sábado, 12 de diciembre de 2015

Hernán Mena Cifuentes
Hipnotizado y confundido por la más brutal de las conjuras de que haya sido víctima en toda su historia, la mayoría del pueblo venezolano abandonó el domingo las iluminadas alamedas construidas por el Socialismo para seguir por los atajos oscuros y escabrosos del fascismo, que lo arrojará, de no despertar a tiempo, del hipnótico letargo impuesto, a los abismos de sumisión y dominación que vivió durante la Cuarta República.

La victoria fascista en las elecciones parlamentarias, “no fue un triunfo de la oposición, sino una victoria de la contrarrevolución”, afirmó el Presidente Nicolás Maduro tras reconocer los resultados de los comicios, con la gallardía ética y moral que jamás tuvieron los enemigos de la Revolución Bolivariana para admitir las 18 victorias alcanzadas por el Chavismo en poco más de 16 años.

El triunfo fascista solo fue posible gracias al golpe de Estado continuado, acompañado de una implacable guerra psicológica, mediática, económica, financiera, política y diplomática desatada por EEUU, el imperio más poderos de la historia contra un proceso inédito y pacífico, magna obra de Chávez, que fue ejemplo para que otros países de la Patria Grande siguieran el mismo camino.

Pero, viendo cómo escapaban de sus garras aquellas naciones a las que había sojuzgado y saqueado sus ingentes recursos naturales durante un siglo, EEUU, desencadenó esa conspiración, utilizando como peones a una caterva de apátridas que por una tajada del botín robado se prestan para traicionar la libertad que tanto sudor, lágrimas y sangre ha costado al pueblo hijo de Bolívar.

En complicidad con la oligarquía, políticos, prensa mercenaria, presidentes, ex presidentes y parlamentarios europeos y latinoamericanos, el Imperio, volcó todo su odio e ira contra Venezuela continuando con su obra predadora, lo que El Libertador pronosticó hace 186 años: “EEUU parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias en nombre de la libertad”.

En el marco de esa aventura belicista desplegada contra Venezuela, el Imperio aplica el mismo guión, la misma y repetida agenda desestabilizadora que adopta contra aquellos países y sus gobernantes negados a convertirse en sus vasallos, ya sea enviando a sus marines a invadirlos o imponiendo sanguinarias dictaduras y sumisas y obedientes pseudo democracias.

Lo hizo en Argentina, Chile, El Salvador, Haití, República Dominicana, El Guatemala, El Salvador, Brasil, Bolivia y en otros países como las patrias de Martí, Sandino y Bolívar, hasta que en 1959 Fidel con la Revolución cubana dio el primer grito libertario, seguido en 1979 por el de Daniel Ortega con la Revolución Sandinista y el lanzado por Chávez con su victoria electoral en 1998, punto de partida de la Revolución Bolivariana.

Fue esa gesta liderada por el comandante la que abrió nuevos caminos a otros gobernantes progresistas y revolucionarios que siguiendo su ejemplo reconquistaron la dignidad y soberanía perdidas sus pueblos y se sumaran a la marcha de libertades que avanzó por la Patria Grande donde, bajo la inspiración de Chávez renació el sueño integrador de Bolívar.

Pero el Imperio no estaba dispuesto a tolerar semejante amenaza a sus sueños de conquista planetaria, aquella “piedra en el zapato” que era Chávez, que lo desalojó de su feudo, liberando junto con sus hermanos mandatarios, a los pueblos que sojuzgó durante décadas y robó sus ingentes recursos naturales, base del progreso y desarrolló que alcanzó gracias a ese monumental saqueo.

Para impedirlo, los “think tanks” imperiales recomendaron destruir la Revolución Bolivariana, responsable de esa situación que amenaza su mundial hegemonía y fue así como comenzó la más brutal, salvaje e implacable conjura desencadenada contra la Revolución Bolivariana, solo comparable a la desatada contra sus hermanas, la Revolución Cubana y nicaragüense.

