viernes, 30 de abril de 2021

Operación Rügen, la atrocidad nazi-fascista no se debe olvidar

 Operación Rügen, la atrocidad nazi-fascista no se debe olvidar

Por: Acercándonos Cultura
Publicado: 26/04/2021





La repercusión internacional que alcanzó este bombardeo, ha hecho que sea una masacre mundialmente conocida y considerada como un icono antibélico, la masacre de Guernica.

En un principio los sublevados atribuyeron la destrucción de la ciudad a los republicanos, como había sucedido en Éibar e Irún, pero pronto se reveló al mundo la realidad de los hechos debido a la presencia en Bilbao de varios periodistas ingleses de importancia como George Steer (The Times).

El gobierno de Juan Negrín mostró a la prensa mundial los efectos del bombardeo que quedó como insignia del antifascismo, adaptando Pablo Picasso uno de sus cuadros para la Exposición Internacional de París de 1937.

Esta obra se convertiría en uno de los iconos más sobresalientes de la pintura del siglo XX y del antibelicismo.

Un mes antes aviones italianos habían bombardeado Durango el 31 de marzo en tres oleadas a lo largo de todo el día, causando unos 294 muertos.

El primer bombardeo de este tipo se había producido en noviembre de 1936 en Madrid cuando Franco ordenó a la aviación alemana e italiana que bombardeara a la población civil con el objetivo de desmoralizarla y conseguir la rendición de la ciudad.

En febrero de 1937, la misma Legión Cóndor había ametrallado una columna de refugiados civiles en la carretera entre Málaga y Almería causando cientos de muertos.

En 1938 las ciudades de Barcelona, con los bombardeos de marzo y Alicante, con el bombardeo del 25 de mayo, fueron también los civiles los objetivos. 

En 1997, el entonces presidente de Alemania, Roman Herzog, en carta leída a los supervivientes del bombardeo por el embajador alemán en España con motivo del 60 aniversario, pidió públicamente perdón por la manifiesta autoría alemana del bombardeo.




El bombardeo

Guernica, capital cultural e histórica vasca, tenía antes del ataque una población de unas 5000 personas, a las que habría que añadir un gran número de tropas, que se retiraban para preparar la defensa de Bilbao, y refugiados que huían del avance de las tropas franquistas.

En ese momento no tenía ningún tipo de defensa antiaérea.

La Legión Cóndor tenía como Comandante al teniente coronel Wolfram von Richthofen (primo del histórico aviador de la Primera Guerra Mundial Manfred von Richthofen, más conocido como el Barón Rojo), que ordenó, al parecer, el bombardeo y que en su diario personal admitía que en Guernica se había portado "muy maleducadamente".

El grupo de bombardeo estaba formado por cuatro escuadrillas de Ju-52 y la escuadrilla VB 88 de bombardeo experimental, con Heinkel He 111, y Dornier Do 17.

Los bombarderos fueron escoltados por cazas Heinkel He 51 de las escuadrillas de caza 1 y 3.J/ 88 y por los Me-109 del 2.J/ 88, escuadrilla que estaba bajo el mando del teniente Gunther Lützow.

Cierto número de aviones de caza italianos participaron asimismo en la misión.

El primer ataque lo realizaron un Dornier Do 17 alemán y tres Savoia S-79 italianos que habían despegado de Soria a las tres y media de la tarde con la misión de bombardear la carretera y el puente al este de Guernica, para obstaculizar la retirada del ejército vasco.

Las bombas de los S-79 cayeron en los alrededores del puente y la estación de ferrocarril, destruyendo varias viviendas, y las del Dornier Do-17 alcanzaron la iglesia de San Juan.

A continuación intervinieron uno o tres, según las fuentes, bombarderos alemanes He-111.

Todos ellos iban escoltados por cazas.

A las 6 de la tarde fue cuando se produjo el bombardeo más intenso a cargo de 19 Ju-52 alemanes.

