jueves, 3 de diciembre de 2015

Libre comercio, pesadilla que 

acelera el cambio climático: 

Naomi Klein

Prohibir protestas en Francia en la COP21 por motivos de seguridad,dramática expresión del antiético abuso del poder

La periodista y activista canadiense Naomi Klein es una de las voces críticas del capitalismo más conocidas en el mundo

Tania Molina Ramírez
 
Periódico La Jornada
Sábado 28 de noviembre de 2015, p. 40
La periodista y activista canadiense Naomi Klein es una de las voces críticas del capitalismo más conocidas en el mundo. Es autora de los best-sellers No logo y La doctrina del shock. El primero denuncia las prácticas de las trasnacionales y fue llamado la biblia del movimiento altermundista, a principios del milenio. El segundo argumenta que los gobiernos aprovechan las crisis para impulsar sus agendas pro empresariales, y lo acompañó un cortometraje creado por Alfonso Cuarón y la autora.
En su más reciente libro, Esto cambia todo, Klein asevera que hay un claro vínculo entre el capitalismo y el cambio climático. Si tienes un modelo económico basado en el crecimiento, te va a empujar hacia una relación extractiva con la Tierra, que trata los recursos del planeta como si fueran infinitos, y vas a tener un conflicto esencial, dice en entrevista exclusiva con La Jornada, de la que es colaboradora.
Antiético abuso de poder en la COP21 de Francia
Klein, integrante de la junta de directores de 350.org, movimiento global dedicado a combatir la crisis climática, alerta sobre la determinación del gobierno francés de no permitir movilizaciones durante la conferencia internacional de cambio climático COP21. La decisión de prohibir los espacios más importantes en los cuales las voces de la gente impactada por el cambio climático serían escuchadas, es una dramática expresión del profundamente antiético abuso de poder: una vez más, un país occidental rico antepone la seguridad de las élites a los intereses de aquellos que luchan por sobrevivir. Una vez más, el mensaje es: nuestra seguridad no es negociable, la de ustedes sí, escribe en un artículo en The Guardian (la entrevista se realizó antes de los ataques en París).
Hace 10 años, cuando el huracán Katrina arrasó con Nueva Orleans, Naomi Klein visitó la ciudad devastada: Fue como ver el futuro si no nos salimos de este camino; era una colisión entre el neoliberalismo, el colapso de la esfera pública y el cambio climático.
En aquel momento, la periodista no entendía la conexión entre estos factores, pero definitivamente comprendía que ambas crisis crecían de modo acelerado.
A juicio de la canadiense, el neoliberalismo ha acelerado el problema de esta manera: con la fase de la globalización introducida mediante los acuerdos comerciales, con la creación de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y con la liberación del capital para que pueda buscar la mano de obra más barata y evitar regulaciones que interfieran con las ganancias. El resultado es que producimos mucho más, y de una forma muy, muy derrochadora.
La periodista pone de ejemplo lo ocurrido de 2000 a la fecha: En ese año, China ingresó a la OMC, y las emisiones globales se dispararon. Antes, el promedio de emisiones globales se incrementaba uno por ciento al año, pero después de eso comenzó a subir en 3.4 por ciento.
No sólo es responsable la globalización del comercio. También lo son las políticas características de la era neoliberal:desregulación, baja carga fiscal para las empresas, privatización de la esfera pública, austeridad en el gasto social. Es la antítesis de las políticas que reducirían las emisiones. Si vas a tomar en serio el cambio climático, debes invertir en transporte público, reimaginar las ciudades de tal forma que implique invertir en el ámbito público; tienes que regular las empresas e incrementarles los impuestos, igual que a los ricos.
Muchas de esas políticas (como la desregulación) quedan selladas gracias a tratados como el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica (ATP), recientemente firmado por 12 gobiernos, entre ellos el de México, y que aún tiene que ser ratificado.
Una de las cosas que más impresionaron a Klein mientras realizaba la investigación para Esto cambia todo fue el grado al cuallos acuerdos comerciales obstaculizan el tipo de políticas climáticas que necesitamos. Menciona el caso de Alemania, actualmente demandada por Vattenfall, empresa sueca, por 4.5 mil millones de euros, por su transición energética. Vattenfall dice que tenía derecho a esas ganancias. La demanda se basa en una provisión de derechos industriales del tipo incluido en el ATP.
En el libro, Klein tiene varios ejemplos de empresas que usan acuerdos comerciales para intentar derrotar las victorias de grupos ambientalistas, como la prohibición del fracking (fractura hidráulica para extraer hidrocarburos) en Quebec, retado por una compañía bajo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Estos acuerdos son una pesadilla, desde el punto de vista climático, dice.
El shock del pueblo
En Esto cambia todo, Klein narra lo que llama “el shock del pueblo”, luchas emprendidas en varias partes del mundo contra el cambio climático. Menciona Blockadia, un movimiento fuerte contra el fracking y los oleoductos. “Naciones enteras han prohibido el fracking, (…) pero (esto no) es un sustituto de crear políticas nacionales. Es algo así como un curita. Lo que necesitamos son gobiernos que hagan políticas sanas. No podemos luchar contra el cambio climático un oleoducto a la vez, así como no se puede luchar contra las condiciones de explotación una fábrica a la vez. Necesitas traducir las victorias locales en políticas nacionales, y eso no ha pasado”.
También escribe sobre los movimientos que se oponen a las políticas neoliberales, sin identificarse como parte de la lucha contra el cambio climático. Son los casos de Grecia y su oposición a las políticas de austeridad, Brasil con el movimiento por un transporte público gratuito, o Europa y la lucha contra la privatización del sistema ferroviario. “La gente se mete en su tema –desigualdad, comercio, medio ambiente– y se queda ahí”, señala.
Lo importante, precisa, es conectar los movimientos ya existentes. Cree que nuestra única esperanza es que las muchas fuerzas que quieren cambiar el sistema se unan y lleguen a una visión unificada de cómo hacerlo, y crear un sistema que se base en una economía que respete los límites del planeta y también esté comprometido con la justicia económica y con luchar contra la desigualdad en todos los frentes.
El Vaticano
Naomi Klein fue invitada a participar en un encuentro en el Vaticano sobre la encíclica papal Laudato Si, en julio pasado. De todo lo que está pasando con el papa Francisco, siento que lo más importante es que es un modelo para un cambio rápido, que tiene la profundidad necesaria para la crisis que enfrentamos, opina la periodista.
Es inspirador ver que una institución no sólo grande, sino antigua, regresiva, conservadora, pueda cambiar tanto en tan poco tiempo. Para empezar, debería inspirar a las instituciones progresistas. La encíclica tiene una visión holística, vincula la pobreza con el cambio climático. Eso no ocurre al nivel de la mayoría de los grupos ecologistas.
Opina que el cambio no viene de una sola persona. El lenguaje en la encíclica papal no estaría ahí si no fuera por los movimientos sociales de América Latina, por décadas de presión; no estaría ahí sin Vía Campesina, el Movimiento de los Sin Tierra y el movimiento por los derechos indígenas.



