FABRICAR MEDICAMENTOS DE GAMA “OPIOIDE”, PROVOCAR ADICCIÓN EN LOS PACIENTES Y CULPARLES A ELLOS DE ESA LACRA, ERA LA PRÁCTICA DE LOS SACKLERS

Lo más habitual, aunque siempre bajo los paraguas que forman automóviles de alta gama, despachos de ministros, gobernadores, alcaldes, policías, altos cargos en organismos que dicen dedicarse a detener a los miembros de cárteles de toda clase, es que esa persona tenga la piel clara, buen traje, ademanes elegantes, lujosa limusina y maletas de marca francesa,  preparándose para coordinar la entrega del producto en las mansiones de Nueva York, Hollywood, París, Chicago, Madrid, Londres, Amsterdam o México.

En ese escenario tenemos al mayor grupo de narcotraficantes de los Estados Unidos: se les conoce como Los Sacklers y no es un grupo de grunge o hip hop, sino una familia judía de Nueva York que posee la patente del medicamento OxyContin, a través de su compañía Purdue Pharmaceuticals, que ha sido señalada directamente como responsable de gran parte de la “crisis de opioides” que atraviesan los EEUU.

Los Sacklers comercializaron el OxyContin a través de sus contactos con médicos e instituciones sanitarias, sabiendo perfectamente los nocivos efectos que esa droga tendría en las personas, su propensión a causar adicción extrema y, por lo tanto, aumentar las ganancias de la familia a expensas de aquellos a quienes decían ayudar.

Como resultado de sus acciones, cientos de personas han muerto y aún más vidas fueron destrozadas en beneficio de unos pocos hombres cuyo desprecio por el ser humano es tanto como el que Hitler profesaba por el pueblo “elegido”.

Después de muchos años, los Sacklers finalmente se vieron obligados a declarar ante los tribunales, y resultó que no solo conocían la naturaleza adictiva de tal opioide, sino que comenzaron hace décadas a encubrir sus efectos, aunque reconocieron que en algunos pacientes, podría desarrollarse algún “problema”.

Los miembros de la familia Sackler, propietaria de la compañía que fabrica el OxyContin, dedicaron años de esfuerzos para engañar a doctores y pacientes sobre los peligros del poderoso analgésico”, sostiene ahora un tribunal que cita documentos previamente no divulgados.

Cuando la evidencia del creciente abuso de la droga era un secreto a voces a principios de la década de 2000, uno de los culpables, Richard Sackler, declaró que esas personas ya eran adictas a las drogas antes de consumir el OxyContin.

Tenemos que culpar a los que consumen el producto”, escribió Sackler en un correo electrónico en 2001, cuando era presidente de la compañía, Purdue Pharma. “Ellos son los culpables y son el problema. Son delincuentes imprudentes”.

Ese correo electrónico y otras comunicaciones internas de la empresa fueron presentadas como prueba por el fiscal general del estado de Massachusetts.

Representan la primera evidencia que parece vincular a los Sacklers con decisiones específicas tomadas por la compañía sobre la comercialización de OxyContin.

Sin embargo, las triquiñuelas de la jurisprudencia no lograron hallar ningún delito en ese proceder mercantilista. ¿Será que las sagas judías tienen el campo libre para actuar de tal manera, sin que la justicia haga su labor?

Estos días, la gente se pregunta por qué los soldados estadounidenses protegen los campos de amapolas en Afganistán. Podríamos formular una pregunta incómoda al gobierno: ¿Hay alguien que subsidie ​​la producción y les proporcione fertilizantes y semillas a grupos como Los Sacklers?

Esa es una cuestión que nadie quiere responder, y mucho menos preguntar con qué propósito se mantiene a esos militares en aquel territorio, como sin fueran vigilantes a sueldo de un cártel gubernamental.

Volviendo a los Sacklers, hay que ser muy canalla para culpar a los pacientes de su adicción. Si bien es cierto que existen personas que buscan ese tipo de medicamentos fingiendo una afección, existen muchas más que ignoraban que ese medicamento les haría drogodependientes casi de por vidas.

El cártel legal de los Sacklers no es diferente a sus homólogos de Colombia o México, excepto que los traficantes de esos países lucen “cuernos de chivo” (el término narco para nombrar a los fusiles AK-47) y disparan a los que les critican.

Así que, por si las moscas, finalizo el artículo.

(Informe recogido en la web http://shoebat.com)


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