Estos aviones descargaron tanto bombas explosivas como incendiarias, "una mezcla del todo innecesaria si el objetivo hubiese sido un puente", causando una gran destrucción.

Las últimas acciones del ataque se produjeron entre las siete menos cuarto y las siete de la tarde.

Cinco cazas Fiat y cinco Messerschmitt Bf-109 realizaron ametrallamientos tanto en el interior de la población como en los alrededores.

Las alarmas de la villa comenzaron a sonar poco después de las cuatro de la tarde y dejaron de sonar hacia las siete y media.

El sacerdote Alberto de Onaindía resumió así lo que había sucedido en esas tres horas y media de bombardeos: Habían sido aviones alemanes que fueron enviados sobre Guernica para hacer un ensayo de guerra totalitaria.

Era el primer ejemplo de este género de lucha: primero unas bombas para alarmar a la población [la gente comenzó a abandonar las calles y a esconderse en abrigos, en sótanos y bajo cubierto], luego oleadas de bombarderos con explosivos seguidos de bombas incendiarias y, por último, aviones ligeros que ametrallaban a los desgraciados que pretendía huir para salvar sus vidas.

Aunque posteriormente se dijo que el objetivo de la operación era la simple voladura de un puente, el hecho real es que tanto el puente como una fábrica de armas, situada en las afueras de la población, resultaron intactos, siendo muy improbable que las bombas lanzadas a 3.600 metros de altura impactaran en un puente de 15 metros y habida cuenta de que los aviones cargaban además bombas incendiarias.

 Sin embargo, el ataque fue devastador: los bombarderos lanzaron una gran cantidad de bombas medianas de 250 kg, ligeras de 50 kg y más de tres mil proyectiles incendiarios de aluminio de 1 kg sobre el casco urbano de la ciudad.

Los cazas, entretanto, disparaban en vuelo rasante asesinando a las personas que huían del lugar.

La destrucción fue tan grande que provocó un intenso humo, por lo que los últimos bombarderos, al no poder ver los objetivos, descargaron las bombas a ciegas.

El incendio provocado por el bombardeo no se pudo apagar hasta el día siguiente, en gran parte debido a la inexistencia de un parque de bomberos.

Sistema de refugios y alerta

Como cualquier otro lunes del año, ese del 26 de abril de 1937 era día de mercado, pero la cantidad de gente que había en Guernica no se había incrementado debido a este hecho, ya que la feria fue prohibida antes del mediodía por el alcalde, ante la cercanía del frente y el temor del avance enemigo.

El número de víctimas mortales, 126 según las últimas estimaciones, estuvo influido por el sistema de refugios y de alerta que se había realizado en la villa.

El bombardeo de Ochandiano, al comienzo de la contienda, el 22 de julio de 1936, que causó alrededor de 40 muertos, muchos de ellos civiles, incluidos mujeres y niños, y cuyo objetivo según un periódico republicano de Bilbao había sido "sembrar el terror", provocó que se tomara la decisión de realizar un sistema de refugios para la población civil, que se aceleró tras conocerse el terrible bombardeo de Durango del 31 de marzo de 1937 que extendió el pánico en muchas poblaciones vascas.

El proyecto se encargó al arquitecto municipal Castor Uriarte y al ingeniero Manuel Cabañes (madrileño que pasaba sus vacaciones en la villa).

En el momento del bombardeo, en la villa existían, según el testimonio de Castor Uriarte, cinco refugios construidos por orden de las autoridades municipales.

Uno de ellos se ubicó en los sótanos de la Casa Consistorial, otro en un edificio de la calle Santa María (aunque no estaba completamente terminado), un tercero en Pasealeku, y los dos últimos en el sótano de la casa Loizaga y en el patio del Cuartel de los Forales.

Aparte de estos refugios públicos había otros privados, al menos siete, en los sótanos de algunos chalés.