CUMBRE DEL CAMBIO CLIMÁTICO ORGANIZADA

 POR LOS GOBIERNOS Y LAS GRANDES 

CORPORACIONES RESPONSABLES DE LA 

POBREZA, EL HAMBRE, LA MAYOR PARTE DE LA

 CONTAMINACIÓN DE LA ATMÓSFERA Y OTROS

 MALES DE LA HUMANIDAD... ¿SERÁ OTRO 

NEGOCIO MÁS? SACAN GANANCIAS HASTA DE 

LAS PIEDRAS ¡VAYA HIPOCRESÍA! - 

Jorge Zabalza

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Opinión: Alejandro Nadal/ ¿Arde París? Cuenta regresiva para COP21

Por Alejandro Nadal jue, 26 nov 2015 17:58 La Jornada
27 de noviembre de 2015. A partir del lunes, 195 países disponen de menos de dos semanas para alcanzar en París un acuerdo mundial capaz de frenar el calentamiento del planeta. Videografía sobre las consecuencias del cambio climático.
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Se dice que en agosto de 1944 el general Dietrich von Choltitz salvó la ciudad de Paris de la destrucción. La leyenda cuenta que había recibido órdenes estrictas de Hitler de no rendir la capital francesa a los aliados bajo ninguna circunstancia. El ejército alemán debía luchar hasta el último hombre y la ciudad debería quedar en ruinas antes de ser abandonada. Llegado el caso, Von Choltitz tendría que dinamitar puentes, iglesias, museos y hasta la torre Eiffel antes de dejar la ciudad.

En sus memorias von Choltitz contó cómo había rehusado cumplir esas órdenes que representaban un atentado en contra de la humanidad y la civilización. El título era bueno, ¿Arde París?, pero la historia era falsa.

