jueves, 24 de diciembre de 2020

Las cuentas de la amargura

 

Las cuentas de la amargura

Por adelantado, sabíamos que ni el imperio ni sus mandaderos internos y foráneos darían validez a estas elecciones y acudirían a sus usuales  artimañas mediáticas, para negarlas de raíz

Jimmy López Morillo

20.DIC.2020 



Foto: Referencial

El primero de julio, cuando la nueva directiva del Consejo Nacional Electoral encabezada por la doctora Indira Alfonzo convocó a  las elecciones parlamentarias, pudimos haber dejado preparada esta crónica, con algunos espacios en blanco a ser rellenados luego de los comicios del pasado domingo 6.

 ¡Así de predecibles son estos ya desgastados actores de la extrema derecha interna y externa y algunos que, tratando de pescar en río revuelto, se deslindaron de la Revolución Bolivariana liderada, aunque les duela, por el presidente legítimo y constitucional Nicolás Maduro Moros!

Los argumentos a utilizar eran, son y seguirán siendo los mismos  que desde hace un par de décadas nos repiten en suerte de letanía: no serán unas elecciones libres, transparentes; no hay garantías, ventajismo, dictadura, inconstitucional, gobierno ilegítimo, fraude, persecución a la disidencia…y un sinfín de etcéteras más.

Por adelantado, sabíamos que ni el imperio ni sus mandaderos internos y foráneos darían validez a estas elecciones y acudirían a sus usuales  artimañas mediáticas, para negarlas de raíz, a pesar de que son un mandato expreso de la Constitución de la República Bolivariana, pero por supuesto, para ellos nuestra Carta Magna es solo un instrumento al cual apelan a su entera conveniencia y libérrima interpretación, cuando no la utilizan para limpiarse el que te conté, como han venido haciendo inclusive desde antes de la inédita autoproclamación en una plaza pública de su títere, ese moderno monumento a la idiotez al que le engancharon la supuesta presidencia de un país de fantasías.

No había ninguna posibilidad de error, entonces, si se dejaban abiertas las puertas a algunas variantes, como la de aquellas organizaciones que recurriendo a las viejas prácticas del divisionismo que tanto daño nos hicieron en un pasado no tan lejano, sosteniéndose en lugares comunes, argumentos trasnochados, erróneas interpretaciones, dogmas desempolvados y hasta algunas aspiraciones de índole personal –todo lo cual es hasta comprensible en política, aunque parezca contradictorio- , decidieron hacer tienda aparte de la alianza PSUV/ Gran Polo Patriótico “Simón Bolívar”.

En el trayecto, también hubo extorsiones, chantajes, amenazas de “sanciones” para los opositores que decidieran participar en el proceso comicial, además de declaraciones injerencistas de entes satélites de los genocidas de Washington como la Unión Europea, anunciando que no “reconocerían” el mismo porque no existían “garantías”, según ellos, no sin antes arrojar la inaceptable propuesta de posponerlo, poniendo además otra serie de condiciones. 

Ello fue la excusa perfecta para que otro muñeco saltarín, Henrique Capriles Radonbski, sin aguantar dos pedidas, se saliera del “paquete”.

En los papeles

Así llegamos al 6-D, cuando ocurrió lo que todos sabíamos iba a ocurrir, con una pandemia desatada, una oposición atomizada, con una de sus partes llamando a la abstención, algunos sectores de izquierda  pegando brincos y lecos, la mayoría intentando sacar provecho al natural descontento como consecuencia de la grave crisis económica y un PSYV/GPPSB con maquinaria aceitada, plenamente claros en el objetivo: lograr mayoría absoluta en la nueva Asamblea Nacional, que se instalará el próximo 5 de enero, teniendo como primera misión recoger los pedazos dejados por las diputadas y los diputados salientes, con toda la escoria que tuvieron al frente.

Y comenzaron entonces las cuentas de la amargura, utilizando el trampolín de la baja participación, poco menos del 32% para, una vez más, intentar deslegitimar el proceso y, por supuesto, el resultado, obviando, también como era de esperarse, las particulares condiciones en las cuales se desarrollaron estos comicios.

En principio, todos los tiempos históricos cambian, a veces de una manera vertiginosa: en política, lo que hoy tiene basamentos y validez, tal vez mañana no.

¿Que en el 2015 participó el 70%? ¿Y acaso la mayoría de ese alto porcentaje no acudió siguiéndole los pasos a los flautistas de Hamelín de nuevo cuño, prometiéndoles “la última cola”  para terminar llevándolos, llevándonos, literalmente al matadero? ¿No debía esperarse acaso que la devastadora situación económica inducida por el salvaje bloqueo y las criminales acciones desatadas por la pandilla de gángsters que se apoderó de la AN hiciera mella incluso entre el chavismo?

Resulta cuando menos mala intención o ceguera, negar los perniciosos efectos del bloqueo sobre la moral de buena parte de nuestra población, como hicieron algunos sectores y personeros de izquierda para intentar justificar su deslinde, pero estuvo allí, generó descontento e incidió en quienes también molestos por otra serie de fallas generadas desde las estructuras gubernamentales –altas, medias y bajas-, decidieron no acudir a los centros de votación. 

Esa es una realidad.

En todo caso, también hay otra realidad incuestionable: en cualquier competencia, gana quien anota más carreras, goles o canastas, así sea por 1-0. 

En eventos electorales, se impone quien obtiene más votos, sin importar el número de personas que acudan a sufragar. 

Los dolientes, las viudas, pueden irse a llorar a Washington, pero antes del 20 de enero, cuando se les marchará su engendro de la Casa Blanca.

Pero también hay otra verdad ineludible que nos deja estas elecciones: el pueblo entero, chavista y opositor, quienes votaron o no lo hicieron, están urgiendo soluciones perentorias a la terrible crisis económica que atravesamos y ese es un mandato para todas las diputadas y todos los diputados que asumirán sus curules el próximo 5-E, así como para el Gobierno nacional, encabezado por nuestro líder indiscutible, Nicolás Maduro Moros. 

No puede dejar de escucharse incluso a quien habla con su silencio.

De eso se tratará lo que toca hacer a partir del 2021 para nuestro país, sin más alternativas que la de enrumbar a la Patria por los caminos de la recuperación económica, porque de lo contrario, el enemigo, acechante, continuará horadando conciencias y montando trampas como la de “la última cola” del 2015, con consecuencias tal vez irreversibles.

¡Feliz Navidad y que en el 2021 los caminos de la dicha y la prosperidad se abran para nuestra amada Venezuela y para quienes habitamos en ella!

 Tomado de:  http://www.psuv.org.ve/

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