miércoles, 7 de agosto de 2019

Investigan el poder cancerígeno de un químico presente en productos como la pasta de dientes de Colgate

Estados Unidos está investigando si uno de los químicos que contiene la pasta de dientes Colgate, el triclosán, podría provocar el crecimiento de células cancerígenas y si los exámenes toxicológicos que en su día pasó el producto fueron los adecuados, según recoge Bloomberg News.
 sólo era peligEl producto contiene un 0,3% de triclosán, que ha provocado malformaciones óseas y fetales en ratones. Hay indicios de que los exámenes que pasó el dentífrico en su momento no fueron lo suficientemente exhaustivos.
La web de Colgate, en el apartado en el que desgrana sus componentes, recoge cómo entre los ingredientes activos hay un 0,3% de triclosán. Desde hace años ya se publican informaciones que indican que este producto químico, que está presente en muchos artículos de higiene, puede afectar a la función muscular, cardíaca e interrumpir la actividad de la hormona reproductiva.
La empresa defiende que el dentífrico Colgate Total es seguro y que pasó el riguroso análisis de la Food and Drug Administration (FDA) estadounidense en 1997. Sin embargo, los informes de la FDA publicados a principios de este año demuestran que la agencia sólo se basó en la versión científica aportada por la empresa, sin hacer todas las pruebas necesarias. En este sentido, el documento de 35 páginas revela que la FDA mostró preocupación por el peligro del triclosán, pero la compañía afirmó que este químicoroso en grandes dosis. Y bastó.
El informe plantea interrogantes sobre si la agencia llevó a cabo todas diligencias debidas cuando examinó el dentífrico hace 17 años. Además, en estos años se han descubierto nuevos efectos nocivos del triclosán. Tres científicos consultados por Bloomberg News que revisaron estos documentos aseguran que la pasta de dientes debería volver a pasar por los laboratorios para ser examinada.
Por el momento, la compañía Colgate no está acusada de ningún delito y las 35 páginas no prueban que el triclosán sea perjudicial. Pero la FDA está revisando la nueva información aportada sobre los componentes para determinar si es necesaria una nueva evaluación.
Además, entre las investigaciones recientemente publicadas hay estudios que recogen malformaciones óseas y fetales en ratones y ratas expuestas al químico. Como no podía ser de otra manera, Colgate señaló que estos hallazgos no son relevantes. Este tipo de malformaciones parecen una señal de que el triclosán está alterando el sistema endocrino y el funcionamiento hormonal, de acuerdo con los tres científicos consultados por Bloomberg.
Es significativo que Colgate sí retiró el triclosán de su jabón líquido Softsoap en 2011, aunque señaló que no tiene planes para eliminarlo de Colgate Total, que es la única pasta dental con triclosán aprobada para su venta en Estados Unidos.
Usado durante décadas en jabones para manos, ahora el triclosán es parte de casi 200 productos, incluyendo alfombras y dispensadores de comida para mascotas. Ante la creciente alarma por sus posibles efectos cancerígenos, empresas como Johnson&Johnson y Procter&Gamble se han comprometido a eliminarlo de sus líneas.

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La Verdad incómoda de los Estados Unidos



por werkenrojo
Alejandra Ibarra
4-8-2019
En su manifiesto publicado antes de atacar a la comunidad de El Paso, el texano Patrick Crusius plasmó un miedo muy parecido al que otros hombres blancos como él tuvieron desde la fundación de Estados Unidos
El sábado 3 de agosto pasadas las diez de la mañana, Patrick Crusius, un hombre blanco originario de Dallas con 21 años, entró al Walmart de Cielo Vista Mall en la ciudad de El Paso, Texas, levantó un arma larga y abrió fuego contra los clientes del supermercado. 

Asesinó a 20 personas y lesionó a 26 más. La población de El Paso es mayoritariamente hispana y se espera que para 2020 el 85% de los habitantes sean latinos.

Es cierto que las balaceras como la perpetrada por Crusius son cada vez más comunes en Estados Unidos. 