Además las instalaciones de las empresas "Talleres de Guernica", "Cuberterías Jypsa" y "Armas Astra, Unceta y Cía" contaban con sus propios refugios antiaéreos.

Los de Astra todavía están en pie y constan de una galería de 30 m en bóveda de cañón.

"En la construcción de los refugios habían participado vecinos del pueblo, y se habían utilizado diversos materiales, como troncos de pinos, sacos terreros y chapas de hierro.

De los cinco refugios públicos, el de la calle de Santa María estaba en construcción, ya que le faltaban chapas de hierro, y era una trampa mortal en caso de que alguna bomba cayera sobre el mismo, lo que desgraciadamente ocurrió, ocasionando una gran mortandad allí murieron 45 personas" según el testimonio de Castor Uriarte.

El sistema de defensa civil desarrollado por la "Junta Municipal de Defensa" de Guernica mantenía un sistema de señales de alerta.

Este era un sistema visual y sonoro.

Un vigilante en la cumbre del monte Kosnoaga avisaba de peligro mediante la exhibición de banderas rojas, estas banderas eran vistas por un segundo vigilante situado en el campanario de la iglesia de Santa María que tocaba a rebato y seguidamente todas las industrias que poseían sirenas hacían tocar las mismas.

Este sistema de alerta funcionó y salvó vidas, según el testimonio de Castro Uriarte: "En medio de la terrible destrucción que sufrió materialmente la villa foral, con muchísimos daños de todo orden, hubo suerte en lo que respecta a vidas humanas, porque el repique de campanas tras el aviso del vigía que estaba en la cima del monte Cosnoaga, y sobre todo porque el primer avión que vino y lanzó tres bombas, alejándose después, asustó a la gente, que se metió en los refugios o huyó del casco urbano, buscando refugio en los bosques cercanos o en las casas o caseríos más alejados, por lo que el número de víctimas fue mucho menor de lo que al principio se pensó"



Consecuencias del ataque

Nunca han llegado a saberse las cifras de víctimas ni existen datos fiables sobre el número exacto.

El gobierno vasco dio una cantidad oficial de víctimas de 1.645 muertos y 889 heridos, que es el número citado en los folletos impresos en el extranjero y por la prensa internacional como algunos periódicos ingleses.

El historiador Hugh Thomas situó la cifra de víctimas entre cien y mil seiscientos, estimando que la más probable sea de mil muertos. 

El 70% de los edificios de la ciudad fue totalmente destruido por el incendio, que no se pudo apagar hasta el día siguiente, y el 20% gravemente dañados (el arquitecto general de Regiones Devastadas contabilizó 271 edificios demolidos, lo que suponía el 74,4 por ciento de los existentes en la villa de Guernica y el barrio de Rentería).

El jefe del estado mayor de la Legión Cóndor Von Richthofen escribió lo siguiente tras su visita a Guernica: "Guernica, villa de 5.000 habitantes, ha sido literalmente asolada. (...)

 Las bombas de 250 kilos derribaron buen número de casas y destruyeron las cañerías.

 Las bombas incendiarias tenían ahora tiempo para desplegar su eficacia.

Las casas estaban construidas con cubiertas de teja, galerías de madera y entramado del mismo material, por lo que fueron completamente aniquiladas. (...)

Aún se ven hoyos de bombas totalmente increíbles. (...)

Así pues, sólo un completo éxito técnico de nuestras bombas de 250 y de las EC.B.1."

El 28 de abril, dos días después del bombardeo, las tropas sublevadas entraban en la villa foral, tomando el control de la misma y quemaron los archivos que hallaron en la iglesia de Santa María, imposibilitando el recuento final de fallecidos.

 

Motivaciones del ataque

Las motivaciones del ataque han sido objeto de polémica durante mucho tiempo, pero la mayoría de los historiadores que han investigado el tema defienden la tesis de que "la intención del bombardeo era destruir Guernica".

Para apoyar esta afirmación aportan dos pruebas fundamentales.

