lunes, 28 de marzo de 2016

El Precursor

LORENA ALMARZA



Miranda el precursor
“Francisco de Miranda fue el primero en descifrar y comprender el momento histórico de su tiempo. El primero en darse cuenta de que había llegado la hora exacta para la emancipación iberoamericana (…)”
Alfonso Rumazo González
Ideas y acción libertadora
Francisco de Miranda, el criollo más universal, participó en los tres grandes movimientos históricos y políticos de su tiempo: la Guerra por la Independencia de los EEUU, la Revolución Francesa, y la Revolución de la Independencia latinoamericana.
La preeminencia de las virtudes de la razón, el orden como fuente de bienestar y la fe en el progreso ilimitado del hombre fueron las referencias fundamentales de su pensamiento político, el cual estuvo orientado a la noción de América como unidad continental.
A Miranda se le considera “el hombre más culto de su época”, pues dominó a la perfección el francés, español, alemán, italiano, ruso, portugués, inglés y latín. Fue un gran lector y en su recorrido por el mundo se relacionó con importantes personalidades como George Washington, Thomas Jefferson, Samuel Adams, Napoleón Bonaparte, Catalina la Grande, Federico II de Prusia, Duque de Wellington, José de San Martín, Robert Peel, La Fayette, Estanislao II y Lavater.
Es también el único americano cuyo nombre está en el Arco del Triunfo en París, y su retrato está en la Galería de los Personajes del Palacio de Versalles. De Miranda diría el propio Napoleón: “… Este Quijote, que no está loco, tiene fuego sagrado en el alma…”
1750
Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez nació el 28 de marzo de 1750 en Caracas, justo en la mitad del siglo XVIII. Ese año, más de 5.500 esclavos fueron traídos a territorio venezolano y estaba en desarrollo el movimiento revolucionario contra la compañía Guipuzcoana liderado por Juan Francisco León. Del otro lado del charco iniciaba la Revolución Industrial e, igualmente, Jean Jacobo Rousseau, Diderot, D`Alembert y Montesquieu comenzaban a publicar
sus obras.
Sus padres, Sebastián de Miranda y Ravelo, canario, y Francisca Antonia Rodríguez, caraqueña, tenían una panadería y tiendas de telas o lienzos de Castilla, las cuales estaban ubicadas en La Candelaria, en la esquina del Hoyo y en la esquina de la Divina Aurora, hoy conocida como Padre Sierra. Estudió en el real colegio Seminario de Santa Rosa y a los 12 años ingresó en la Universidad Real y Pontificia de Santa Rosa, donde concluyó al cabo de seis años el bachillerato en Artes.
Como hijo de canario y de comerciantes padeció el desprecio de los mantuanos, quienes ante el nombramiento de su padre en 1769, como Capitán de una de las Compañías del Batallón de Blancos Criollos, presentaron querella ante el Ayuntamiento de Caracas por considerarlo inadecuado. Don Sebastián renunció a la designación, y, aunque un año más tarde el Rey Carlos III lo autorizó al uso del uniforme y del bastón de Capitán, la familia sufrió la exclusión por la limpieza de sangre.
El viajero
El 25 de enero de 1771 partió a España como parte del ejército del Rey. Apenas zarpó inició su diario, donde registró hasta el final de sus días su acción cotidiana, pensamientos, los sitios que recorrió, así como las costumbres y tradiciones de los lugares, entre otros. Ese día escribió: “A las doce del día nos hicimos a la vela”.
A España entró por Cádiz, lugar donde 45 años después murió. Recorrió el mundo entero, se formó intelectual, política y militarmente. Aunque compró el grado de Capitán del Regimiento de Infantería de la Princesa, demostró sus capacidades como hombre de táctica y estrategia militar, así como también su gallardía. Sirvió durante 10 años al Ejército Real y obtuvo destacadas actuaciones y fue ascendido a Teniente Coronel. Sin embargo, debió huir por falsas acusaciones en su contra, y porque la Inquisición Española lo perseguía por la tenencia de “libros prohibidos”. Así dictaminó: “(…) deberá ser encarcelado y sus bienes confiscados (…) todos sus libros y papeles deberán ser examinados y los objetos prohibidos confiscados”.
Se fue a los Estados Unidos y estudió el sistema de gobierno republicano. Sobre esos días escribió: “En los Estados Unidos fue que en el año de 1784, en la ciudad de Nueva York, se formó el proyecto actual de la Independencia y Libertad de todo el continente hispanoamericano”.