Apenas el día siguiente, antes de que se cumplieran 24 horas de la masacre en Texas, un hombre de 24 años asesinó a nueve personas y lesionó a 27 en una balacera afuera de un bar en Ohio. 
El crimen del texano, sin embargo, tenía una particularidad. Antes de salir con la clara meta de acribillar a los clientes del Walmart, publicó un manifiesto intitulado “La verdad incómoda”.
En el manifiesto que el texano publicó antes de salir a masacrar latinos, Crusius escribió que la matanza que iba a realizar estaba motivada por el deseo de vengar a su país de lo que llamó una  "invasión de hispanos”. 
Su temor más grande, escribió, era que estos migrantes obtuvieran cada vez más poder político en los Estados Unidos.
El tema de migración es y ha sido profundamente polémico en los Estados Unidos a lo largo de su historia. 
Se trata de un país con una doble narrativa que cuenta, por un lado, la historia de una nación conformada por migrantes, y por otro, la realidad de un país que ha impuesto cuotas de migración por nacionalidad, que permite la naturalización de poblaciones blancas de manera más sencilla que poblaciones de color y que, en las décadas más recientes, ha normalizado la política de criminalizar y encarcelar migrantes en lugares que cada vez más frecuentemente son llamados campos de concentración. 
Tal vez la historia más vieja en la contradictoria narrativa estadounidense hacia la migración es la de Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos. 
Más de 3 mil kilómetros al norte de El Paso, Texas, sobre una colina en West Harlem, hay una casa de madera resguardada bajo la sombra de árboles enormes que se yerguen altos entre los edificios que rodean el jardín donde está la propiedad.
 La zona está rodeada de casas de campo y edificios modernos donde viven, mayoritariamente, latinos.
La finca se llama The Grange y fue la casa de verano de Hamilton quien, a su vez, era también un migrante. Antes de la guerra de la revolución de Estados Unidos, Hamilton vino a Nueva York desde la isla caribeña donde nació: San Cristóbal y Nieves, entonces bajo el imperio británico, luchó por la independencia de su nueva patria y se convirtió en una figura prominente en los años fundacionales del país.
Hoy Hamilton simboliza una especie de epítome del sueño americano: un migrante que vino de lo más bajo para llegar a lo más alto. 
Fue el primer secretario del Tesoro, fundó el banco nacional e inició su vida política defendiendo la migración. Quería traer gente de Europa que se dedicara a las artes y la manufactura para impulsar el crecimiento económico de Estados Unidos. 
Escribió sobre las dificultades de dejar atrás la tierra natal y los ajustes necesarios para hacer del nuevo país una patria, un hogar.
A lo largo de los años, y conforme más se consolidaban las ideas que definirían las instituciones públicas del país, la opinión que Hamilton tenía sobre temas migratorios empezó a evolucionar. 
Abogó por la restricción y limitación de las políticas de naturalización. Argumentó que permitir la participación de los inmigrantes en procesos democráticos les costaría el control político del país. 
“Es bien sabido”, escribió, “que si algo contribuyó a la caída de Roma, fue la precipitada comunicación de los privilegios de la ciudadanía a los habitantes del área general de Italia”. Se refería, sobre todo, al privilegio de votar.
Tan fundacionales como fueron sus ideas en temas como el tributario, el de comercio o el de un gobierno robusto con capacidades regulatorias, fueron sus ideas en el ámbito migratorio. 
Son parte crucial de la psique estadounidense, el reflejo de un país fundado para hombres blancos y diseñado por hombres blancos que llegaron de otras tierras.
Fueron esos mismos hombres blancos los que contaron la historia de su propia migración, sin considerar que había otra parte de la población que en ese momento estaba excluida de la participación democrática: los negros que trajeron esclavizados y las mujeres que no participaban en la vida pública. 
Y fueron esos mismos hombres blancos los que empezaron a resistirse a la migración, le negaron derechos políticos a los que llegaban después de ellos, a los esclavos liberados y a las mujeres sufragistas.
La finca de madera donde Hamilton pasaría sus últimos años está rodeada por casas de tres pisos que otrora eran de campo y edificios modernos con decenas de apartamentos donde cohabitan inmigrantes dominicanos y puertorriqueños. 
En la entrada de The Grange hay una placa que insiste en esta idea del país de migrantes en condiciones equitativas. Con letras blancas sobre un fondo gris oscuro, la placa lee: “por años, olas de inmigrantes se mudaron a estas casas de campo y apartamentos, siguiendo los pasos de Hamilton –de las islas del Caribe a un nuevo hogar en Harlem”.
En su manifiesto “La verdad incómoda”, el texano Patrick Crusius plasmó un miedo muy parecido al que había tenido Hamilton siglos antes. 
Ese mismo miedo que otros hombres blancos como él tuvieron desde la fundación de este país, desde esos días de escribir documentos con la ideología que sostendría las instituciones que hoy lo rigen.
 Ese mismo temor convertido en odio que llevó a Crusius a exterminar hispanos, a eliminarlos con tal de no concederles los mismos derechos de los que él goza.
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martes, 6 de agosto de 2019



