jueves, 3 de diciembre de 2015

Las raíces del racismo anti-mizrají en


 Israel


Edo Konrad

Inmigrantes judíos procedentes de Yemen en un campamento próximo a Rosh Haayin. (Foto: GPO)

Un gángster, un ladrón, un asesino o un proxeneta askenazí no se ganará la simpatía de la comunidad askenazí (si tal cosa existe) y él tampoco la esperará. Pero en una comunidad de primates como la marroquí, tal cosa es posible.
David Ben Gurión, primer primer ministro israelí, 1959
 
Los medios de comunicación israelíes eran un hervidero
 este lunes, tras la publicación de un anuncio 
abiertamente racista contra los judíos mizrajíes [judíos
 orientales, procedentes de países fundamentalmente
 árabes, N. del T.].
El anuncio, que busca la promoción de la urbanización “Karmei Gat” que se construirá en el centro de Kiryat Gat, una ciudad de clase obrera cuyos residentes son en gran parte mizrajíes, presenta a una familia religiosa askenazí (judíos de origen europeo oriental) encendiendo velas de Hanukah. De repente, son interrumpidos con rudeza por dos vecinos, descaradamente retratados como mizrajíes, que echan a perder el ritual con su vulgaridad e ignorancia de las auténticas prácticas judías.

El mensaje es claro: en Karmei Gat podrás vivir entre otros judíos blancos sin tener que preocuparte por esos molestos e ignorantes personajes de color moreno.
El vídeo, producido por Beemuna, una empresa inmobiliaria especializada en la construcción de “viviendas de calidad para gente religiosa”, ha sido ampliamente criticado en los medios y fue retirado rápidamente. Pero el mal sabor de boca que dejó no desapareció, sobre todo porque el vídeo fue hecho público el mismo día en que Israel conmemora oficialmente la expulsión de los judíos de países árabes y musulmanes.
El 2014, el parlamento israelí aprobó una ley para conmemorar la huida y expulsión de los judíos de países árabes y de Irán. Para muchos mizrajíes, el Día del Refugiado Judío es una forma de reconocimiento de su estatus de ciudadanos de segunda clase en la sociedad israelí. “Esta historia afecta a la mitad de los residentes de Israel, pero es casi desconocida”, dijo en febrero de 2014 el parlamentario Simón Ohayon, de origen marroquí, cuando el Knesset (parlamento israelí) se disponía a votar la ley. “Si la historia de estas comunidades hubiera sido contada desde la fundación del estado, no necesitaríamos hoy este proyecto de ley”.

Los críticos del día conmemorativo argumentan que este forma parte de un cínico intento del gobierno para utilizar las reclamaciones de las propiedades de los mizrajíes, en países como Irak y Marruecos, como un medio de contrarrestar las demandas de los refugiados palestinos a las tierras de las que fueron expulsados en 1948, lo que el profesor Yehuda Chenhav ha denominado una “contabilidad sin espinas”.

Quienes se sorprendan por el flagrante fanatismo que rezuma el vídeo de Karmei Gat deben tener en cuenta que las actitudes racistas hacia los mizrajíes forman parte del ADN del estado de Israel. Los fundadores del estado, judíos de origen askenazí, fueron educados en las ideas europeas de la época, el nacionalismo y el socialismo, y veían a los “judíos orientales” como retrógrados y primitivos desde el mismo momento en que empezaron a llegar en masa a las costas de Israel, poco después de la creación del estado.

