miércoles, 3 de octubre de 2018

La guerra psicológica del desabastecimiento

Quien crea que las guerras no son también guerras psicológicas, no sabe lo que es una guerra. Las guerras son con armas de cualquier tipo. Ocurren casi en cualquier contexto. Son guerras concretas, ocurren en el plano material, pero también en el imaginario, en el simbólico, en el emocional.
La dirigencia revolucionaria y el pueblo consciente de Venezuela hemos asumido políticamente algo que en otro frente de guerra declarara Ernesto Ché Guevara, y que me permito recordar salvando las particularidades entre aquella situación y la nuestra: “En una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera).”

AGOSTO 26 DE 2014, 
Dado el contexto de “guerra económica” en Venezuela, no podemos perder de vista que más allá de cuestiones concretas como el contrabando, la especulación, el acaparamiento y el sabotaje, la guerra psicológica y simbólica es un componente fundamental. 
Ambas formas de ataque están claramente articuladas.
Quienes inducen el desabastecimiento inducen también la sensación de molestia, malestar e incertidumbre, no sólo por la “ausencia” concreta de ciertos productos en los anaqueles, sino por la cualidad misma de ciertos productos. 
Estas prácticas de boicot económico van hermanadas de la reiteración mediática, la desinformación, la no difusión de la lucha contra el contrabando y demás males, y la reproducción de las matrices críticas a todo lo que el Gobierno propone para superar estas distorsiones en el suministro, como es el caso de las captahuellas en los abastos.  
Si revisamos al detalle qué productos han “escaseado” más en las cadenas de suministro, cuatro de ellos se van a destacar por su poca relación entre sí, pero tienen en común un gran significado para los consumidores.
 Estos productos son: el papel higiénico, la harina de maíz, los desodorantes y antitranspirantes y los químicos para pacientes con cáncer. 
Estos productos tienen particularidades, la harina de maíz y el papel higiénico son de procesamiento nacional, con poco o relativo componente importado. 
Dadas sus características, son productos que no dependen en gran medida de divisas ni de materia prima importada, por lo tanto se excluyen de ser productos que “escasean” por dólares. 
El caso de desodorantes y medicamentos de quimioterapias es totalmente contrario; básicamente lo único que sí tienen en común es que son productos altamente sensibles para el público consumidor. 
Pocas cosas generan tanto malestar difundido en la mediática como el hecho de que la gente no tenga “su desodorante preferido” y las muertes ocurridas en “pacientes de cáncer que mueren a mengua sin poder conseguir las quimioterapias”. 
Valdría la pena preguntarnos si es que en Colombia esos cuatro productos, al igual que la gasolina, son altamente costosos y de ahí que su extracción de Venezuela es por ende más “atractiva y rentable” para el bachaqueo.
 Quizá sólo las quimioterapias entrarían en esa situación. 
Entonces, ¿a qué se debe que el papel, los desodorantes y la harina sean tan “apetecibles” al contrabando? 
Si pasar casi cualquier cosa de contrabando a Colombia es rentable,
 ¿por qué tanto énfasis en estos productos?, ¿por qué sigue apareciendo papel higiénico a granel en los decomisos y sigue sin aparecer en los anaqueles?, 
¿por qué los desodorantes son tan susceptibles a verse contrabandeados, acaparados y revendidos en las calles?
 Estas preguntas más bien generan una pregunta medular: 
¿Son estos productos boicoteados en las cadenas de suministro de manera selectiva para generar malestar? 
Si entendemos que estamos en una guerra económica y asumimos que toda guerra tiene un componente de guerra psicológica, la respuesta es que sí. 
Son productos boicoteados de manera selectiva. 
Hay una intención política en tal boicot. 
Estas estrategias de boicot económico y guerra psicológica están tan articuladas que se basan en emplear a favor de la contrarrevolución la triste y desgraciada realidad de la sociedad venezolana de ser tan disfuncional, al punto en que un día nos vimos sin papel de baño y luego no supimos qué hacer, entramos en colapso, caímos en un estado de indefensión inducida por los medios y en la desesperación política por no saber cómo hacer para limpiarnos el culo. 
O al menos así le paso a buena parte de la población, especialmente en la clase media opositora. 
En Venezuela sectores muy visibles encontraron la fórmula “mágica” de “ayuda a tumbar al Gobierno contrabandeando, acaparando y especulando, y vuélvete rico en el intento. 
Si el Gobierno cae, buenísimo porque ahora va a mandar tu gente. Y si no cae, al menos te queda la bola de real”. 