La primera es la combinación de bombas explosivas e incendiarias utilizadas en el bombardeo, cuya "única explicación posible" es que se pretendía destruir la ciudad.

La segunda es que para derribar el puente de Guernica o impedir que el ejército vasco pudiera retirarse, que fueron los dos objetivos alegados por los agresores, "no era necesario ametrallar a la población civil, movilizar aviones durante tres horas ni lanzar bombas incendiarias.

Para más inri, el puente no fue alcanzado, y al terminar el bombardeo permanecía intacto".

Sin embargo no existe un consenso tan claro en cuanto a la cuestión de "si el bombardeo fue exclusiva responsabilidad de los alemanes o si éstos actuaron bajo la orden de Franco o, en su defecto, de [los generales] Mola o Vigón.

Como no se ha encontrado ningún documento escrito, y difícilmente se encontrará, en el que Franco diera la orden, las opiniones de los historiadores se basan en distintos análisis y cómo funcionaba la cadena de mando del ejército franquista.

Lo que es incuestionable, como demostró Vicente Talón hace más de treinta años, es que los alemanes efectuaron el bombardeo a petición de las tropas franquistas que estaban en primera línea".

Así historiadores como Vicente Talón y Jesús Salas Larrazábal se inclinan por atribuir la exclusividad del bombardeo a los alemanes, mientras que otros como Manuel Tuñón de Lara, Ángel Viñas o Herbert Southworth apuntan al "Generalísmo" Franco como máximo responsable.

Una posición intermedia es la que mantiene el historiador alemán Klaus A. Maier: La Legión Cóndor [tuvo] en una alta medida la responsabilidad de la destrucción de Guernica.

La intención de los alemanes, a la que se sumaba una fuerte razón de prestigio nacional y personal (Richthofen), de proporcionar a los nacionales un triunfo rápido, tras el fracaso de Guadalajara para los italianos, llevó a una acción que en el norte se caracterizó por no guardar los alemanes consideración de ningún tipo.

La responsabilidad global del mando supremo nacionalista de Salamanca, que incluso bajo estas circunstancias consintió en la actuación de la Legión Cóndor en el norte, sigue por consiguiente intacta.

Algunos autores sostienen que el motivo del ataque consistía en una maniobra testaruda de Wolfram von Richthofen, pues opinaba que el ataque a Bilbao debía pasar por esta villa en vez de hacerlo por Durango.

Aparte de ello, Guernica constituía un centro clave de comunicaciones para las tropas republicanas.

Existía también una discrepancia entre el mando alemán y el español sobre la dirección de las operaciones.

Los alemanes preconizaban un avance más rápido, basado en la capacidad destructiva de la aviación, y estimaron que la destrucción del puente del barrio de Rentería de Guernica, el último antes de la ría, dejaría bloqueados en la ribera derecha el material pesado y los pertrechos de las fuerzas enemigas en retirada.

El mando español, por el contrario, era más prudente en el avance por un terreno de orografía difícil y frente a un enemigo que nunca dejaron de respetar.

El mando nacional quedó sorprendido, en un primer momento, ante la gravedad de la destrucción y consideró que no podía deberse, al menos en exclusiva, al ataque de la aviación.

La realidad es que la mayor parte del daño fue causado por el incendio provocado por las bombas.

Franco supo a los pocos días que los aviones italianos y alemanes eran los responsables del desastre, pero no quiso reconocerlo públicamente por suponer que ello molestaría a los nazis, cuyo apoyo consideraba imprescindible para ganar la guerra.

El ejército hitleriano utilizó los efectos del bombardeo como arma política en la guerra fría que mantenía con Inglaterra, y les interesó que la prensa mundial exagerase los resultados.

Así, Guernica habría sido una especie de ensayo de lo que luego serían los bombardeos masivos de la Segunda Guerra Mundial.

