martes, 25 de junio de 2019

POR QUÉ NO HABRÁ GUERRA ENTRE IRÁN Y EE.UU. (Por Pino Arlacchi) –

No habrá guerra contra Irán. Pero ni siquiera habrá paz. Los EE.UU. no atacarán a Irán en la forma de guerra clásica, como las que arrasaron Irak y Afganistán: ataques aéreos, invasión terrestre, cambio de gobierno, administración proconsular y nuevo ejecutivo títere.

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No lo harán por una enorme variedad de razones, la mayor de las cuales es que el complejo industrial-militar estadounidense sabe que ha alcanzado el límite máximo posible de su presupuesto, teniendo como objetivo estratégico su propia perpetuación y no su expansión.

El Pentágono y las industrias armamentísticas se desaceleran durante las crisis, porque necesitan la amenaza de la guerra, pero no la guerra real. También porque son conscientes de que, si se lanzan a este tipo de agresiones, es seguro que la pierden.

Los recientes conflictos en Medio Oriente han sido para el Pentágono un segundo Vietnam, eliminando cualquier duda sobre el hecho de que la fuerza armada más cara del mundo no puede ganar ningún conflicto armado, ni convencional ni asimétrico.

El poder militar estadounidense es ciertamente capaz de arrasar un país (ver Irak en1990 y 2003) causando millones de víctimas y daños gigantescos. O puede terminar con el aniquilamiento de una nación, ya casi destruida por interminables conflictos civiles, como es Afganistán.

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Pero si el objetivo de la guerra es someter la voluntad de un enemigo con una tenacidad nacida de su fe inquebrantable, las aventuras militares estadounidenses de las últimas décadas sufrirían una lenta derrota sin apelación.

La invasión de Irak solo ha servido para generar un gobierno pro-iraní. El de Afganistán ha perpetuado al movimiento talibán y ahora Washington se ve obligado a negociar con ese inmenso colectivo, lo que se podría haber llevado a cabo hace 22 años, evitando la muerte de un millón de inocentes.

La guerra cubierta contra Bashar Al Assad terminó con el mandatario sirio asentado en su puesto con mayor solidez que en 2009,  pero el país ha perdido medio millón de víctimas merced a los mercenarios islámicos.

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La Libia post-Gaddafi, que en tiempos del coronel era la nación más rica de África, se convertía, después del acuerdo entre Obama-Sarkozy, en una tierra desolada, presa de caudillos y terroristas de todo tipo.

Estas verdades tan simples están ahí para que todos las recuerden, pero también han sido una de las principales matrices de la victoria de Donald Trump, un presidente que se presentó como No Intervencionista.

Quién sabe lo que podría ocurrir si se produjera una invasión-ataque contra Irán, Cuba, Venezuela o cualquier otro país… Tal vez le costase su reelección.

Todo esto puede parecer que creemos en las buenas noticias, pero solo en parte, porque la alternativa que se avecina no es precisamente el crecimiento de la paz.

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La guerra convencional está siendo reemplazada cada vez más por la guerra híbrida, es decir, por una combinación de uso de la fuerza, sanciones económicas devastadoras, desinformación y tecnología de la información a gran escala.

La Venezuela de los últimos tres años ha sido una prueba elocuente. Los Estados Unidos han descargado su ira contra la población, el gobierno y sus autoridades, atacando al país por todos los medios posibles, excepto con una intervención militar directa.

Tras muchos años de embargos, sanciones y bloqueos (incluyendo medicamentos) continúan asediándolo con la intención de derribar la revolución bolivariana y apropiarse de sus vastos recursos petroleros.

Esta guerra híbrida fue precedida por aquellas amenazas contra Cuba e Irán, en los años 60 y en1979. Los resultados fueron todo lo contrario de lo que la Casa Blanca pretendía.

Pero este es el camino que Trump y los EE.UU. pretenden continuar en un futuro cercano. Por lo tanto, debemos esperar, en lo que respecta a Irán, una combinación de “incidentes” esporádicos y escaramuzas navales o aéreas, así como mayor represión económica e injerencias internas entre la población, dirigidas al vano objetivo de derrocar al gobierno iraní y lanzar al país al caos.

La tensión contra Irán, ayudará a establecer el grado de alarma que se necesita para justificar el mantenimiento del presupuesto militar actual, además del aumento de presupuesto para la Defensa y de las agencias de inteligencia.

Pero su principal efecto en la política de la república islámica sería allanar el camino para una ulterior dictadura de los Guardianes de la Revolución, en caso de la muerte violenta de Rouhani, y aumentar su capacidad de enriquecer uranio radiactivo.

El problema de la guerra híbrida, de hecho, es que termina demostrando ser un instrumento aún más ineficaz que la guerra convencional.

Varios estudios han demostrado que la primera, especialmente a través del componente de sanciones, puede ser tan cruel para la población civil como la segunda.

La guerra híbrida termina regularmente fortaleciendo las tendencias nacionalistas de los países objetivo, dando tiempo a los gobiernos afectados para construir medios de protección interna y alianzas internacionales, capaces de neutralizar los daños económicos y la desinformación.

Y hoy, en un mundo multipolar, estas alianzas son mucho más numerosas y prácticas que en el pasado. Sin embargo, el riesgo de que EE.UU. emplee otros 50 años para aprender esta lección, sigue siendo muy alto.

https://www.lantidiplomatico.it/dettnews-pino_arlacchi__perch_non_ci_sar_la_guerra_contro_liran/82_29121/




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