Un sabotaje petrolero que paralizó al país y robó la Navidad a los niños venezolanos; un boicot terrestre, marítimo y aéreo; el fugaz derrocamiento de Chávez por un golpe de Estado; invasión e infiltración de paramilitares, acciones golpistas como La Salida con sus guarimbas y barricadas, que segó las vidas de 43 personas, fueron algunos de los actos desestabilizadores con que se pretendió destruir el inédito y pacífico proyecto revolucionario.

Y como fracasó toda la violencia, destrucción y muerte que generaron durante más de 3 lustros, los agentes del Imperio, por instrucciones de su amo montaron la trampa desestabilizadora de la guerra económica que habría de dar por fin sus podridos frutos, y colocándose la máscara de la legalidad, participaron en los comicios del domingo en los que vencieron.

Ha sido una batalla más de la guerra que Washington encargó a sus lacayos del eje Miami-Bogotá-Madrid-Caracas, que llenos los bolsillos con los miles de millones de dólares que les ha dado, desataron una ofensiva de acaparamiento, desabastecimiento, ataque a la moneda, contrabando de extracción, infiltración de mercenarios que sembró el caos en la economía venezolana.

Largas e interminables “colas” frente a las gasolineras para llevar el combustible a Colombia, y frente a los supermercados, donde escasean los alimentos de la cesta básica y cuanto producto se coloca en los estantes, ya que desaparecen apenas llegan, adquiridos por hordas de “bachaqueros” que se los llevan al país vecino donde los revenden obteniendo grandes ganancias.

De nada sirvieron las acciones del gobierno revolucionario para reducir la escasez provocada por el saqueo y el descomunal aumento de los precios, como los significativos aumentos salariales, los subsidios a los productos de primera necesidad y otras medidas, pues la guerra económica ha sido tan implacable que afectó la confianza y credibilidad del pueblo, que cayó en la trampa que tendió el fascismo.

Apenas transcurrido las primeras horas de su “circunstancial victoria”, anuncian el desmantelamiento de todo el andamiaje jurídico, político y social levantado por la Revolución Bolivariana, derogar la Ley del Trabajo, de Precios justos, destituir al presidente, a ministros, despedir trabajadores y entregar de nuevo el petróleo, incluyendo la Faja Petrolífera del Orinoco a la voracidad de las transnacionales de EEUU, su amo.

Y no fueron más allá en sus demoníacas pretensiones, apenas se hicieron del poder, como ha sido su costumbre, de lanzar a las calles sus hordas de violentos para descargar contra los dirigentes revolucionarios y el pueblo todo el odio y la ira que alimenta su miseria humana, porque están conscientes de que no pueden hacerlo, porque hay una barrera impenetrable que se lo impide.

Es la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, que ha resistido desde hace años, imperturbable y firme, desde sus máximos jefes comandantes generales, demás oficiales y hasta el último soldado, todos los intentos de traición a su misión histórica de resguardar los valores de lealtad y libertad que han jurado defender como herederos legítimos del espíritu libertario que les imprimió Bolívar.

Un Ejército Forjador de Libertades, dispuesto a enfrentar cual intento, venga de donde venga, de destruir la Revolución Bolivariana, así sea del Imperio más poderoso de la historia, como lo hizo tras el golpe de Estado del 11-A, cuando, de la mano del pueblo rescató y devolvió a la presidencia a Chávez el eterno y supremo comandante.

Porque esos valientes militares son hijos del pueblo venezolano, poseedor de ese don magnifico que lo hace resistente a todas las dificultades, como las miles que superaron Bolívar y Chávez cuando el enemigo los creyó vencidos, y se levantaron y lucharon con mayor vigor que antes y vencieron finalmente, así lo hará ese pueblo indoblegable, téngalo el mundo por seguro que así será, mas temprano que tarde.

http://www.psuv.org.ve/

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