Friedrich Engels



por werkenrojo
TOPOEXPRESS

Retrato Friedrich Engels

París, 1845

Simplemente no puedo entender que alguien pueda tener envidia de un genio;
la genialidad es algo tan especial que quienes no la tenemos sabemos
inmediatamente que es una cosa inalcanzable;
para sentir envidia de una cosa así hay que
ser tremendamente estrecho de miras.
Friedrich Engels
Engels estaba viajando de vuelta a Alemania desde Inglaterra cuando decidió dar un pequeño rodeo y pasar por París. Marx sabía que era el autor de lo que consideraba un brillante artículo de economía política escrito para la revista de Ruge a comienzos de aquel mismo año. Engels sabía de Marx que era el tirano que dirigía la Rheinische Zeitung en Colonia pero cuyos escritos respetaba enormemente. Los dos se encontraron por vez primera el 28 de agosto de 1844 en el Café de la Régence y estuvieron hablando durante diez días y diez noches seguidos. El café, situado cerca del Louvre, era un lugar adecuado para su primer encuentro sustancial; era famoso en toda Europa por el salón donde se enfrentaban los maestros de ajedrez.
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A los veintitrés años, Engels era un joven alto, esbelto, rubio, meticuloso en su forma de vestir, y atlético. Le gustaban mucho las mujeres –tantas como fuera posible– y los caballos. Ante la insistencia de su padre, propietario de una fábrica, había abandonado la escuela a los diecisiete años para aprender el negocio familiar. Considerándose a sí mismo un hombre de negocios y un artillero real prusiano, Engels era superficialmente muy distinto del cerebral, rechoncho, moreno y desaliñado padre de familia que era Marx, excepto por lo que un colega calificaba de su “inclinación a la bebida” y por su humor cáustico. Si Marx era simplemente el que parecía ser, Engels era un caso más complejo. Por un lado, era el hombre que la sociedad reconocía y aceptaba, el impenitente soltero que iba de caza con jauría y que tenía un talento prodigioso para distinguir un buen vino. Pero también era un revolucionario vehemente que vivía amancebado con una joven trabajadora irlandesa, y que cuando era todavía un adolescente había escrito una serie de incisivos artículos de periódico sobre los males sociales resultantes de la industrialización no regulada en su nativa Barmen. Fue el Engels revolucionario el que se presentó a Marx aquel mes de agosto en París, pero Marx acogió igual de bien los dos aspectos de aquel extraordinario personaje.
Engels era una rara combinación, un hombre de ideas y un reformador que podía escribir artículos de gran elocuencia e inmediatez, pero también un hombre de negocios que conocía los entresijos de la industria desde el despacho del propietario hasta las naves de la fábrica. Conocía muy bien las ramificaciones sociales, políticas y económicas del nuevo sistema industrial porque las había vivido. Era un enviado del mundo material que había llegado a la puerta de Marx para colmar los vacíos de sus estudios teóricos.
Por su parte, Engels reconoció en el Marx de veintiséis años una personalidad poderosa y un intelecto diferente a todos los que había conocido anteriormente. El buen soldado había estado buscando una causa o alguien a quien servir, y encontró a esta persona en Karl Marx. Engels describió más tarde su histórico encuentro en París de una forma mesurada y comedida: “Nuestro completo acuerdo en todos los campos teoréticos se hizo inmediatamente evidente, y nuestro trabajo conjunto data de aquella época.” Engels sería, simplemente, el salvador de la familia Marx. No solo proporcionó el contexto material que necesitaba el trabajo de Marx, sino que también se convirtió en el sostén material de la existencia misma de la familia.