En los juicios de Núremberg, el entonces mariscal de la Luftwaffe, Hermann Goering, declaró: "La guerra civil española dio una oportunidad de poner a prueba a mi joven fuerza aérea, así como para que mis hombres adquirieran experiencia."

Se suele afirmar también que el bombardeo fue una venganza por el linchamiento por parte de la población civil de Adolf Hermann, piloto de un bombardero, derribado en Bilbao en 1937.

La propaganda franquista afirmó que Guernica, al igual que Irún, había sido incendiada por los propios "rojo-separatistas" (sic) en su huida, practicando una política de tierra quemada; pero varios corresponsales extranjeros, entre ellos George Steer, del diario conservador británico The Times, tuvieron ocasión de presenciar el estado de la villa después del ataque y ser testigos de la devastación, recogiendo pruebas de la autoría de los hechos, pues las bombas que no habían explotado daban testimonio de su fabricación alemana.

Otras consideraciones

La negación de la autoría por el bando franquista

Al día siguiente del bombardeo de Guernika el lehendakari del gobierno vasco José Antonio Aguirre hizo pública una nota en la que denunciaba que los autores de la acción habían sido "los aviadores alemanes al servicio de los facciosos españoles".

La nota decía: "Los aviadores alemanes al servicio de los facciosos españoles han bombardeado Guernica, incendiando la histórica villa, que tanta veneración tiene entre los vascos.

Nos han querido herir en lo más sensible de nuestros sentimientos patrios, dejando una vez más de manifiesto lo que Euzkadi puede esperar de los que no vacilan en destruir hasta el santuario que recuerda siglos de nuestra libertad y de nuestra democracia (...)."

Las afirmaciones del lehendakari Aguirre fueron contestadas por la propaganda franquista que atribuyó la destrucción de Guernika al propio ejército vasco: "Son completamente falsas las noticias transmitidas por el ridículo presidente de la República de Euzkadi relativas al incendio provocado por las bombas de nuestros aviones en Guernica.

Nuestros aviadores no han recibido ninguna orden de bombardear esa población.

Los incendiarios son los que, el verano pasado, incendiaron Irún y ayer Éibar.

En la imposibilidad de contener el avance de nuestras tropas, los rojos han destruido todo y acusan a los nacionalistas de hechos que no son más que la puesta en práctica de sus criminales designios.

¡Miente Aguirre! Miente vilmente.

En primer término no hay aviación alemana ni extranjera en la España Nacional.

Hay aviación española.

Noble, heroica aviación española que lucha constantemente con aviones rojos que son rusos, franceses y conducen aviadores extranjeros.

En segundo lugar, Guernica no ha sido incendiada por nosotros, la España de Franco no incendia.

La tea incendiaria es monopolio de los incendiarios de Irún, de los que han incendiado Éibar, de los que trataron de quemar vivos a los defensores del Alcázar de Toledo"

La acusación de los "nacionales" de que la destrucción de Guernica había sido obra de los propios republicanos fue rápidamente refutada por un testigo imparcial, el periodista británico George Steer cuyas crónicas sobre el bombardeo de Guernica fueron publicadas por su diario The Times de Londres.

Sin embargo la versión oficial franquista se mantuvo durante toda la guerra y una vez terminada la guerra, por lo que el libro del George Steer no se publicó en España.

Solo a finales de la dictadura franquista se reconoció la verdad, que la destrucción de Guernica fue realizada por las tropas que apoyaban a Franco.

La primera alusión al bombardeo aéreo se produjo en la revista "Ejército", en 1949, en el artículo de un jefe militar que había sido de los primeros en ocupar la villa.

La confirmación oficiosa se publicó en el tomo "Vizcaya" de las monografías sobre la guerra civil del Servicio Histórico Militar.

Este tomo se publicó en 1971.


