Israel, en busca de la Tierra Prometida
Es difícil acotar los límites del país de los judíos si nos ceñimos a los textos sagrados.
Nota, la cual considero necesaria; Yo en lo personal, no tengo nada en contra de los judíos, como tales, pero si estoy en contra de toda política Imperialista, Fascista y/o sionista, eso si no soy anti cemita.
Una vez indicado estos puntos, aclaro que copio este Artículo tal como como esta en su original, no agregando ni quitándole ni un punto, respetando en su totalidad el texto original.
Siendo la Idea de su publicación en mi Blogs la de informar y compartir una historia que muchos desconocen con detalles y entiendo que para poder opinar sobre un asunto tan delicado como el despojo de las tierras Palestinas y el crimen que se ha estado haciendo contra ese pueblo, hay que saber los pormenores y porque para poder así hablar y opinar con razones.
31 octubre, 2016
Antes de que en 1948 se constituyera
el Estado de Israel, las superpotencias propusieron diferentes opciones para
establecer al pueblo judío, el cual suponía un verdadero quebradero de cabeza
para la Europa de principios del siglo XX.
Británicos, soviéticos, estadounidenses y
alemanes, entre otros, propusieron diferentes
lugares donde asentar a los hebreos, aunque todos ellos estaban a miles de
kilómetros de Palestina, la única y verdadera Tierra Prometida que Dios ofreció
a Abraham.
La tierra de miel y leche
Es difícil acotar los límites
del país de los judíos si nos ceñimos a los textos sagrados.
Según el Éxodo (23:31), Dios fija los límites de la Tierra Prometida “desde el mar Rojo hasta el mar
de los filisteos y desde el desierto hasta el río Éufrates”.
Así pues, Ha-Aretz ha-Muvtajat o Ard
Al-Mi’ad (‘tierra de miel y leche’ en árabe), vista desde una aproximación puramente geográfica, abarca Oriente Próximo desde el
canal de Suez hasta la parte occidental de Irak.
También en el Génesis (15:18) encontramos esta definición cuando Yahvé
le promete a Abraham: “a tu
descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el
Éufrates”.
Pese a ello, en el cuarto libro del Tanaj —y del Antiguo Testamento— ya
hay una acotación mucho más precisa de los límites de tan maravillosas tierras:
Cuando hayáis entrado en la tierra de Canaán, esta será la tierra que os
ha de caer en herencia, y
estos serán sus límites: tendréis el lado del sur desde el desierto de Zin
hasta la frontera de Edom, y su límite estará en el extremo del mar Salado,
hacia el oriente.
Este límite os irá rodeando
desde el sur hasta la subida de Acrabim, y pasará hasta Zin; se extenderá del
sur a Cades-Barnea, continuará a Hasar-Adar y pasará hasta Asmón.
Rodeará este límite desde Asmón
hasta el torrente de Egipto y terminará en el mar.
El límite occidental será el
mar Grande; este límite será el límite occidental.
El límite del norte será este:
desde el mar Grande trazaréis una línea hasta el monte Hor.
Del monte Hor trazaréis una línea
hasta la entrada de Hamat, y seguirá aquel límite hasta Zedad. Seguirá luego
hasta Zifrón y terminará en Hazar-Enán.
Este será el límite del norte.
Como límite al oriente trazaréis una línea desde Hazar-Enán hasta Sefam. Este
límite bajará desde Sefam a Ribla, al oriente de Aín.
Seguirá descendiendo el límite
y llegará a la costa del mar de Cineret, al oriente.
Después descenderá este límite
al Jordán y terminará en el mar Salado: esta será vuestra tierra con los
límites que la rodean.
Números 34:1-12
En el mapa podemos apreciar la diferencia
entre el Gran Israel descrito en el Génesis (rojo) y el del Éxodo (azul).
Fuente: Elaboración propia a partir de The Market Oracle
Sobre el mapa se aprecia claramente la diferencia: mientras que el
territorio delimitado por el Génesis y el Éxodo, la Tierra Prometida abarca la totalidad del actual
Israel, Jordania y Líbano, la mayor parte de Siria, la mitad de Irak, la costa
oriental egipcia y el norte de Arabia Saudí, el especificado en Números nos deja tan solo con
Israel, Líbano y una parte de Siria.
Ciñéndonos a términos netamente históricos, Israel fue independiente a
lo largo de tres siglos, en unas fechas que oscilan entre los siglos X y VII a.
C., época en la que encontramos nombres tan significativos como David o
Salomón.
