domingo, 3 de julio de 2016

Crítica del imaginario de los Ramos Allup y D'Agostino


Un imaginario es un constructo síquico-cultural alrededor del cual orbita un grupo de personas para representarse a sí mismas. Si lo buscamos en sus múltiples acepciones en Wikipedia, que muchos dicen que intimida tanto como los argumentos de los voceros del Comando Sur cuando hacen públicos los "beneficios" de las guerras limpias o los ataques quirúrgicos; no obstante anunciada esta malicia, ese pálpito de embaucamiento que suscita esa Torre de Babel, allí observo desde la página que ya no es tan blanca, diversos e intrincados desfiles argumentales que llegan, incluso, a tocar el timbre de algunos pensadores marxistas que han nadado en las aguas profundas en búsqueda de referentes que nos amparen frente a la avasallante maquinaria de la hegemonía imperial.
Para Castoriadis, el griego que lo estructuró, "las causas de la creación de una institución social no pueden explicarse jamás en su totalidad por necesidades materiales". Digámoslo desde ya, para no lucir más adelante un tanto estrambóticos: cuando hablo de institución me refiero a la Asamblea Nacional que nos dejamos arrebatar de los legionarios del pasado impensable y del pasado pesado en los sustratos del neofascismo de estos diputados, cuyas credenciales no son las de garantes de la voluntad de quienes votaron por ellos el 6D, sino la de la violencia simbólica y real que se cierne sobre millones de venezolanos.
Según él, Castoriadis, lo que dice Wikipedia es ésta: la institución, la "autoridad" de la que habla el argentino David Estlund en La autoridad democrática, se impone a través del imaginario social, ya que todo lo social o lo económico, o como decía Marx, del ser social, avanza impredecible en la dinámica humana y en la estructuración y los discursos políticos del poder (y todos los mecanismos que lo soportan, despliegan e intentan volver "perpetuos" los valores clásicos del Capital, y de quienes, desde la condición de desigualdades tremendas, intentan quebrar ese orden de cosas).
Lo que explica los fracasos de las revoluciones que Alfredo Maneiro llamaba "positivas", que se produjeron en siglos anteriores con masivo entusiamo, luchas de clases y direccionalidad, como el caso de la bolchevique, la china o la vietnamita, pero sin el contrafuerte de una vanguardia revolucionaria que los trascendiera y sellara la conducción de los nuevos Estados y nuevas economías y encallejonara, al menos, los avances del fascismo y su imposición en Europa y algunas regiones transoceánicas como las del cono sur: Argentina, Brasil, Chile.
En fin, el imaginario es un fenómeno organizador de la subjetividad excéntrica en el sentido dado por la ideología que se ha desplegado desde los tiempos de ese fenómeno de la posmodernidad, del debilitamiento de los relatos marxistas y la incrustación de esos mosaicos, esos collages, que se han venido arraigando hegemónicamente en la cultura occidental concentrados en cubitos por aquella sentencia: la muerte de la historia y el espejismo de comportamientos falsificadores, sofisticados, desarrollados como artillería de las guerras no convencionales, tal como lo hemos tratado en otras oportunidades.
He leído con atención un trabajo de Raúl López Guédez en Mision Verdad sobrela condición esquizofrénica de la oposición que registra psicoanalíticamente y con acento ilustrado, académico y lúdico el tema de la disociación, tan útil para ser re-leído en el presente de esta Venezuela bizarra donde acudimos a dilatadísimos sucesos culturales y políticos, curiosos y pintorescos algunos, que se van tras el galope de la dinámica siniestra de la guerra no asimétrica que tan magistralmente describió Walter Martínez en días pasados y que, como ha sido el caso de las puestas en escenas de la pareja Ramos Allup y su Barbie Anciana, por citar un ejemplo muy emblemático y sin desperdicio del tema que tratamos hoy, el alcalde Jorge Rodríguez, Kloriamel Yépez Oliveros y autores que desde las redes le han puesto las íes al asfaltado mediático por donde rueda el bochornoso ímpetu, deseoso, por lo demás, de esta pareja embalsamada que se quiere imponer en el imaginario venezolano.
El ombligo del mundo supura barras y estrellas; el imaginario imperial aspira curarlo con sangre
En la obra de Stevenson, Doctor Jekill y Mr. Hyde, éste se muestra perseguido por las "flaquezas de la carne". Confesó una vez, dice Raúl López Guédez, ser "por naturaleza una persona muy mala y bastante ambiciosa de sensaciones". Halemos este párrafo al teatro de operaciones de los Ramos D'Agostino: ¿no les suena?
Quienes abruptamente y por decreto filosofal, como Ramos Allup y D'Agostino, esa Barbie Anciana y adeca, racista y sin sentido de la historicidad, de sus ciclos vitales, embadurnada y al mismo tiempo vacua, fueron colocados al margen de los hechos, de la realidad, del contexto y hoy se aferran a códigos transitorios entre un estado de alucinantes expectativas que se anidaron el 6D y se boletean en la vida con un empaque de violenta actuación febril sin solución de continuidad, al fin y al cabo el temor a la vejez no es ninguna visa sino una traducción de honorarios profesionales a la psiquiatría de antaño, a la socialdemócrata, y tampoco la maquilla el Photoshop de una revista de farándula ni el apartheid que instauraron con las cámaras de Globovisión en el trono de la Asamblea Nacional, con Vladimir Villegas de attaché. Su único objetivo es provocar frustración. Los imaginarios obedecen a la manipulación mediática de las percepciones.
Las revoluciones de colores como expresión orgánica de percepciones manipuladas, o imaginarios sociopolíticos, ilustran el alcance y las proyecciones de esta táctica de guerra no convencional: la anomia global, como en muchos sentidos lo representan Almagro, María Corina, algo ya pasada de años vistiéndose de jean en Sabaneta de Barinas, en versión fashion de la Vírgen de Coromoto, Lilian Tintori mirando con los ojos punzantes de su marido de Ramo Verde, u Obama caminando como si saliera de un camarote en el Titanic, después de una partida de básquet con los músicos.
El caos encauzado hacia el orden totalitario, unipolar, hegemónico. El ombligo del mundo supura barras y estrellas; el imaginario imperial aspira curarlo con sangre, fósforo blanco, y uranio empobrecido.
Yo me acojo a la indómita gesta de Delcy Rodríguez o a la escandalosamente natural belleza de un millón de mujeres emergiendo de la boca del Metro en Capitolio.
El fascismo es barbarie resurrecta, es el desesperado imaginario como instrumental de guerra para enterrar el legado de Hugo Chávez que se nos encima desde una Asamblea Nacional temporal pero subalterna del imperio
TOMADO DEhttp://misionverdad.com/
Y PUBLICADO EN: http://victorianoysocialist.blogspot.com/ y en Libertad Bermeja//Facebook

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