lunes, 15 de julio de 2019

SEBASTIÁN PIÑERA Y EL MODELO DE 

HIPOCRESÍA EN DERECHOS HUMANOS



  • Por 
  •  
  • julio 14, 2019
  • Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)  
    EL CLARÍN DE CHILE Julio 14, 2019
    La denuncia sobre atropellos a los derechos humanos exige la máxima coherencia: no se trata de atacar sólo  a las dictaduras de signo contrario, sino también a las que defienden las ideologías de quienes hacen la denuncia.
    La coherencia en este plano nunca ha sido fácil: el brillante escritor francés Albert Camus fue condenado por la izquierda cuando en una conferencia expresó que prefería la vida de su madre a la justicia, es decir, coherentemente condenaba el que los medios – los atentados – no fueran censurados en razón de la justicia de la causa de la liberación de Argelia.
    En la obra de teatro de Camus, Los justos, (basada en una novela de Dostoievski), el personaje principal de la secta conspiradora contra los zares tiene por misión el asesinar a un miembro de la nobleza, pero al enterarse de que tiene mujer e hijos duda del cometido que tiene que llevar a  cabo como revolucionario.
    En Las manos sucias, de Jean Paul Sartre, el militante del partido  comunista tiene una misión muy similar a la del protagonista en Los justos, y aunque constata que a quien tiene que asesinar es un ser humano sináptico , lo hace porque tiene que ensuciarse las manos.
    El gran debate entre Sartre y Camus se centra en los crímenes de Stalin, en los procesos de Moscú: el primero, aun cuando los condena, termina por justificarlos en razón de que constituyen el punto de negación en la dialéctica, y que, posteriormente vendrá la síntesis, es decir, el mundo de la libertad, con el fin del estado de la necesidad; el segundo sostiene que los crímenes de Stalin deben ser denunciados, (como lo hiciera Camus en el diario Combate durante el período de la ocupación).
    Todos los partidos políticos a nivel mundial, salvo los comunistas, condenaron en su momento las invasiones soviéticas a Alemania del Este, Hungría y Checoslovaquia; en el caso chileno esta coherencia con los derechos humanos es un gran mérito del líder Raúl Ampuero y  del Partido Socialista en su conjunto.
    Hay que distinguir siempre entre socialismo libertario y el dictatorial, (en mi caso particular, no estaré de acuerdo en la defensa de dictaduras propias para criticar las ajenas), por consiguiente, si rechazamos, por ejemplo, la tortura, esta crítica debe aplicarse en todas las circunstancias e ideologías, (al cristianismo que las aplicó so pretexto de salvar el alma del pecador; a los soviéticos, que no dudaron en su práctica para salvar la revolución; a los capitalistas que actúan de la misma manera para mantener la propiedad y la desigualdad, en consecuencia, para ser coherente con los derechos humanos es necesario terminar con todos los ídolos: el salvador, el dinero, el poder, la desigualdad…, es decir, es decir, ser un hombre libre.
    Sebastián Piñera, en el caso de Venezuela, posa de “líder” en la tarea de derrocar a Nicolás Maduro, aduciendo que en ese país se violan los derechos humanos, pero hace todo lo contrario en la ridícula y vergonzosa actitud de Chile en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en que Chile votó en contra de la iniciativa de Islandia  para que se investigara la situación de Filipinas, sobre los graves abusos contra los derechos del hombre, practicados sistemáticamente por su Presidente, Rodrigo Dutarte, (ya llevan más de 20.000 muertos so pretexto de combatir a los narcotraficantes, por ejemplo).
    Sebastián Piñera, en su brillante defensa de los derechos  del hombre quiere, nada menos, que entregar a los  militares la lucha contra el narcotráfico en nuestras fronteras, sin tener en cuenta el enorme fracaso de la militarización en la lucha contra los narcotraficantes durante el gobierno del Presidente Felipe Calderón, en México, y también de los diversos Presidentes colombianos, en ambos casos, conduciendo a sendos Estados inviables.
    Entre las 15 abstenciones en la ONU Chile se encuentra acompañado, nada menos, que por Brasil y Sudáfrica, (antes  practicó el Apartheid).
    No podemos negar que Piñera votó NO en el plebiscito de 1988, pero también  debemos recordar que se hizo rico durante la dictadura, y que pidió a gritos el regreso del tirano Pinochet, cuando estaba en Inglaterra. 
    Por otra parte, denuncia a los cómplices pasivos de la dictadura, pero luego los convoca a integrar su gabinete. Sebastián Piñera es un hombre de nuestro tiempo: no tiene otro norte que el dinero así tenga que vender su alma al diablo.
    Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
    14/07/2019                        

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