El Reino de Israel fue una evolución del sistema confederado que
mantenían las doce tribus que vivían en Palestina, las cuales eran gobernadas
por los shoftim o jueces, que tuvo como primer monarca a Saúl —la historiografía moderna aún
debate sobre su existencia real—.
Del que sí tenemos fuentes fiables
es del rey David.
Durante su reinado, la nación judía se acercó al ideal bíblico del Gran
Israel, llegando a controlar media Siria, además de Damasco.
Pero esta época de esplendor y poder se fue con la muerte de Salomón, el
vástago de David, y el país se dividió en dos reinos: el de Israel —en el norte—
y el de Judá —en el sur—.
Por separado, su conquista fue fácil para los diferentes imperios
mesopotámicos que surgían a orillas del Tigris y el Éufrates.
Asirios, babilonios y persas establecieron su dominio sobre aquellas
tierras, que jamás volvieron a ser gobernadas por un monarca hebreo.
Para profundizar:
“Israel y Palestina, destinados a no entenderse”,
Adrián Vidales en El Orden Mundial
Sionismo
A lo largo de la Historia, muchos hebreos abandonaron Palestina y se
fueron esparciendo por el mundo, conformando la diáspora judía.
Europa era el continente con mayor número de israelitas, pero también
había muchos en el norte de África y en las diferentes colonias europeas. La diáspora
fue en muchas ocasiones víctima de persecuciones o pogromos a lo largo y ancho
del Viejo Continente, destacando el Decreto de la Alhambra, donde se establecía
la expulsión de todo judío del territorio español en 1492.
Tras el auge del nacionalismo en 1848, el sionismo moderno —doctrina que
defiende la creación de la patria judía en Palestina— cogió fuerza con Theodor
Herzl y su libro Der Judenstaat como principales pilares de
esta nueva corriente.
A finales del siglo XIX, muchos pueblos habían conseguido desligarse de
dominios imperialistas y establecerse como naciones de pleno derecho: Italia,
Alemania, Bélgica… ¿Por qué no el pueblo judío?
En 1897 se crea en Basilea la Organización Sionista Mundial (OSM), cuyo
objetivo principal era el reasentamiento de judíos en Palestina, en aquella
época dominada por el Imperio otomano.
Los últimos años del siglo XIX fueron especialmente duros para la
diáspora judía que habitaba en el Imperio ruso, con estallidos de mucha
violencia en Kinishev (actual Chisinau), Odesa y otras ciudades de Polonia y
Ucrania. Herzl, presidente de la OSM, quería evitar que se extendiera aquel
odio antisemita por todo el continente, por lo que negoció con los británicos
un plan para reasentar temporalmente al pueblo judío dentro de los límites del
imperio.
El Plan Ugandés
El secretario para las colonias británico, Joseph Chamberlain, se reunió
con Herzl en 1903 y le hizo una propuesta para establecer a todo aquel judío
que quisiese en el África oriental británica.
Chamberlain ofreció a la OSM trece mil kilómetros cuadrados en la zona
de Eldoret, de donde ahora salen los famosos atletas kenianos.
Pese a que no formaba parte de Uganda, por allí pasaba el ferrocarril
ugandés, por lo que la oferta se conoció posteriormente como el Plan Ugandés (Uganda Scheme en inglés) —aunque
Herzl lo llamaba en su diario Plan Nairobi—.
El proyecto del Ministerio de Relaciones Exteriores y de la
Mancomunidad, conocido en inglés como Foreign Office, para con Kenia necesitaba
de muchos colonos europeos, y a principios del siglo XX aquel territorio sufría
una pérdida de ciudadanos blancos en pos de otros lugares más atractivos del
imperio.
En el sexto congreso de la OSM, se propuso oficialmente el plan con la condición de
que ello no supusiese el abandono de la idea sionista inicial —aunque los
presentes estaban concienciados que las negociaciones con los otomanos serían
muy complicadas—.
En 1902, el sultán había ofrecido a los hebreos tierras en Mesopotamia,
Siria y Anatolia, pero nunca Palestina, por lo que esta negativa,
junto con la presión ejercida por los delegados de Europa del este, hizo que se
diera luz verde al estudio del proyecto.
El plan dividió a los miembros del Congreso, causando disensión los
rabinos sionistas.
Pese a ello, el rechazo a una independencia total al Estado judío por
parte del Foreign Office acabó finalmente con este primer proyecto de hogar
para los hebreos.
En el séptimo congreso de la OSM, en 1905, se dio el espaldarazo final
al Plan Ugandés.