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fin de la Guerra de Vietnam y la reunificación del país

 El 30 de abril de 1975 se produce la Caída de Saigón marcando el fin de la Guerra de Vietnam y la reunificación del país

Por: Acercándonos Cultura
Publicado: 30/04/2021





La imagen del último helicóptero Chinook elevándose desde la terraza de la Embajada de Estados Unidos, con un grupo de ciudadanos de ese país retirándose para siempre de la asediada Saigón, quedó como el símbolo del fin de la guerra de Vietnam. 

Hoy se cumple un año más del conflicto bélico que conmovió al mundo y asestó a Washington su mayor derrota militar y ética.

Con los milicianos del Vietcong a las puertas de la otrora Perla de Asia, preparados para tomarla, una multitud de survietnamitas impotentes quedó abandonada a su suerte alrededor de la sede diplomática, pese a las promesas de evacuación de los estadounidenses a los nativos que querían huir a Occidente.

El 30 de abril de 1975, la marea humana había logrado previamente forzar la entrada del edificio y llegar hasta la pista de aterrizaje, donde racimos de hombres, mujeres y niños protagonizaron escenas de violenta desesperación.

Muchos de ellos funcionarios civiles de los gobiernos que durante años apoyó y sostuvo la Casa Blanca, en su intento de escapar, trataron de aferrarse a las ruedas y patines de los helicópteros: muchas manos y brazos fueron quebrados por los culatazos de los marines para desprenderlos.

No pocos murieron en el intento.

El reloj marcaba las 8 de la mañana.

Era la hora del derrumbe: alrededor de medio millón de soldados estadounidenses fueron a Vietnam, de los cuales más de 58 mil nunca regresaron vivos a su país.

Se estima que los heridos, mutilados y afectados psicológicamente superan los 300 mil.

Dos millones de vietnamitas murieron en la guerra, muchos alcanzados por toneladas de explosivos, el napalm o víctimas del “agente naranja”, letal sustancia tóxica, arrojados por los temibles superbombarderos B-52 durante no menos de un decenio, y a la que la banda de rock formada en Athens, Georgia, le dedicó una canción.

Los guerrilleros del Vietcong tenían como líderes a dos veteranos de la guerra de Indochina: el fallecido ex presidente de Vietnam del Norte, Ho Chi Minh, y Von Nguyen Giap, el más importante estratega militar.




Habían derrotado a los franceses en la definitoria batalla de Dien Bien Phu, en 1954, que dividió a la península en dos zonas: la del Sur, con Saigón como capital y que quedó bajo la égida de Estados Unidos, y la del Norte, con Hanoi como principal enclave, apoyada por la ex Unión Soviética y China.

 Los últimos días, antes de la caída de la ciudad, buena parte del territorio del sur ya estaba en manos del Frente de Liberación Nacional (FLN).

En Saigón, en cuyos alrededores se habían amontonado más de un millón de desplazados, se respiraba un aire de derrota.

El sábado 25 de abril el dólar, por entonces la moneda local, se cotizaba a 3500 piastras.

Al día siguiente, a 4000.

El martes entre 4500 y 5000.

El miércoles se conseguía a 5000, pero a las 18 de ese día no bajaba de 7000.

Los cohetes disparados por el Vietcong sobre la ciudad, el cierre de establecimientos (incluso varios de los tugurios donde reinaban el juego, la prostitución y el tráfico de drogas), los cortes de luz y la escasez de alimentos deterioraban la situación hora a hora.

En ese marco, el presidente de Vietnam del Sur, Nguyen Van Thieu, ordenó el repliegue hacia la capital de varias divisiones ubicadas en las Altas Mesetas, alrededor de 250 mil efectivos, en un intento vano de protegerla.

Un error estratégico que pagaría con creces.

A los millones de desplazados del interior, que taponaban las rutas aún abiertas pero con una barrera de alambre de púas a los costados, sin agua, sin comida, muchos de ellos heridos o enfermos, se sumaron los soldados en retirada a bordo de todo tipo de vehículos, lo que transformó la situación en caótica, ya que prácticamente nadie podía moverse del lugar.

