Un diluvio caribeño empapó a la marcha chavista que salió el sábado 8 a gritar por los Comités Locales de Abastecimiento Popular (CLAP), el programa del Gobierno para garantizar la alimentación en tiempos de escasez.


LA MARCHA A FAVOR DE LOS CLAPS EN CARACAS, ESTE 8 DE JUNIO: EL
 DILUVIO SE DESPLOMÓ SOBRE LOS MANIFESTANTES

El miliciano que bailaba salsa frente a la tarima de la plaza Lina Ron estalló de risa, al son del casino. Le dijo a la señora que había venido del Estado Carabobo que no se fuera y siguiera bailando, que Chávez también se mojó en aquel famoso cierre de campaña en 2012.

En ese momento, la lluvia torrencial no perdonó su presencia sobre la emblemática avenida Bolívar y todas las cámaras retrataron para siempre al presidente más poderoso. Fue la antesala de su propia historia permanente, que ya había comenzado a escribirse mucho antes de aquel fervor.

La señora del Estado Carabobo no se fue. Bailó con su remera y su gorra rojas junto al miliciano y junto a los compañeros con los que había venido en autobús a Caracas, cuatro horas de viaje de madrugada, para participar en esta marcha convocada por el Gobierno de Nicolás Maduro.

El motivo: defender algo que consideran muy suyo y una insignia de fortaleza de la Revolución Bolivariana en su peor momento de crisis y asedio. Los CLAP, que son varias cosas. Por un lado, cajas de comida subsidiadas por el gobierno que comenzaron a repartirse por el país en el año 2016.

En aquel año se repartieron, según datos oficiales, 26.567.786 cajas. En 2019 ya se han repartido —a pesar del bloqueo de EEUU— 42.086.449 unidades. Actualmente, llegan a seis millones de familias que viven y sobreviven gracias a ‘la caja’. No van a permitir que desaparezca.

Los CLAP también son sinónimo de organización popular frente a una guerra no convencional que lleva años atacando a un pueblo que se proclama aguerrido y valiente.

En nuestra comunidad nos hemos organizado en Unidades Populares de Defensa Integral”, dice la señora de Carabobo. Se llama Maryuri, tiene 57 años y ha venido junto a su familia y vecinos y vecinas. “Todos los jefes de comunidad que repartimos el CLAP nos hemos comprometido con la resistencia revolucionaria en caso de cualquier eventualidad”.

Cualquier eventualidad es un ataque extranjero. Una invasión. Una guerra convencional. Maryuri mide 1,50 pero cuenta que han comenzado a prepararse militarmente con entrenamientos de todo tipo, no solo con el uso de la fuerza y armas.

También aprenden primeros auxilios médicos “para cualquier desastre que pueda suceder en nuestra patria”. Termina de hablar y continúa bailando salsa con el miliciano de la sonrisa casino. Ha dejado de llover.

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