lunes, 1 de enero de 2018

Como Chávez

Esta semana me topé tantas veces con un comentario tantas veces escuchado, cada vez que hay elecciones, cada vez que un candidato es revolcado por una zaparapanda de votos, brota de las profundidades del supremacismo clasemediero la amarga frase: "Los compraron (se vendieron) por una bolsa de comida". Después de 18 años de lecciones electorales, algunos parecen no haber aprendido nada.
Creer que el pueblo se vende, que el pueblo se compra, demuestra un profundo desprecio por quienes han sostenido esta Revolución durante todos estos años, aguantando todos los chaparrones, del lado más duro y cruel de esta larga batalla.
Nosotros, la clase media, pecamos de arrogantes. Nos subimos a una lucha una vez que estaba empezada, y llegandito, quisimos ordenar la pea. Nosotros no llegamos aquí para aprender, vinimos a enseñar, porque hemos leído y viajado, sabemos cómo deben ser las cosas, y las cosas deben ser como una idílica mezcla de Noruega con Dubai y la URSS, pulida con Photoshop, una vaina impecable, donde lo humano es borrado por la pureza y la perfección.
Subidos a un ridículo taburético, con una batuta de moral inmaculada, señalamos errores en un mar de avances sociales, culturales y políticos, salpicados de desaciertos, sí, pero enormes avances al fin y al cabo. Ponemos nombres a las cosas que no entendemos: populismo, paternalismo, demagogia, así descalificamos a los salvavidas urgentes, muchas veces desesperados, improvisados que han mantenido, hasta en los peores momentos de esta guerra, a los más vulnerables a flote.
Desde el taburético señalamos a Chávez, que así no se hace, que así no se dice, que guarda el crucifijo, que la cagaste, que yo era de izquierda primero que tú. Y me disculpan, pero yo aquí me bajo porque mi escasa formación ideológica no me permite seguir en la comparsa que, nublada de soberbia, desde el taburetico cuestionó a Chávez su decisión más pensada, la más difícil de todas, la más definitiva, la que fue firme, plena, como la luna llena, irrevocable, absoluta, total…
Al pueblo no se le compra ni se le puede comprar con una caja de comida
Chávez se equivocó, afirmaron por goteo, mientras Nicolás llevaba el timón en medio de la más poderosa tormenta. Que así no, que si el legado, que así no va a durar ni dos días, que no va a ganar una sola elección, que ya van a ver, que yo me voy, que yo no me hundo con este barco, que coño de la madre que no se hunde, que bueno, que miren que les traigo unas orientaciones, un nuevo liderazgo, uno de verdad, no como ese que lleva el timón, que lo lleva tan mal, que mira que hay corruptos, que mira que todo está carísimo, que quiero chutney de manzana y pecans, que subieron la tarifa de DirectTV, que la gente pasa hambre… Coño, que les dan cajas de CLAP, que no les den el pescado, que les enseñen a pescar… ¿Qué es el Carnet de la Patria? ¿Un carnet como el de AD? Y el pueblo sacándose esa vaina porque no tiene formación política…
Mientras que así, chico, sin formación política, el pueblo burló al paramilitarismo y cruzó ríos y trochas para votar por la Constituyente, y apagado el candelero, volvió a votar, una y dos veces, a pesar de los augurios que desde el taburetico aseguraban que el pueblo no votaría más porque la Constituyente solo frenó la guerra civil pero no la guerra económica y eso iba a costarle al chavismo, como iba a costarle no escoger a tal candidato.
Y el pueblo "equivocándose, vendiéndose por una caja de comida, por un bono navideño", vota por un proyecto, con sus aciertos y errores, con más aciertos que errores, consciente el pueblo de que este proyecto no es un nombre, ni un cargo de elección popular, que todo es mucho más complejo, más a largo alcance y a la vez inmediato. Vota el pueblo para frenar el más feroz ataque del enemigo histórico mientras apunta a consolidar el futuro como el que nos contaba Chávez.
Se equivocan los que creen que el pueblo se vende por una caja de comida. Se equivocan también los que creen que con una caja de comida pueden comprarlo. El pueblo votó y seguirá votando a pesar de la soberbia que insiste en enseñarlo a no ser como ha sido: valiente, clarito, firme y victorioso… como Cháve

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