Von Choltitz no fue una blanca paloma que en un momento de lucidez salvó a la Ciudad Luz de la destrucción. 
Su pasado tenebroso estuvo marcado por la destrucción de Rotterdam y, en el frente oriental, de Sebastopol, además del asesinato de la población judía en esa ciudad. 
Su carrera en el frente oriental es ejemplo de la complicidad de los mandos militares con la política de genocidio nazi. 
Pero sus memorias fueron una eficaz cortina de humo que le permitió entrar en la posguerra como una especie de héroe en lugar de un criminal de guerra.

El título de las memorias de Von Choltitz evoca casi literalmente la nueva batalla para la que se prepara París. Dentro de seis semanas se llevará a cabo la vigésimo primera Conferencia de las partes (COP21) de la Convención marco sobre cambio climático (CMCC). Sin exagerar, se trata de la conferencia mundial más importante sobre el cambio climático pues en ella se definirá el régimen de reducción de emisiones de gases invernadero y el futuro del clima en el planeta.

Los escenarios no son halagüeños. Hasta ahora se ha ido aceptando como base de todas las negociaciones el objetivo de estabilizar el aumento de temperatura en 2 grados centígrados para fines del siglo. 
Ese objetivo se ha ido aceptando a raíz de los trabajos del Panel intergubernamental sobre cambio climático (IPCC). Entre 1880 y 2012 la temperatura promedio de superficie ha aumentado 0.85 grados centígrados.
Muchos científicos consideran que el objetivo de 2 grados centígrados es ya demasiado arriesgado y puede acarrear consecuencias desastrosas. Pero una meta de 1.5 grados centígrados ya no es alcanzable. 
En los últimos 800 mil años se registraron aumentos de temperatura de 2 grados C y aunque no están asociados con desequilibrios radicales, sí están vinculados a incrementos importantes (hasta de 10 metros) en el nivel promedio del mar.

Esos escenarios indican que se necesita reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a unas 20 giga toneladas anuales de CO2 equivalente para el año 2020. Pero en la actualidad (datos de 2014) las emisiones se acercan a las 40 giga toneladas y se ve muy difícil una reducción en los niveles de emisiones que nos permita alcanzar el objetivo trazado por el IPCC. 
Al contrario, la inercia que provocan las inversiones en infraestructura ligada al perfil energético basado en combustibles fósiles hacen pensable que en 2020 se genere un volumen de emisiones cercano a las 45 gigatoneladas de CO2 equivalente.

Lo más alarmante de ese pronóstico es que las emisiones reales al día de hoy ya están colocando al planeta en la trayectoria del peor escenario posible, con una probabilidad creciente de generar aumentos en la temperatura de entre 3.2 y 5.4 grados centígrados hacia finales del siglo (y concentraciones superiores a las 1000 partes por millón de CO2 equivalente en la atmósfera). Ese nivel de perturbación climática conlleva una muy alta (socialmente inaceptable) probabilidad de desencadenar eventos catastróficos para la humanidad.

En la COP21 no se esperan cambios radicales. Las conferencias de las partes se han venido sucediendo en los últimos cinco años sin que se haya logrado establecer un régimen regulatorio capaz de reducir de manera eficaz las emisiones de gases de efecto invernadero. La tendencia que domina cada vez con mayor fuerza es la de permitir a cada país fijar metas de reducciones de manera voluntaria. 
Estas metas voluntarias corren un muy alto riesgo de ser incumplidas y quedar como letra muerta. La COP21 puede ser la gran fiesta del lobby de las industrias fósiles, incluyendo a productores primarios y consumidores fundamentales (aquellos cuyos productos son inútiles sin combustibles fósiles).

París sufrió ya dos olas de calor extremo en la última década. En 2003 murieron 15 mil personas. Hace dos meses el termómetro volvió a subir y la nueva ola provocó 700 muertes. No se puede afirmar que estas olas de calor están directamente ligadas al calentamiento global, pero estos eventos son consistentes con las predicciones de los escenarios sobre cambio climático. 

La temperatura también va a subir durante la COP21. Y las mentiras sobre la eficacia de los mecanismos voluntarios para reducir emisiones estarán a la orden del día. ¿Podrá el aparato de propaganda de los poderes establecidos contar una mentira tan eficaz como la de Von Choltitz?
Twitter: @anadaloficial

TOMADO DE: http://noticiasuruguayas.blogspot.nl/

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