Como en un juego de dominó donde las fichas se desploman una tras otra, las ciudades de Xuan Long, Trang Ban, Han Tang, la poderosa base de Bien Hoa, entre otras, fueron cayendo en poder de los guerrilleros.

Los soldados survietnamitas arrojaban sus armas y emprendían la huida.

Después le tocó el turno a Da Nang, otrora la base orgullo del ejército estadounidense.

El presidente de Estados Unidos, Gerald Ford, emitió una orden secreta a su embajador en Saigón, Graham Martin: iniciar la Opción IV, es decir, la salida definitiva de los últimos ciudadanos estadounidenses y aliados locales aún en Saigón.

Para ser ejecutada, la orden tenía una clave: la American Radio Service debía difundir la frase código “la temperatura es de 105 grados Fahrenheit”, acompañada por la voz de Bing Crosby cantando “Queremos una Navidad blanca”.

Fue emitida el miércoles 29 a las 22.15.



Los últimos infantes de marina, previo a hacer explotar e inutilizar las instalaciones de la embajada, subieron al Chinook junto con personal superior de la CIA.

Thieu y otros muchos funcionarios ya habían huido.

No había gobierno.

Era el final.

A las 12.05 apareció un jeep por la céntrica calle Catinat enarbolando una gran bandera del Vietcong, con sus colores rojo y azul y una estrella amarilla en el centro.

“Soldados casi adolescentes, con cascos hechos con fibras vegetales, camisolas de color verde y sandalias fabricadas con caucho de neumáticos, y armados con fusiles chinos de asalto AK47, entraron al Palacio Presidencial, cuyas rejas previamente un tanque había tirado abajo”, relató el corresponsal de guerra y escritor francés Jean Lartéguy. 

“En el balcón –refirió– se izó la bandera del Vietcong.

Eran las 12.15 del sábado 30 de abril”.


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Hace 46 años caía Saigón y la derrota de EE.UU

 













Hace 46 años caía Saigón: El fin de la guerra de Vietnam y 

la derrota de EE.UU.

Por

 Luis Martin Millan

 -

 29 abril, 2015/21

 

La imagen del último helicóptero Chinook elevándose desde la terraza de la embajada de los Estados Unidos con un grupo de ciudadanos de ese país retirándose para siempre de la asediada Saigón quedó como el símbolo del fin de la guerra de Vietnam, hace 40 años, que conmovió al mundo y asestó a Washington su mayor derrota militar y ética.

Con los milicianos del vietcong a las puertas de la otrora “Perla de Asia” preparados para tomarla, una multitud de survietnamitas impotentes quedó abandonada a su suerte alrededor de la sede diplomática, pese a las promesas de evacuación de los estadounidenses a los nativos que querían huir a Occidente.

El 30 de abril de 1975, la marea humana había logrado previamente forzar la entrada del edificio y llegar hasta la pista de aterrizaje, donde racimos de hombres, mujeres y niños protagonizaron escenas de violenta desesperación.

Muchos de ellos funcionarios civiles de los gobiernos que durante años apoyó y sostuvo la Casa Blanca, en su intento de escapar intentaron aferrarse a las ruedas y patines de los helicópteros: muchas manos y brazos fueron quebrados por los culatazos de los marines para desprenderlos.

No pocos murieron en el intento. Los relojes marcaban las 8 de la mañana.

Era la hora del derrumbe: alrededor de medio millón de soldados estadounidenses fueron a Vietnam, de los cuáles más de 58.000 nunca regresaron vivos a su país.

Los heridos, mutilados y afectados psicológicamente se estima que superan los 300.000.

A su vez, dos millones de vietnamitas murieron en la guerra, muchos de ellos alcanzados por toneladas de explosivos, el napalm o víctimas del “agente naranja”, letal sustancia tóxica, arrojados por los temibles superbombarderos B52 durante no menos de un decenio.

