Como viene sucediendo desde que el cine de Hollywood se hizo el amo de las pantallas, lanzando cientos de películas de decenas de estilos, aunque con preferencia a los westerns y de temática bélica, el mundo se dividía en buenos y malos. 

Tras la derrota del III Reich, fundamentalmente por el heroísmo de los pueblos de la URSS, los llamados aliados iniciaron una guerra fría contra la Unión de Repúblicas socialistas soviéticas, que se plasmó también en obras cinematográficas en las que los malos eran los espías rusos y los buenos, obviamente, sus homólogos estadounidenses, británicos o franceses.


Tras la debacle de la URSS en 1990, esencialmente decidida por el PCUS por no haber elegido una revolución como la implementada por Den Xiao Ping y mantener una política económica errónea, que concedía al estado el monopolio absoluto de la construcción, la ciencia, el mercado, la técnica, la vivienda, alejadas de la competitividad comercial de Occidente, aunque manteniendo unos derechos sociales que eran ejemplo de generosidad y respeto a la igualdad.


En los comienzos de 1991, la OTAN inició un sibilino acercamiento a la Federación rusa, no sin antes «sobornar» a todos los gobiernos de Europa Oriental, que acogieron su entrada en el régimen neoliberal más tramposo y presuntamente brillante, mientras rodeaban a Rusia con bases militares, armamento ofensivo y toda clase de asentamientos con miles de soldados, listos para entrar en combate a la primera señal de debilidad de Moscú.


Hoy, la OTAN declara que Rusia es su principal enemigo a eliminar, seguido de China, a la que se irán uniendo Irán, Serbia, Venezuela, Nicaragua, Cuba, etc. 


Los buenos de la película, que desenfundan sus armas antes que los malos, muestra la estupidez colectiva de unos pistoleros que olvidan el dato más esencial de su estrategia criminal destinada al fracaso más rotundo.


Los pueblos donde viven los condenados por esa máquina mafiosa que es la OTAN, superan en patriotismo y valentía, unidad y capacidad de sacrificio, a esas ciudadanías occidentales sumidas en la pobreza, la desigualdad, el miedo, la cobardía y el deseo de abandonar a su patria en cuanto suene el primer cañonazo.


China advierte a la OTAN que, con ese rechazo frontal a un plan que divide el mundo entre una organización militar-empresarial, en la que los gobiernos de las naciones que la sostienen están liderados no por expertos en decisiones que detenten un gramo de inteligencia política, y unos países que luchan por estrechar lazos culturales, comerciales, técnicos, turísticos, que no practican la injerencia en las políticas de otras naciones, ni financian golpes de estado para expoliar las riqueza ajenas, ni rodean territorios con armamento ofensivo, bases militares espaciales, terrestres y marítimas. 


Pero los «buenos» no toleran que otros pudieran hacer lo mismo.


Alea jacta est. Acaba la Cumbre Terrorista y comienza a sentirse el hartazgo de los «malos» ante ese descarado Desfile del Orgullo Criminal, destinado a un fracaso que sume a los pueblos occidentales en un mar de pobreza galopante.


El invierno va a ser muy duro para «los buenos».

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