lunes, 16 de octubre de 2017

Las cartas están echadas: las elecciones regionales en clave política


El 15 de octubre no es clave tanto por la elección en sí o por sus resultados como por los datos políticos que subyacen y le otorgan profundidad.
Estas elecciones regionales son incomparables con tantas anteriores por muchas variables. Factores como la gestión y el desempeño en términos individuales de tal o cual gobernador, o de tal o cual candidato en pasado o presente, han pasado a un quinto o sexto plano. Un país que sometido a una situación de hostigamiento y asfixia económica, no puede ir a las urnas en normalidad acompañado del típico cántico fiestero de "hoy ganá Venezuela".
Este 15 de octubre tiene sobre todo un pasado reciente, forma parte de un trayecto a veces no valorado, que también es imprescindible de ser borrado por la dirigencia antichavista. Y si algo resume el porqué esta elección es precisamente lo que estaba en juego sólo algunos meses atrás: matar la Constitución con una agenda de violencia armada y guerra sucia que tenía como fin último la intervención. Al discurso de Juan Requesens en Miami y a la reunión de Julio Borges con H.R. McMaster me remito.
En ese empuje, presentado como catastrófico con un final apocalíptico para el chavismo, colocaron su capital político y diplomático las potencias occidentales desde EEUU hasta los líderes de la Unión Europea, sus aliados en la región, las petroleras y la banca multinacional.
El objetivo no era otro que socavar toda ruta política y todo poder enmarcado en la Constitución.
Anular todo escenario que significara no solo una elección bajo la rectoría del Estado venezolano, sino el de su propia supervivencia, dice bastante sobre la carga destructiva que orientan las acciones contra Venezuela. Al asesinato de Orlando Figuera, a las decenas de crímenes de odio y al sabotaje criminal a la vida cotidiana durante las guarimbas me remito.

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El 15 de octubre, independientemente de los resultados y de cómo se dibuje la correlación de fuerzas en el mapa, representa de antemano una victoria política del chavismo. Evitando su destrucción y transformando hábilmente la energía puesta en su contra, logró encarrilar el conflicto hacia un escenario altamente incómodo, complejo y contradictorio para el antichavismo y los poderes transnacionales que le hacen de soporte.
Para hacerlo más sencillo: el 16 de octubre, el TSJ, CNE, la ANC y el Ministerio Público, los poderes del Estado reconocidos en la Constitución, seguirán funcionando y operando, dejando el plan de desmontarlos sin efecto político en la realidad. El 15 de octubre la oposición buscará ganar gobernadores y ahí muere su lucha por el cambio. 
Que la dirigencia de la MUD haya tenido que dar un viraje para explicar por qué iban a las regionales, o por qué la "comunidad internacional" tuvo que -al menos en apariencia- dar dos pasos hacia atrás con el diálogo, explica sin mayores esfuerzos la naturaleza del conflicto político y cómo el chavismo desactivó la destrucción del Estado-nación. 
Pero lo que no fue logrado a sangre y fuego, se desplazó mediante las sanciones, bloqueo financiero y sabotaje sistemático a los precios de bienes básicos y a las interrupciones programadas de servicios medulares para la vida social del país como electricidad, agua, disponibilidad de efectivo, gasolina y transporte.
Y aquí reluce otro dato sumamente gris: el Gobierno va a elecciones bajo una situación de asedio externo que le impide hacer uso de sus atribuciones para gobernar, toda vez que se le impide manejar la renta soberanamente, controlar el comercio internacional y nacional, acceder al mercado de deuda y mantener relaciones diplomáticas de cooperación con países de la región.
Debemos seguir sumando a la defensa nacional y a la estabilidad política
Estos factores condicionan a su vez el centro de lo que se está eligiendo hoy: no votamos por una gestión o por una promesa, o para que el Gobernador electo arregle calles o la economía, sino por seguir ganando terreno en estabilidad política y en la defensa de la nación ante una amenaza seria de intervención extranjera. Y por más que suene incómodo, un gobernador en Venezuela bajo las condiciones actuales de un Estado centralista, presidencialista y con recursos mermados, no es más que un administrador local de los recursos del ejecutivo. Premisa que es válida y aceptada tanto por Henri Falcón como por Arias Cárdenas.

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Salvando las diferencias históricas, demográficas, políticas, geopolíticas y económicas, Venezuela está en un momento de definición de su futuro como lo han estado otros países del continente. Ese es el aspecto central de la elección de hoy.
En las expectativas sobre la elección yace el tema económico, y no es para menos ante una escalada de precios que comienza a agarrar un ritmo casi interdiario sin mostrar el llegadero. Pero bajo una situación de amenaza por parte de EEUU que muestra su determinación en derrocar al Gobierno, "arreglar" el tema económico no sólo es una promesa mágica sino que no da ninguna garantía.
Allí está el tan citado caso chileno, utilizado para hacer comparaciones con Venezuela sobre cómo EEUU desestabilizó la economía para derrocar a Allende. Sin embargo, es altamente improbable que si Allende revertía la situación EEUU iba a desistir de lanzar el bombazo contra La Moneda porque la gente estaría bien alimentada, moralizada y con papel higiénico suficiente para defender al país de la agresión.
O imaginemos a Fidel en pleno período especial, Cuba sola ante el mundo y EEUU cantando victoria por la caída de la URSS, pensando en arreglar calles y modernizar al país antes que defenderlo. Fidel con el verbo y la determinación de no dejarse tumbar, con las arcas limpias por el embargo y el bloqueo, movilizó a la gente para defender una isla que hasta hoy sigue de pie.
También imaginemos al Comandante Daniel Ortega gobernando una Nicaragua que sufría un bloqueo financiero y la invasión paramilitar de la Contra, poniendo "la economía" por encima de la necesidad existencial de defender al país ante la guerra.
El 15 de octubre no decidiremos medidas mágicas que nos saquen del atolladero. Lo que sí podemos decidir, todavía, es seguir sumando a la defensa nacional y a la estabilidad política, única opción para garantizar nuestra existencia política.
Los ejemplos más cercanos demuestran que cuando EEUU está decidido a hacer la guerra, no hay medida económica o proceso electoral que revierta la situación. Pero lo que también nos dice es que la determinación de no dejarse tumbar, de ejercer el poder que buscan reducir y movilizar al país en defensa de la vida, más allá de un resultado electoral, pone las cosas difíciles.
Y si en algo hemos demostrado habilidad es en retrasar el tiempo de los bombazos y los tiros. Si no lo hacemos juntos, créanme, lo menos que importará será lo caro que está el queso, el arroz y la pasta.
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