.
No están con el pueblo,
definitivamente, y tampoco con el parlamento.
Apoyan
algo, no demasiado, al pobre hombre de La Moneda pero sí defienden, y
defenderán hasta las últimas consecuencias, como bien lo ha mostrado la
historia, el statu quo institucional sobre el que se apoyan todos sus
privilegios.
El empecinamiento sin argumentos, su soledad, la brutalidad en el trato al pueblo movilizado han
perfilado a Piñera con nuevas características.
El
otrora payaso, torpe y lenguaraz, ha mutado en un perverso y aislado tirano.
Todavía
un aprendiz de tirano.
Los
griegos inventaron esta figura para referirse al dictador autoritario, pero
desde la modernidad designamos al que ejerce el poder de forma injusta y
reprime al opositor.
Piñera no solo persigue y reprime con fiereza al pueblo movilizado.
Ahora
también llama a los canales de televisión que han osado criticarlo para
silenciar a los periodistas.
Las fuerzas se han estrellado.
Las
cartas están ahí y las podemos ver todos y todas.
Si fuera
un juego sería hasta divertido, pero estos momentos tienen características de
tragedia.
Tras el
anuncio del gobierno de recurrir al TC sonaron nuevamente las cacerolas y los
llamados a nuevas movilizaciones.
Esta
vez, a diferencia de llamamientos anteriores, hay rabia sincera y millones de
nuevos actores en la escena.
Tomado de: https://www.elclarin.cl/
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