El afamado canciller israelí Aba Eban describió en 1957 cómo los judíos mizrajíes eran, en el sentido más claro del término, una amenaza directa para el recién creado estado de Israel: “El objetivo debe ser inculcarles el espíritu occidental y no permitir que se arrastren hacia un Oriente antinatural. Uno de los mayores temores […] es el peligro de que una gran cantidad de inmigrantes de origen mizrají nos lleve a compararnos culturalmente con nuestros vecinos”.
Enfermeras y madres cuidan a unos niños yemeníes en Rosh Haayin, 1949. (Foto: GPO)
Esos mismos sentimientos racistas sentaron las bases para las políticas racistas. 
En los primeros años del estado, los judíos mizrajíes fueron recluidos en guetos, sometidos a aculturación y a experimentación médica

Lo más inquietante de todo fue el presunto secuestro de cientos de bebés yemeníes entre 1948 y 1956. Aunque el establishment sionista consideraba a los inmigrantes yemeníes como judíos “auténticos”, estos eran vistos, no obstante, como seres infectados por la enfermedad de su origen oriental, una enfermedad que solo podía curarse mediante adecuadas dosis de aculturación occidental. “Por qué destruir la diáspora en Yemen y traer a esta gente que nos causará más daño que beneficio?”, preguntó Isaac Grinboim, primer ministro del interior de Israel. “Al traer a un 70 por ciento de judíos yemeníes enfermos vamos a perjudicarles a ellos y a nosotros”.

Para comprender el desprecio y, a veces, el odio que sufren los judíos procedentes de países árabes en Israel, tenemos que remontarnos a los orígenes. He seleccionado una serie de observaciones hechas por líderes israelíes en los primeros años del estado sionista (todas ellas pueden encontrarse en el destacado libro de Tom Segev 1949: The First Israelis) para demostrar lo profundamente arraigadas que estaban estas actitudes:

Incluso el inmigrante de África del Norte, que es un salvaje, que no ha leído un libro en su vida, ni siquiera un libro religioso, y que no sabe decir sus oraciones, tiene tras sí, consciente o inconscientemente, una herencia espiritual de miles de años […] (David Ben Gurión)

Los judíos de Oriente abandonaron el antiguo espíritu y su papel en la nación judía retrocedió o desapareció por completo. 
En los últimos centenares de años, los judíos de Europa han liderado a la nación, tanto en cantidad como en calidad. (David Ben Gurión)

Esta tribu está, en cierto modo, más fácilmente absorbida, tanto cultural como económicamente, que cualquier otra. Es muy trabajadora, no está atraída por la vida de la ciudad, tiene —al menos los hombres— una buena base de hebreo y herencia judía. Sin embargo, en otros aspectos, puede ser la más problemática de todas. Tenemos dos mil años de historia, quizá más. 

Esta tribu carece de los conceptos más básicos y elementales de la civilización (a diferencia de la cultura). 

Su actitud hacia las mujeres y los niños es primitiva. Su condición física es pobre. Durante miles de años ha vivido en uno de los territorios más ignorantes y empobrecidos, bajo un gobierno más retrógrado aún que un régimen feudal y teocrático ordinario. 
El paso de esa situación al estado de Israel ha sido una profunda revolución humana, no un cambio superficial y meramente político. 
Todos sus valores deben ser cambiados de arriba abajo”. (David Ben Gurión, sobre los inmigrantes yemeníes a Israel)

Esta es una raza diferente a cualquiera que hayamos visto antes. Dicen que hay diferencias entre la gente de Tripolitania, Marruecos, Túnez y Argelia, pero no sé cuáles son esas diferencias, si es que en realidad existen. 

Dicen, por ejemplo, que los tripolitanos y los tunecinos son “mejores” que los marroquíes y los argelinos, pero todos tienen los mismos problemas […]
 El primitivismo de estas gentes es insuperable. 

Por regla general, solo son ligeramente más avanzados que los árabes, los negros y los bereberes de sus países […] Los africanos [del norte] traen sus formas de vida con ellos dondequiera que se asienten. 