Sus principales defensores, los territorialistas —entre ellos, el inglés
Israel Zangwill, impulsor principal, o los hermanos Rothschild— abandonaron el
movimiento sionista. Zangwill dejó una frase para la posteridad: “En África habrá bestias
salvajes, pero en Jerusalén hay criaturas aún más salvajes”.
Una Sion soviética
El Imperio ruso fue en su día la nación donde habitaban más judíos —en
Bielorrusia, por ejemplo, eran el tercer grupo étnico—.
Tras la revolución bolchevique, los rabinos fueron perseguidos y sus
sinagogas y posesiones fueron expropiadas, pero tras la guerra civil hubo un
intento por parte de las nuevas autoridades de eliminar el estigma del
antisemitismo que había marcado el anterior régimen.
En esos años, un tercio de los hebreos rusos eran lishenets,
es decir, sin derecho a voto al ser considerados “enemigos del pueblo”, cosa que dificultaba el
control soviético de la Zona de Asentamiento, la frontera occidental de la
URSS.
Para ganárselos, el Gobierno promocionó las escuelas donde se
hablaba yiddish y se aceptó el asentamiento de los judíos en
las granjas colectivas y las industrias del sur de Ucrania y Crimea.
Se penó el antisemitismo y se les abrió las puertas de la universidad.
A finales de la década de los 20, las universidades soviéticas tenían un
más de un diez por ciento de alumnado hebreo.
Localización
del Óblast Autónomo Hebreo. Fuente: Wikimedia
Pese a que el Presidium quería reubicar a la población judía en las zonas rurales del sur
de Ucrania y Crimea para aumentar la producción agraria, las negativas de los
comités locales y regionales obligaron a este a buscar una ubicación alternativa
para reasentarlos.
Finalmente, en 1928, se dio al Komzet —el comité que regulaba el
asentamiento de judíos en granjas colectivas—, un pedazo de tierra virgen más
allá de Siberia y Mongolia conocida como Birsko-Bidzhansky. Seis años más tarde
se constituía el Óblast Autónomo Hebreo, con capital en Birobidzhan y con
el yiddish como lengua oficial, imitando el sistema que había
empleado el Gobierno soviético de garantizar territorios autónomos a las
diferentes nacionalidades de la Unión Soviética.
Pósteres soviéticos de promoción de
Birobidzhan. Fuentes: Vida Judía en Uruguay y Amnesia
Los fríos pantanos de Birobidzhan fueron publicitados por la vasta
maquinaria propagandística soviética y la utopía socialista hebrea caló en un
primer momento entre los judíos pobres de la Zona de Asentamiento. Aun así, el
sueño de esta gélida Tierra Prometida en el Extremo Oriente se vería truncado
por la dificultad de compaginar la cultura judía, ligada intrínsecamente con la
religión, y el ateísmo soviético. Cuando Stalin lanzó sus purgas, los judíos
fueron uno de sus objetivos predilectos, cosa que dificultó el florecimiento
del óblast. Tras la Segunda Guerra Mundial, se puso sobre la mesa Birobidzhan
como posible hogar para los refugiados hebreos de Europa, pero el plan quedó
totalmente eclipsado tras la creación del Estado judío en 1948.
Actualmente, menos del dos por ciento de sus cien mil habitantes son
judíos, aunque el yiddish continúa siendo su idioma oficial
conjuntamente con el ruso.
Deportados a Madagascar
Tras la negativa de la OMS, los territorialistas judíos continuaron su
búsqueda de un pedazo de tierra donde asentar a su pueblo.
Fue una organización antisemita, The Britons, la que sugirió por primera
vez deportar a los judíos europeos a la isla de Madagascar.
El Gobierno de la Alemania nazi tomó esta teoría junto con la del
académico Paul de Lagarde con tal de reubicar a las decenas de miles de judíos
que quedaban en Alemania a finales de los años 30 —en 1939, un cuarto de millón
de los 437.000 hebreos alemanes ya había abandonado el país—.
El ministro de Exteriores francés, Georges Bonnet, y el germano Von
Ribbentrop debatieron la idea de reasentar en Madagascar a los diez mil judíos
refugiados en Francia en 1938, aunque con el estallido de la guerra la idea no
prosperó.
Con Francia y Polonia conquistadas, fue el teniente coronel de las SS,
Adolf Eichmann, el que volvió a sacar el tema con el Reichssicherheitshauptamt:
Madagaskar Projekt.
Eichmann utilizó documentos de la Oficina Colonial Francesa para diseñar
el Proyecto Madagascar, que contemplaba la deportación de un millón de judíos
anuales durante cuatro años con el objetivo de dejar Europa sin población
hebrea.
