Hay que entrar en Venezuela (Intervención)
Es hipócrita escandalizarse por lo de
Maduro y hacerse luego la estrecha con las soluciones
Nunca había leído un “Articulo”
tan repugnante ni de tan baja calidad moral, pero un personaje como el autor de
este bodrio; se lleva todas las palmas por su insensatez, fascismo visceral,
falta de escrúpulos rallando al grado de imbécil, al defender una tesis que ni al
mismo Hitler se le hubiera ocurrido. Pero lamentablemente hay que leerlo y con detenimiento para
poder entender el cómo piensan y el porqué de su actuar. y este tipo de publicaciones solo se leen en panfletos como http://www.abc.es/
10/08/2017
A la luz de los últimos acontecimientos venezolanos es más
fácil comprender la valiosa
aportación
del general Pinochet y de qué horror libró a Chile.
Allende había instaurado un régimen de caos, miseria y
muerte muy
parecido al de nuestra Segunda República con la FAI armada por Companys.
Gracias a Pinochet su país es hoy la democracia más robusta
y próspera de Sudamérica y aunque cometió errores, como todo el mundo, y
también algunos crímenes sin
justificación, el Chile que nos dejó en herencia no sólo no es ninguna
equivocación sino que es uno de los pocos aciertos políticos, económicos,
culturales y morales de su zona de influencia y el gran crimen chileno hubiera sido dejar que un país con
tanto potencial y tan extraordinario se pudriera de comunismo, la
ideología más mortífera y brutal que jamás hemos conocido.
Es hipócrita escandalizarse por lo de
Maduro y hacerse luego la estrecha con las soluciones.
Cuando un
país llega a un determinado estado de las cosas no puede esperar que la
medicina sea amable ni fácil de tomar.
Nuestra naturaleza es imperfecta y también nuestras
obras, salvo las de algunos genios: pero tal como a España le salió mucho más a cuenta el franquismo
que haber caído en la telaraña del Pacto de Varsovia y Pinochet fue una salvación nacional contra el
horror que Allende traía, Venezuela necesita una decidida
intervención militar que dé lugar a una transición autoritaria capaz de restablecer el orden,
la economía de mercado, la propiedad privada y que cuando la sociedad
vuelva a estar preparada convoque elecciones como hizo el General en Chile, que las perdió y se marchó, en una
demostración de «fair play» que no le recuerdo a ningún comunista en el poder.
Lo más triste de un pueblo es cuando se merece una dictadura y a todos nos ha pasado
alguna vez.
Hay que entrar en
Venezuela antes de que Maduro asiente su golpe y se vuelva todavía más difícil
cualquier intervención.
Lo necesita Venezuela, lo necesita
Sudamérica, lo necesita el mundo libre que tiene que dejar claro a los tiranos
-y muy especialmente a los tiranos
comunistas- que no podrán salirse con la suya y que allí donde lo
intenten les iremos a buscar.
Es fácil y sobre todo gratis cantar canciones de Silvio
Rodríguez o Víctor Jara pero sostener el mundo libre es muy difícil y muy caro y se necesita algo más que
agitación y propaganda y la brevedad mental de los que siempre
defendieron las recetas del fracaso.
Díganme una sola vez, una sola, en que un sistema como el
de Nicolás Maduro no haya matado de hambre y de tristeza a su
gente; una sola vez en que alguno de estos regímenes haya propiciado sociedades
abiertas y libres y retiraré mi artículo sin escatimar disculpas.
Pero mientras los
negacionistas rebuscan en los vertederos de su fanatismo, en Venezuela la
verdad crece con todas sus malezas, claramente contagiada por Cuba, donde cometimos el histórico y tremendo error
de no intervenir a tiempo y el peligro -nada desdeñable- de contagiar a su vez a
los países de su alrededor, especialmente propensos al populismo y al
disparate.
La experiencia de Kissinger/ Friedman/ Pinochet restauró la convivencia
y creó prosperidad en Chile y finalmente instauró la democracia.
Si alguien
tiene una idea menos aparatosa pero igual en eficacia, adelante.
Pero como resulta altamente improbable y sistemáticamente
desmentido por la Historia que existan las soluciones mágicas, vamos a tener
que seguir confiando en el
modelo clásico según el que el orden es el primer paso para la libertad y las
guerras ganadas, las que aseguran la paz.
Salvador Sostres
TOMADO DE: http://www.abc.es/
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