Partió en 1785 a Londres y se dedicó a estudiar con fervor la Constitución británica. Recorrió el mundo, y entre falsas identidades y disfraces huyó del Gobierno español. Entre 1785 y 1789 anduvo en el continente europeo y conoció a Federico el Grande, al Príncipe Gregorio Potemkin, al rey de Polonia, a Estanislao II; así como a Catalina II en Kiev, con quien hizo gran amistad y quien le concedió el derecho a utilizar el uniforme de coronel ruso. De vuelta a Londres, entre 1789 y 1792, se dedicó a ganar partidarios para la idea del proyecto de las Indias Españolas.
Entre 1792 y 1797, inspirado por los ideales de la Revolución Francesa, se incorporó al Ejército de Francia y por su actuación en la Batalla de Valmy fue reconocido como Mariscal de Campo. Sin embargo, estuvo en prisión durante casi dos años por un revés de los impulsores del movimiento.
A su salida regresó a Londres y retomó su campaña, ante la cual Inglaterra continuó indiferente. Allí, entre 1801 y 1805, nacieron Leandro y Francisco de su unión con Sarah Andrews.
La expedición de 1806
La llama de la libertad ardía en su pecho, y viajó a Nueva York a buscar alianzas. Logró organizar una expedición a Venezuela, la cual zarpó el 2 de febrero. En una escala realizada en el puerto haitiano de Jacmel, y a bordo del buque que bautizó como Leandro, un 12 de marzo, enarboló el tricolor nacional. Una nota de The Times de Londres del 12 de junio señaló: “El objeto confesado de la expedición es revolucionar las colonias sudamericanas (…) el secreto ha trascendido y toda la costa está alborotada… Lleva la insignia de los antiguos peruanos brillantemente desplegada en los estandartes”.
Siguió rumbo a Venezuela, pero cerca de Ocumare fue repelido por el fuego de guardacostas. En la madrugada del 3 de agosto puso sus pies sobre tierra venezolana. Tomó el Fortín de La Vela e izó el pabellón tricolor. Coro estaba desolada, pues antes de su llegada se difundió una campaña en su contra que lo presentó como ateo, monstruo, traidor, y enemigo de Dios y del Rey. Se retiró a La Vela, fue a Aruba, Granada, Barbados y por último a Trinidad. Regresó a Londres a continuar promoviendo la independencia a través de su correspondencia y del periódico El Colombiano.
Regreso patrio
Miranda, cuya familia fue juzgada por ser blancos de orilla, fue la figura central del momento, sin embargo, los mantuanos aún le miraban con recelo. Se alojó en Caracas en la casa de Simón Bolívar y participó en la Sociedad Patriótica y en el Congreso. Fue nombrado Generalísimo y, debido a su experiencia, asumió la dirección del ejército. Se encontró con tropas indisciplinadas y con múltiples deserciones.
Pese a sus esfuerzos, la situación ante el ejército realista era muy desfavorable, así que tomó la decisión de preparar una capitulación con Monteverde. Los oficiales patriotas no comprendieron tal decisión y le adjudicaron la pérdida de la Primera República. Miranda, quien pasó gran parte de su vida escapando de la Inquisición y de la Corona española, fue arrestado y trasladado a La Carraca, en Cádiz, donde murió un 14 de julio de 1816, día aniversario de la Toma de la Bastilla.
Miranda y los libros
“Me he quedado en casa leyendo con gusto y provecho. Oh, libros de mi vida, qué recurso inagotable para alivio de la vida humana” (Arch. III.278).
A lo largo de su vida conformó la más grande y maravillosa biblioteca, la cual, además de ser fuente importante para enriquecer su espíritu y pensamiento, en algunos momentos le ayudó a obtener recursos a favor de la causa libertadora. Los libros le acompañaron toda la vida, pero no como objeto de colección, sino como fuente de conocimiento y espacio permanente para forjar el espíritu, la crítica y el impulso por alcanzar la justicia y la libertad.
Su gran tesoro, con más de 6 mil volúmenes, contenía amplitud de temas y autores. Se encontraban allí las obras completas de Descartes, Pascal, Voltaire, Condillac, Rousseau, Montesquieu, Hobbes, Locke, Newton, Humes, Helvecio y Maquiavelo. Por supuesto, los enciclopedistas D’Alembert y Diderot, así como los autores españoles del pensamiento ilustrado Fray Jerónimo Feijoo y el padre José Francisco de Isla. Hasta Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift tenía su lugar.
Luego de la detención, sus documentos desaparecieron, pero el historiador Carracciolo Parra Pérez los consiguió en 1927 en una biblioteca privada en Inglaterra. Durante el gobierno de Juan Vicente Gómez se adquirieron y entre 1929 y 1933 se editaron bajo el título de Archivo del General Miranda.
En 2007, la Unesco reconoció sus diarios y archivos como Patrimonio Documental de la Humanidad. Desde junio de 2011 están disponibles a través de la página www.franciscodemiranda.org
TOMADO DEhttp://ciudadccs.info/ 

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