No es sorprendente que la tasa de criminalidad del país aumente […] sobre todo hay un hecho igualmente grave, cual es su absoluta incapacidad para adaptarse a la vida de este país, su pereza crónica y el odio hacia cualquier tipo de trabajo”. (Arye Gelblum, Haaretz, 22/04/1949)

Son bien parecidos en cuanto a su aspecto físico y su apariencia externa, pero me parece muy difícil distinguirlos del tipo árabe de buena calidad”. (H. Tsivleli, emisario de la Agencia Judía en Libia)

En nuestra opinión, los judíos sefardíes y yemeníes desempeñarán un papel importante en la construcción de nuestro país. Tenemos que traerlos con el fin de salvarles, pero también para conseguir el material humano necesario para construir el país”. (Berl Locker, presidente de la Agencia Judía, en charla con el político judío estadounidense Henry Morgenthau, en octubre de 1948)

Tengo que decir que el material humano de Alemania es mejor de lo que había pensado, sobre todo después de haber visitado a los norteafricanos en Marsella”. (Isaac Refael, miembro de la dirección de la Agencia Judía, después de haber visitado un campamento para inmigrantes que se preparaban para ir a Israel)

Usted está familiarizado con los inmigrantes de esos lugares […] sabe que no tenemos una lengua común con ellos. Nuestro nivel cultural no es el suyo. Su forma de vida es medieval. (Susana Parsits, parlamentaria del Partido General de los Sionistas)


Sería injusto, sin embargo, retratar la historia de los mizrajíes en Israel como si solo hubieran sido unas víctimas pasivas. 
Desde el principio, los inmigrantes mizrajíes recién llegados se sublevaron contra las condiciones de vida espantosas de los maabarot (los campamentos de absorción de refugiados en Israel) y las ciudades del interior de Israel, donde fueron enviados a menudo para vivir en las casas de los palestinos que fueron expulsados o huyeron un año antes. 
La más destacada de estas movilizaciones se produjo en los años 70, dirigida por un grupo de jóvenes marroquíes en Jerusalén, que se llamaban a sí mismos las Panteras Negras Israelíes y llevaron a cabo una serie de protestas masivas, llegando a representar una amenaza real para el establishment askenazí.



Rubén Abergel, cofundador del movimiento de las Panteras Negras en Israel, dirigiéndose a más de 10.000 africanos solicitantes de asilo reunidos en el Parque Levinsky, en Tel Aviv, el 7 de enero de 2014. (Foto: Oren Ziv / Activestills.org)


En la actualidad, existe un floreciente activismo cultural y político mizrají, que 

busca no solo exponer los crímenes de los fundadores

 askenazíes, sino también establecer una línea directa

 entre los abusos de los años 50 y el racismo que vemos

 hoy en la sociedad israelí. 

Pero el mero hecho de que haya personas que,

 aparentemente, no tienen ningún problema con

 promover activamente el apartheid

manteniendo a los mizrajíes fuera de ciertos vecindarios, significa que quienes no son mizrajíes —como yo mismo— deben tomar un papel activo en el combate contra estas formas de intolerancia.

En primer lugar, tenemos que escuchar. Escuchar las historias de
 judíos yemeníes que hablan de cómo les arrebataron a
 sus hijos y los entregaron en adopción sin 
considerarlos como cuentos de viejas. 
Debemos escuchar las historias que hablan de la 
represión brutal que suprimió casi todas las protestas 
mizrajíes en un país que nunca fue hecho realmente 
para ellos
Debemos aprender a ver la historia de la tragedia mizrají como algo que debe ser dicho, una y otra vez, a todo el que crea que los israelíes son todos racistas, colonialistas europeos que vinieron aquí con el expreso propósito de usurpar la tierra a los palestinos. 
Debemos contarla a todo el que crea, todavía, que Israel
 es el único lugar de la Tierra donde los derechos, las 
historias y la seguridad de los judíos están garantizados 
y protegidos. 
Pero, sobre todo, debemos contarla por el mero hecho de que sigue siendo una herida abierta que no puede curarse por sí misma.

Edo Konrad es escritor, bloguero y traductor, que vive en Tel Aviv. Ha trabajado anteriormente como redactor en Haaretz y es, actualmente, redactor de la revista +972.
Fuente: The roots of anti-Mizrahi racism in Israel, +972 Magazine, 2/12/2015
Traducción: Javier Villate (@bouleusis)

TOMADO DE: http://blog.disenso.net/

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