jueves, 17 de diciembre de 2015

Desde miedo hasta La Lagunita


SANTIAGO DÍAZ
LETRA DIRECTA



La respuesta que ha dado el chavismo a los terribles resultados del 6 de diciembre ha sido interesante. 
Más allá de los sacudones, el jugarse el todo por el todo, y la cautela que ya, al fin, empieza a quedar atrás gracias a la bofetada que recibimos, se observa la urgencia que sienten las bases y la dirigencia de reconectarse sin intermediación burocrática.
 Llámelo miedo si quiere, porque tal vez sea eso. Pero no creo que sea miedo a perder un cargo, porque el pueblo que fue al encuentro de la semana pasada, en su mayoría, no tenía cargos que perder. Más bien es miedo a la restauración de la exclusión, al retroceso que mostró las garras y ahora tiene las herramientas para atacar en cualquier momento.
Otros son más torpes. En vez de convertir el miedo en fuerza, se escudan en la fulana autocrítica.
Peligrosa palabrita, por cierto, que me hace pensar en ambiciones individuales, en lanzar el nombre de uno al terreno político. 
Cosa que, por sí sola, no tiene nada de malo, pero que cae muy pesada cuando quien lo hace se quiere llevar a Chávez consigo. Hay gente que lleva casi tres años impulsando esa agenda con una especie de partido que no termina de nacer. Usted no me tiene que creer si no quiere, pero esos señores han estado todo ese tiempo lanzando puentes hacia la derecha. Un día se sabrá el cuento pero, por ahora, vamos a dejarlos tranquilos para que sigan tropezando con su propio ego.
La oposición, por su parte, se mueve entre la locura y la cautela. Así como Macri cree que puede castigar a los argentinos invitando a De La Rúa a su coronación, hay
 sectores de la oposición que no esconden sus 
intenciones ni disimulan que están desesperados por
 pagarle sus curules a quienes se los financiaron.
Fedecámaras mostró los dientes. Algunos locos de la meritocracia aquella intentaron volver a sus puestos de trabajo después de casi 14 años porque sí, porque ellos son lindos. Otros, afortunadamente para toda la oposición, parecen un poco menos desbocados. “Ganamos con votos prestados”, dijo Ramón Muchacho. Y tiene mucha razón. Por ahí va la verdad de lo que ocurrió el 6 de diciembre.
La frase “administren su victoria” está más vigente que nunca si no quieren perder el capital político circunstancial que tienen de cara a un posible revocatorio. 
Los agradecimientos a sus jefes llegarán, pero más les vale que ni siquiera se noten. Si pretenden eliminar los logros sociales, si sueñan con volver a la época de la exclusión a fuerza de plumazos, y si realmente creen que con sus dos tercios van a hacer que olvidemos todo lo que nos enseñó Chávez,
pueden terminar sesionando enconchados en el 
Country Club de La Lagunita. Y no es una amenaza. Es 
prácticamente un ejercicio de obviología.
TOMADO DE: http://ciudadccs.info/

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