Todo el plan debería sufragarse con lo sustraído a los judíos y con
cualquier financiación recibida por parte de los territorialistas, que
anhelaban una patria propia.
En agosto de 1940, el plan fue aprobado y el diplomático Franz Rademacher fue el encargado de
llevarlo a cabo.
El texto obligaba a Francia a ceder Madagascar a Alemania y convertía a
las SS en la organización que gobernaría la isla como un Estado policial.
Los judíos jamás obtendrían la nacionalidad alemana y perderían la nacionalidad
de origen, pasando a ser ciudadanos del Mandato de Madagascar.
Resaltado: “Hago hincapié en la palabra reserva, ya que no se puede
hablar, ni en el presente ni en el futuro, de un Estado judio’, dijo
[Alfred] Rosenberg”. Waycross Journal-Herald, 8/2/1939. Fuente: The Rebel
El plan contaba también con la flota mercante británica como su
principal brazo logístico, la cual sería usada para llevar a los miles y miles
de judíos a África, pero la victoria inglesa en la batalla de Inglaterra y la
cancelación de la operación León Marino supusieron un duro revés para
Rademacher.
El poderoso Comité Judío Estadounidense (AJC por sus siglas en inglés)
no tardó en pronunciarse en contra del hacinamiento del pueblo judío en la
isla, advirtiendo de los peligros que suponía aceptar ese traslado.
Sin el apoyo de los judíos norteamericanos y con las dificultades
logísticas que suponía, el plan fue abandonado en favor de la creación del
gueto de Varsovia y la Solución Final.
Una isla hebrea en el Ártico
La isla Baranof, donde está situada Sitka, fue el lugar donde se debería crear la colonia judía. Fuente: Wikimedia
Harold L. Ickes, secretario del Interior de la Administración Roosevelt,
también quiso aportar su grano de arena a la cuestión judía ofreciendo la
remota isla de Baranof para la creación de un Estado judío.
Dos semanas después de la Noche de los Cristales Rotos, Ickes y el
subsecretario Slattery llegaron a la misma conclusión que los territorialistas
judíos de principios de siglo: era necesario encontrar un lugar donde reasentar
a los refugiados judíos de Europa.
Alaska, al ser un territorio y no un estado de la Unión, podría permitir
sobrepasar la cuota de entrada de inmigrantes, por lo que sería un buen lugar
para una tarea de tal magnitud.
La Alaska de los años 30 era una tierra inhóspita —aún más que en la
actualidad— y remota que apenas contaba con varias decenas de miles de
personas.
El subsecretario Slattery redactó “The Problem of the Alaskan
Development”, que ponía sobre la mesa la dificultad para explotar los vastos
recursos naturales del territorio debido a la baja demografía.
La preocupación de Ickes por los
judíos europeos y de Slattery por las posesiones estadounidenses más septentrionales
parecieron solaparse a la perfección; utilizando una expresión coloquial, se mataban dos pájaros de un
tiro.
Dos senadores demócratas y uno republicano introdujeron el proyecto en
el Congreso en 1940, pero fue rechazado.
La propuesta nunca salió del Comité para Asuntos Insulares del Congreso
de los Estados Unidos.
Muchos de los habitantes de aquella Alaska tampoco vieron con buenos
ojos semejante proyecto.
Por poner un ejemplo, el alcalde de Fairbanks comparó el plan de
Slattery con la creación de una colonia penal.
Las últimas propuestas
Además de estas, hubo otras propuestas minoritarias, como la creación de
un Estado judío en la Guyana Británica (actual Guyana), Kimberley (Australia) o Prusia oriental, aunque ninguna de estas consiguió el apoyo de la
OSM.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los asentamientos judíos en Palestina crecieron
exponencialmente y el peso demográfico de los hebreos en la región
obligó a la recién creada ONU a intervenir y crear el Plan de Partición para
Palestina, conocido posteriormente como la Resolución 181.
Cuando el mandato británico sobre los territorios palestinos expiró el
14 de mayo de 1948, David
ben Gurión proclamó la independencia de Israel, finalizando así la
centenaria búsqueda de la Tierra Prometida.
Veinticuatro horas más tarde, una coalición de países árabes atacó
conjuntamente el Estado de Israel, dando comienzo a una guerra que, de un modo u otro, continúa activa a
día de hoy.
Tomado de: https://elordenmundial.com/
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en: http://victorianoysocialista.blogspot.com,
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En Fecebook: adolfo Leon libertad
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