Engels era el mayor de ocho hijos y el heredero de una próspera empresa textil fundada en el siglo XVIII en el valle prusiano de Wuppertal por su bisabuelo. Cuando Engels era un adolescente en Barmen, aquella parte de Renania era una de las más industrializadas de Alemania, y el río Wupper que la atravesaba estaba completamente contaminado por los residuos industriales. Su familia practicaba el pietismo, una de las versiones más fundamentalistas e intolerantes del cristianismo: cualquier forma de diversión pública estaba condenada; las escrituras y el juicio de su pequeña comunidad eran considerados como las autoridades fundamentales. Casi tan pronto como tuvo una personalidad perceptible, Friedrich alarmó a sus padres rebelándose. En una carta a su esposa, Friedrich Engels padre manifestaba estar preocupado de que su hijo de quince años no le obedeciese ni siquiera después de ser severamente castigado. El padre también había encontrado en el escritorio de Friedrich un “libro obsceno que había pedido prestado en la biblioteca pública, una historia de caballeros del siglo XIII… Quiera Dios velar por su manera de ser… A menudo temo por este muchacho, por lo demás excelente.”
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Durante sus años en el instituto de Elberfeld, Engels desarrolló un verdadero interés y también –a diferencia de Marx– un cierto talento por la poesía. Sus primeros poemas fueron publicados cuando solo tenía diecisiete años, y pensaba convertirse en escritor. Pero su padre quería que se dedicase al negocio familiar y le obligó a abandonar los estudios. Engels fue enviado a la ciudad industrial de Bremen para hacer de aprendiz y fue allí donde el hijo del propietario de una fábrica empezó su vida como revolucionario. Algunas de sus primeras muestras de rebeldía fueron bien conocidas en toda la ciudad. Desafió a sus iguales a dejarse bigote, algo considerado indecente en la buena sociedad. Una docena de ellos lo hicieron y se reunieron en una “fiesta del bigote.” También alardeaba ante su hermana de insultar a los “filisteos” no solo haciendo ostentación de su bigote en un concierto, sino vistiendo una chaqueta ordinaria y yendo a puño limpio, mientras que los jóvenes que tenía a su alrededor vestían frac y llevaban guantes de seda. “A las mujeres, por cierto, les gustaba mucho…Lo mejor de todo es que hace tres meses no me conocía nadie, y ahora me conoce todo el mundo.” Pero su verdadera protesta tenía forma escrita. Las “Cartas desde Wuppertal,” firmadas por el alias “Friedrich Oswald”, que se describía a sí mismo como un viajante comercial filosófico, causaron auténtica sensación. Publicadas en un periódico de Hamburgo en 1839, cuando Engels tenía dieciocho años, aparecieron posteriormente en periódicos de tendencia liberal de diversos lugares de Alemania. Las cartas describían a unos trabajadores fabriles que, desde una edad tan temprana como los seis años, trabajaban duramente en lugares insalubres, respirando más gases de carbón y polvo que oxígeno. Aquellas condiciones les condenaban a “verse privados de fuerza y de alegría de por vida,” escribía, y decía que “aquellos que no caían presa del misticismo eran destruidos por el alcohol.”
Una terrible pobreza prevalece entre las clases inferiores, particularmente entre los trabajadores fabriles de Wuppertal: la sífilis y las enfermedades pulmonares están tan extendidas que apenas resulta creíble; solo en Elberfeld, de dos mil quinientos niños en edad escolar, mil doscientos están privados de educación y crecen en las fábricas, meramente para que el fabricante no tenga que pagar a los adultos, cuyo lugar ocupan los niños, el doble del salario que paga a estos. Pero los acaudalados fabricantes tienen una conciencia flexible, y provocar la muerte de un niño más o menos no condena al infierno a un alma pietista, especialmente si acude a la iglesia dos veces cada domingo. Es un hecho que los propietarios de fábricas pietistas son los que tratan peor a sus obreros; utilizan todos los medios a su alcance para reducir la cuantía de los salarios, con la excusa de privarles de la oportunidad de emborracharse.
“Oswald” también se pronunció a favor de la liberación de las mujeres, de la que decía que constituía un paso básico en el camino hacia la libertad de todo el pueblo.(Aunque es posible que en este caso Engels tuviese motivos ligeramente menos altruistas: tenía claras las posibilidades sexuales derivadas del hecho de liberar a las mujeres de las restricciones sociales.)