El boicot económico emplea los elementos simbólicos de nuestra cultura rentista; la de tener de todo, la de gastar de todo en demasía, la de querer ser rico sin trabajar, la de la viveza criolla, del nerviosismo por el consumo, de la desesperación inducida
Dicho de otra forma, el ataque sostenido y articulado del boicot económico emplea los elementos simbólicos de nuestra cultura rentista; la de tener de todo, la de gastar de todo en demasía, la de querer ser rico sin trabajar, la de la viveza criolla, del nerviosismo por el consumo, de la desesperación inducida, de la politiquería a expensas de la “promesa del bienestar” de la gente, entre otras. Se ven en el imaginario y sensibilidad de la población venezolana cosas tan insólitas como gente que comenta en las redes sociales quejándose de que "escasean" los vuelos para el exterior, cuando ni en sus planes ni en los de algún familiar está hacer un viaje al exterior este año, colocando tal situación en el lugar de una desgracia nacional, una tragedia, un retroceso enorme en el país. 
Al lado de cada producto que “escasea” está el fatalismo, la desesperanza inducida. 
Las lecturas sobre el asunto se reducen a la catástrofe y los medios y redes sociales actúan como laboratorios de propaganda de guerra. Impera lo incierto, ninguna cifra es confiable, todo se tergiversa, los medios ocultan informaciones de manera conveniente y difunden otras por la misma razón.
 El escenario concreto, táctico, de la guerra económica son los anaqueles de los abastos, pero el escenario fundamental, estratégico, es el del imaginario social. 
Ese es el que induce a la gente votar por una opción u otra.
 En este plano se conjugan desde las sensaciones de desgracia e indefensión por la “fatal escasez” de harina de maíz, hasta la actitud de manada de alguien que camina en la calle, ve una cola y se mete en ella porque “deben estar vendiendo algo”.
Sobre las emociones y la sensibilidad sobre el tema se cierne lo mediático. 
El Gobierno ha recurrido a cadenas de radio y televisión para presentar imágenes que generan bochorno en buena parte de la población, de productos venezolanos a granel en Colombia, trochas, camiones repletos de pipas de gasolina y demás crónicas del desangre. 
Ha tenido que mostrar imágenes de uniformados, grandes decomisos, personas detenidas, todo en un intento por contrarrestar el ocultamiento de los grandes medios privados. 
Personas que ven la TV, aun siendo opositores, dicen frases como: “Que metan presos a esos malditos”, otros sufren emociones encontradas, exclaman: “Los únicos bachaqueros son los guardias”, o frases como: “Si la gente dejara de hacer colas y no compraran nerviosamente habría casi de todo en los abastos”. 
Son tiempos en que la confusión e incertidumbre campean. Es la guerra en el imaginario, en la opinión, en la percepción de lo que sucede.  
Pese al mejoramiento relativo del abastecimiento en puntos concretos del país donde había sido crítico hasta hace poco, el recrudecimiento de la campaña mediática opositora se caracteriza como una reacción a recientes cambios, anuncios y acciones del Gobierno al unísono de otras que se implementarán como las captahuellas para los grandes hipermercados y abastos. La reacción de la derecha es brutal, justo cuando el Gobierno asume de manera brutal y consistente una ofensiva por el abastecimiento. 
La derecha está clara: si Maduro asume el liderazgo de estas acciones y en el mediano plazo éstas contribuyen significativamente al mejoramiento de la situación, 
Maduro consolidará más su liderazgo. 
Ellos entienden que los golpes de opinión son vitales para contener lo que para la contrarrevolución significa que el Gobierno le tuerza el brazo a los desestabilizadores de la economía. 
Medidas que pueden resultar favorables para la gente, como la que de que el Gobierno obligue a los abastos a tener todas sus cajas operando, incluyendo las de sus propias redes de comercialización, son asumidas con rechazo por la dirigencia opositora casi de manera inexplicable y absurda. Allí queda claro el boicot sistémico. Es un duro escenario de confrontación por la estabilidad del país. 
La población venezolana se encuentra en un estadío de chantaje, secuestro y extorsión. La contrarrevolución sencillamente asumió de manera abierta pero no declarada textualmente ante el país: “O nos entregan el poder, o la gente seguirá sometida a las penurias del boicot económico”. 
La dirigencia revolucionaria y el pueblo consciente de Venezuela hemos asumido políticamente algo que en otro frente de guerra declarara Ernesto Ché Guevara, y que me permito recordar salvando las particularidades entre aquella situación y la nuestra: “En una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera).”

TOMADO DE: http://misionverdad.com/
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