Los guerrilleros del Vietcong tenían como líderes a dos veteranos de la guerra de Indochina: el fallecido ex presidente de Vietnam del Norte, Ho Chi Minh, y Von Nguyen Giap, el más importante estratega militar.

Habían derrotado a los franceses en la definitoria batalla de Dien Bien Phu, en 1954, que dividió a la península en dos zonas: la del Sur, con Saigón como capital y que quedó bajo la égida de los Estados Unidos, y la del Norte, con Hanoi como principal enclave, apoyada por la ex Unión Soviética y China.

Los últimos días antes de la caída de la ciudad, buena parte del territorio del sur ya estaba en manos del Frente de Liberación Nacional (FLN).

En Saigón, en cuyos alrededores se habían amontonado más de un millón de desplazados, se respiraban aires de derrota.

El sábado 25 de abril el dólar se cotizaba a 3.500 piastras, entonces la moneda local.

Al día siguiente, a 4.000. El martes entre 4.500 y 5.000.

El miércoles se conseguía a 5.000, pero a las 18 de ese día no bajaba de 7.000.

Los cohetes disparados por el Vietcong sobre la ciudad, el cierre de establecimientos (incluso varios de los tugurios donde reinaban el juego, la prostitución y el tráfico de drogas), los cortes de luz y la escasez de alimentos, deterioraban la situación de hora a hora.

En ese marco, el presidente de Vietnam del Sur, Nguyen Van Thieu, ordenó el repliegue hacia la capital de varias divisiones ubicadas en las Altas Mesetas, alrededor de 250.000 efectivos, en un intento vano de protegerla.

Un error estratégico que pagaría con creces.

A los millones de desplazados del interior, que taponaban las rutas aún abiertas pero con una barrera de alambre de púas a los costados, sin agua, sin comida, muchos de ellos heridos o enfermos, se sumaron los soldados en retirada a bordo de todo tipo de vehículos, lo que transformó la situación en caótica, ya que prácticamente nadie podía moverse del lugar.

Como en un juego con fichas de dominó que se van desplomando una tras otra, las ciudades de Xuan Long, Trang Ban, Han Tang, la poderosa base de Bien Hoa, entre otras, fueron cayendo en poder de los guerrilleros.

Los soldados survietnamitas arrojaban sus armas y emprendían la huida.

Después le tocó el turno a Da Nang, otrora la base que era el orgullo del ejército estadounidense.

El presidente de Estados Unidos, Gerald Ford, emitió una orden secreta a su embajador en Saigón, Graham Martin: iniciar la “Opción IV”, es decir, la salida definitiva de los últimos ciudadanos estadounidenses y aliados locales aún en Saigón.

Para ser ejecutada, la orden tenía una clave: la American Radio Service debía difundir la frase código “la temperatura es de 105 grados Fahrenheit”, acompañada por la voz de Bing Crosby cantando “Queremos una navidad blanca”.

Fue emitida el miércoles 29 a las 22.15.

Los últimos infantes de marina, previo hacer explotar e inutilizar las instalaciones de la embajada, subieron al Chinnok junto con personal superior de la CIA.

Thieu y otros muchos funcionarios ya habían huido.

No había gobierno.

Era el final.

A las 12.05 apareció un jeep por la céntrica calle Catinat enarbolando una gran bandera del Vietcong, con sus colores rojo y azul y una estrella amarilla en el centro.

“Soldados casi adolescentes, con cascos tipo colonial hechos con fibras vegetales, camisolas de color verde y sandalias Ho Chi Minh fabricadas con caucho de neumáticos, y armados con fusiles chinos de asalto AK47, entraron al Palacio Presidencial, cuyas rejas previamente un tanque había tirado abajo”, relató un testigo, el corresponsal de guerra y escritor francés Jean Lartéguy.

“En el balcón -refirió- se izó la bandera del Vietcong.

Eran las 12.15 del sábado 30 de abril”.

Tomado de: https://geopolitico.es/

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