En cuanto a la política, Engels declaraba en una carta a un amigo que odiaba al rey, que en aquel entonces era Federico Guillermo III. “Si no le despreciase tanto, a ese mierda, le odiaría aún más.  Napoleón era un ángel comparado con él… Lo único que espero de este príncipe es que su pueblo le llene la cara a derecha e izquierda de sopapos, y que las ventanas de su palacio las hagan añicos las piedras volantes de la revolución.” Consideraba a la nobleza meramente como el resultado de “sesenta y cuatro enlaces matrimoniales.”
Engels regresó a Barmen en 1841 y luego fue a Berlín para hacer un año de servicio militar. Extraoficialmente, también fue a Berlín para estar cerca de la universidad y de los Jóvenes Hegelianos, cuyas obras había leído en Bremen. Engels se unió a la nueva generación de jóvenes hegelianos conocida como “los libres,” que lo acogieron calurosamente; ya había publicado al menos treinta y siete artículos, y todos los de su círculo eran conocedores de los legendarios ataques de “Friedrich Oswald.”
Una de las principales influencias de Engels en aquella época era el amigo de Marx Moses Hess, el primero entre ellos que abrazó la causa del comunismo. Hess creía que la revolución era inevitable y que estallaría al mismo tiempo en Francia, Alemania e Inglaterra; en Francia como la tierra de la revuelta política, en Alemania como el centro de la filosofía, y en Inglaterra como sede de las finanzas mundiales. Quiso la suerte que, después de Berlín, el último de estos tres países fuese la siguiente parada del viaje de autodescubrimiento de Engels.
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En 1837 la familia Engels se había asociado con los hermanos Ermen en Inglaterra para abrir una fábrica de tejidos de algodón en Manchester, y el padre de Engels envió allí a su hijo mayor para la siguiente etapa en su formación. Trabajaría en las oficinas de Victoria Mills de Ermen & Engels, en la ciudad que era considerada como el corazón industrial del mundo. Era el mejor lugar para que aprendiera el oficio, y para que el otro Engels, el revolucionario, aprendiera cómo derrocar al sistema. De camino a Inglaterra pasó por Colonia para encontrarse con el editor de la Rheinische Zeitung, Karl Marx. Pero Marx le rechazó de plano por considerarle miembro del grupo de “los libres,” al que desdeñaba, y la reunión concluyó casi antes de empezar (hasta el punto de que cuando Marx y Engels reconectaron en París fue efectivamente la primera vez que se reunieron).
Cuando Engels llegó a Manchester en Noviembre de 1842, en vísperas de su vigésimo segundo aniversario, la ciudad se estaba recuperando de una gran huelga obrera contra los recortes salariales. El ambiente era electrizante. Los trabajadores eran unos de los más reprimidos del mundo, y sin embargo la ley inglesa les reconocía el derecho de reunión, lo que les daba un atisbo de esperanza de que podrían mejorar su suerte. Pero no sería fácil. Un observador de la época dijo, refiriéndose a Manchester: “No hay ciudad en el mundo donde la distancia entre ricos y pobres sea tan grande, y las barreras entre unos y otros tan difícil de cruzar.” Engels lo hizo pronto, sin embargo, con ayuda de una irlandesa de diecinueve años llamada Mary Burns.
Mary trabajaba en la fábrica de Engels con su padre y con su hermana de quince años Lydia (o Lizzy). No está claro cómo conoció Engels a Mary, si fue en la fábrica o si, como sugieren algunos biógrafos, fue después de verla vendiendo naranjas en el Hall of Science, un centro cultural socialista de Manchester. Pero fuese donde fuese que la conociera, Engels se sintió indudablemente atraído por lo que sus amigos describían como la belleza salvaje de Mary, su ingenio y su inteligencia natural. La alianza fue crucial para Engels. Mary le introdujo en la “Pequeña Irlanda” y en otros barrios obreros en Manchester en los que los burgueses como él nunca se aventuraban, ni siquiera para cobrar alquileres. Lo que encontró allí fue una ausencia total de salubridad, pozos sépticos que apestaban a orines en los que se pudrían los cadáveres de animales, pocilgas cada veinte pasos y “unos charcos de barro tan profundos que resultaba imposible caminar por ellos sin hundirse hasta los tobillos.” Las casas, de solo una o dos habitaciones, tenían el suelo de barro. Engels decía que la suciedad y el hedor eran tan horribles que “ningún ser mínimamente civilizado podría vivir en aquel barrio.”
