jueves, 10 de agosto de 2017

Sanciones de plastilina


Salvo los embargos económicos, petroleros y de armas con capacidad para devastar países enteros, las sanciones individuales de EEUU son bravuconadas.
Trump gritó mediante un comunicado que si la Asamblea Nacional Constituyente se instalaba vendrían "acciones económicas fuertes y rápidas" sobre Pdvsa. 
El ya casi, ahí vienen, están por llegar, pronto, mañana, se ha convertido en "todas las opciones están sobre la mesa"
Algo así como "te voy a joder pero no sé cuándo, quizás nunca suceda, pero pendiente".
EEUU sanciona con el objetivo de torcer a un actor de peso político o económico de un país enemigo, negándole la entrada al país, hacer negocios y disfrutar de las mecas del capitalismo mundial como Nueva York o Miami.
Cuando sancionan a empresarios aliados al gobierno ruso, iraní o chino, que sí tienen bastante que perder si tienen negocios en EEUU, lo lógico es que presionen a Putin, Rouhani o Xi Jinping para que le cumplan las exigencias a los gringos.
 Ese objetivo no se ha cumplido, más bien parece que después de cada sanción el "eje del mal" del siglo XXI agarra más fuerza.
Las sanciones están pensadas para tipos de plata, grandes empresarios y políticos con grandes intereses económicos en EEUU, quienes por el temor de perderse una vacaciones en Disney o de tranzar con las multinacionales, deben según el manual traicionar a sus gobiernos y venderles información a los gringos.
En el caso de Venezuela es mucho más aparatoso: sancionan a dirigentes que no tienen grandes fortunas, propiedades y negocios en EEUU, por ende no hay nada que congelar. 
Hasta el sol de hoy, y eso que tienen a la CIA, el FBI, el Mossad, el Departamento del Tesoro, toda la banca suiza y europea supervisada, y no sé cuántos radares y espías financieros, no han presentado las pruebas de las grandes fortunas de Tibisay Lucena, Nicolás Maduro, Maikel Moreno o Néstor Reverol en el norte.
Nos hacen la segunda de depurarnos, a tiempo, de traidores en potencia
EEUU acaba de sancionar a ocho dirigentes chavistas por la instalación Asamblea Nacional Constituyente, la quinta ronda en lo que va de 2017. Lo único que tienen para atemorizarlos y obligarlos a traicionar a la Revolución es impedirle invertir millones de dólares que no tienen en EEUU y disfrutar de Disney, los Estudios Universal y las costosas calles de Nueva York donde el que tiene un apartamento es Henrique Capriles.
No me imagino en estos momentos a Érika Farías o molesta o angustiada por sacar sus millones de EEUU o conspirando contra Maduro porque no va a poder ir a las playas de Miami en diciembre, junto con Francisco Ameliach, Darío Vivas y Adán Chávez.
O a Tania D'Amelio, Hermann Escarrá y al coronel Bladimir Lugo llamando a los bancos suizos o europeos para mover sus gigantescas inversiones antes de que le caiga el FBI, pidiendo una reunión con la Embajada para entregar secretos de Estado.
Incluso los traidores en tiempo reciente como Rafael Isea, Lamsey Salazar o García Plaza, no les hizo falta que los sancionaran para saltar del barco. 
Traicionaron porque querían hacerlo seguro bajo endulzamiento y calentamiento de orejas.
Ese es el problema de sancionar a dirigentes chavistas: al no tener nada que perder ni que añorar de EEUU, pierden total efecto y sentido.
 Y los que sí lo tengan ya lo veremos saltar del barco, incluso las sanciones nos hacen la segunda de depurarnos, a tiempo, de traidores en potencia.
De seguir por ese camino, los próximos sancionados serán los consejos comunales y los CLAP. 
Échenle pierna, que igual, no tenemos para pagar el pasaje para ir a ver The Walking Dead en vivo.

TOMADO DE:   http://misionverdad.com
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