Y sin embargo, aquellas eran las casas donde vivían los trabajadores de la fábrica de su padre y de otras fábricas como la suya. Y aquellos eran los hombres cuyo trabajo crearía el brillante futuro de sus patronos. Engels llegó a la conclusión de que la única diferencia entre los esclavos y los trabajadores de las fábricas era que los esclavos eran vendidos de por vida, mientras que los trabajadores de las fábricas se vendían a sí mismos día a día. Pero, igual que los trabajadores, también él veía una promesa latente en las profundidades de tanto sufrimiento. Engels pensaba que aquella situación les “hacía darse cuenta de la necesidad de una reforma social mediante la cual las máquinas ya no trabajasen contra ellos sino para ellos.”
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Mary también le presentó a Engels a muchos radicales irlandeses y británicos. Uno de ellos, el británico George Julian Harney dijo sentirse maravillado por “aquel esbelto joven con aspecto casi de muchacho inmaduro y que hablaba un inglés notablemente puro.” A las pocas semanas de estar en Manchester, el rebelde que latía en el interior de aquel joven prusiano aparentemente inofensivo estaba ardiendo de indignación. Mientras trabajaba en el despacho de la fábrica de su padre, Engels empezó a escribir artículos para periódicos reformistas británicos acerca de las condiciones en Alemania, y enviando cartas a Alemania sobre sus descubrimientos entre los trabajadores en Inglaterra. Marx publicó cinco de ellas en la Rheinische Zeitung en 1842 identificando a su autor solamente como “X.” Los artículos publicados en Gran Bretaña iban generalmente firmados por “F. Engels.”
En 1843, la educación recibida por Engels en las calles la había complementado con la lectura de libros sobre la historia, la política y la economía inglesas. El resultado fue un folleto de veinticinco páginas titulado “Esbozo de una crítica de la economía política,” que fue editado por Marx y publicado en el periódico de Ruge en París a comienzos de 1844. Aquel artículo fue tal vez el primer informe crítico “marxista” del aún incipiente sistema capitalista. En él Engels escribía que aquellos que poseían las máquinas creaban el caos económico y social embarcándose en un ciclo de sobreproducción seguido de recortes que reducía los salarios, provocaba la crisis social y exacerbaba el conflicto de clases. Los progresos técnicos no facilitaban la vida del trabajador, y solo eran empleados para incrementar los beneficios del patrono. Los hombres eran despedidos por culpa de las máquinas y de los que conservaban el trabajo se esperaba que trabajasen igual de duro –si no más– para compensar la pérdida de mano de obra. En aquel sistema, los beneficios de los capitalistas dependían de las pérdidas de los obreros.
Cuando se encontraron en agosto de 1844, Marx y Engels habían llegado ya a las mismas conclusiones, pero lo habían hecho por caminos diferentes. En aquel momento estuvieron de acuerdo en que la mejor forma de avanzar era mediante la propaganda. Engels planeaba regresar a Alemania para escribir un libro sobre el tiempo pasado en Inglaterra (que se convertiría en un clásico: La situación de la clase obrera en Inglaterra), mientras que Marx empezaría a trabajar en un libro de economía política basado en sus estudios de aquel año. Antes de que Engels abandonase París en setiembre escribió quince páginas de un polémico panfleto que él y Marx pensaban firmar conjuntamente, un documento que atacaba las posturas de algunos de sus antiguos asociados. En su introducción, Marx y Engels describían el panfleto como una especie de catarsis, tras lo cual emprenderían obras positivas de carácter filosófico y social. Esta sería su primera publicación conjunta. Marx la tituló La Sagrada Familia, o Crítica de la crítica crítica.
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EEUU. PASÓ, PASA Y PASARÁ POR ENCIMA DE LAS LEYES INTERNACIONALES Y DEL CONSEJO DE SEGURIDAD

SI CONDOLEZZA RICE YA DEMOSTRÓ SER AFROAMERICANA Y CRIMINAL, ESTA SUSAN RICE TAMBIÉN OPTA POR EL ASESINATO

La embajadora de Estados Unidos (EE.UU.) ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Susan Rice, asomó la posibilidad de tomar medidas unilaterales contra Siria, fuera del marco del organismo, en caso de que falle el plan de paz de Kofi Annan y Rusia y China sigan vetando resoluciones del Consejo referente a la intervención extranjera.

La alta funcionaria “presiente” que el clima de violencia en Siria puede agudizarse y extenderse a otros países de la región, debido a la falta de unanimidad en el Consejo de Seguridad y el fracaso del plan de Annan.

“En dicho caso, la comunidad internacional no tendrá otro remedio que considerar medidas fuera del formato del plan de Annan o de la competencia del Consejo de Seguridad”, agregó la embajadora.

La diplomática considera que actuar de esa manera es la opción más factible, dada las circunstancias de las últimas semanas. “Es la peor variante que, por desgracia, actualmente parece ser la más probable”,expresó a los medios de comunicación.

UN HIJO DE BUSH QUE NO REPARA EN LA GUERRA Y LA VIOLACIÓN DE LAS LEYES INTERNACIONALES

Por su parte, el embajador ruso Vitali Churkin llamó a abstenerse de gestos, insinuaciones y actos que vayan más allá de las decisiones del Consejo de Seguridad y el plan de Annan”. 

Estados Unidos, a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ya ha actuado anteriormente a espaldas y violando resoluciones de la ONU. Un ejemplo fue la campaña militar aérea contra Yugoslavia en 1999, que carecía de aprobación del Consejo.

Igualmente, en otras ocasiones algunos Estados del mundo han denunciado que la OTAN lleva al límite algunas operaciones y sobrepasa la resoluciones del Consejo.

En 2011, el organismo terrorista del Atlántico Norte violó la resolución 1973 del Consejo de Seguridad -la cual establecia una zona de exlcusión aérea en Libia para proteger a lo civiles- luego que sus ataques terminaran asesinando a miles de ciudadnaos libios.

Los Gobiernos de Rusia y China han manifestado públicamente que vetarán cualquier proyecto de resolución que sea llevado hasta el Consejo y que incluya una intervención militar extranjera en Siria. A principios de año ya lo hicieron ambas naciones.

Por otro lado, países como Australia, Bélgica, Francia, Israel han expresado su apoyo ante una eventual intervención. Otros Estados como Arabia Saudita, Catar, Reino Unido, Canadá y Estados Unidos se muestran positivos ante esta opción.

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