lunes, 23 de mayo de 2016

Resistimos o sucumbimos


por Miguel Leonardo Rodríguez


Mayo 8 de 2016, 12:14 pm - MISIÓN VERDAD


A veces resulta un tanto complejo poder explicar de manera sencilla y llana lo que está aconteciendo en la calle desde algunos meses ya casi de forma cotidiana. Decimos que no es una tarea fácil, porque siempre corremos el riesgo de tomar partido en los hechos, es decir, parcializarnos bajo determinada realidad concreta y de no actuar con la suficiente objetividad para recoger y poder plasmar ante el mundo lo que nuestra gente siente, percibe, comenta, discute, anhela y reclama en las colas, en el transporte público, desde las redes sociales y cualquier otro espacio público o de interacción social. Particularmente estoy convencido de que el poder conocer e interpretar acertadamente todo ello, será un elemento esencial que nos permita salir fortalecidos construyendo colectivamente soluciones y el camino a seguir en un momento difícil en lo económico y complejo en lo político como el que estamos viviendo.
Por otro lado, es de vital importancia enriquecer el debate de las ideas, sin apartarnos de la batalla en el propio terreno, en cada espacio, cada rincón, siempre junto al pueblo, superando las miserias individuales, porque aun estando o no de acuerdo con el modelo de sociedad solidario, de inclusión y de justicia social que proponemos, todos somos protagonistas de este capítulo memorable de nuestra historia contemporánea.
Estamos inmersos en una guerra continuada, que nunca ha cesado desde la llegada de Chávez al poder, con una canalla que no se resigna de ver materializado los sueños de millones de compatriotas, y a que se mantenga viva la esperanza de todos un país, que llegó a convertirse en un mal ejemplo a seguir en el continente y para los pueblos oprimidos del mundo.
Por fortuna hay un horizonte promisorio y lleno de esperanza para nuestra patria, un destino indeclinable que soberanamente diseñamos y reconocemos auténticamente nuestro, y que justamente es desde donde nos quieren sacar a cualquier costo, aprovechándose de la incertidumbre y confusión generada en medio de esta guerra económica y las acciones desestabilizadoras. Valiéndose de la turbiedad y confusión con que se dibujan los escenarios más próximos, creando sentimientos de frustración y desesperanza llevando a pensar que todo se ha perdido.
¿Cómo resolver algo que está intrínsecamente ligado a lo psicológico, al comportamiento humano y social influenciados con elementos muy autorreferenciales? Muchas de estas circunstancias ya empiezan a formar parte de un imaginario colectivo.
Es indiscutible la existencia de una realidad coyuntural que nos agobia, que nos presiona, que aunque planificada e inducida es capaz de afectar nuestra psiquis a un punto al cual algunos llegan a pensar que es el fin y cualquier cosa que ocurra es mejor.
Sólo imaginemos lo que puede pasar por la mente de aquellos compatriotas que sin la formación ideológica y la conciencia política que tanto nos demandaba Chávez, hoy no pueden acceder a algunos de los productos de primera necesidad porque para lograrlo deben hacer grandes colas o pagar precios especulativos que rayan en lo escandaloso.
Seguramente muchos, siendo parte de esa gran mayoría que apoyan este proceso, se sienten desorientados, incluso pensando que hemos perdido el rumbo, pues casi resignados saben que tendrán que caer en manos de los que a vox populis identificamos como bachaqueros. Una práctica perversa llevada a cabo por muchos y que se ha ido metiendo en los tuétanos, parte de una cotidianidad que golpea principalmente a los más pobres, a los trabajadores y a la clase media, llegando a formar parte de un comportamiento que asumen como normal, de una forma de vivir. Es por ello que no podemos esperar que el pueblo permanezca incólume y no se haga partícipe del cuestionamiento de todo por lo que está pasando.

Tenemos más que razones suficientes para resistir
Indudablemente que no se trata de una situación que pueda tener una repuesta sencilla por las múltiples aristas a ser consideradas. Sin embargo, nos atreveremos a presentar al menos dos aspectos que pueden contribuir en este profundo y rico debate que debe dar el país. El primero de ellos está orientado a analizar si parte de la confusión e incomprensión que expresa nuestra gente tiene que ver con la carencia de herramientas y de los códigos que les permitan hacer una clara lectura del momento histórico, y de que este se encuentra marcado y determinado por una certera y cruenta guerra económica. Un asunto que debemos revisar y que nos lleva a formularnos algunas interrogantes: ¿Cómo se puede asumir una posición distinta si no entendemos el fondo del problema? ¿Estamos seguro de que la mayoría de nuestra gente entiende que estamos frente a una guerra fomentada por quienes hoy nos enfrentan para hacerse del poder desconociendo la voluntad de los venezolanos?
No nos cansaremos de decir que estamos frente a una guerra económica utilizada como punta de lanza para ir erosionando nuestras bases de apoyo popular. Que se trata de una operación que ya ha sido puesta en práctica por el Imperio norteamericano frente a gobiernos progresistas o que le resulten incómodos a sus intereses capitalistas.
De ese planteamiento partimos para hacer un segundo aporte y reflexión. Se trata de la Resistencia Revolucionaria, su teoría y práctica: ¿Qué es? ¿Cómo se asume? ¿Estamos dispuestos a resistir los embates de esta crisis coyuntural e inducida que se ha planteado derrocar al Gobierno? En la repuesta a estas preguntas posiblemente se inscriba buena parte de lo que hoy es requerido por nuestra patria para superar este difícil momento.
Cualquier venezolano que sienta en sus entrañas la patria está llamado a la determinación, implementar la resistencia como estrategia y modo de lucha. Resistir, aguantar, lleva implícito asumir restricciones significa estar dispuesto a sacrificar algunas "comodidades" y a ciertas condiciones de vida conquistadas pero siempre con la esperanza de recuperar para el colectivo y la sociedad entera el estado de bienestar que hemos alcanzado. Aunque tenemos claro que no es una cosa fácil de asumir.
Es de Mészáros aquello de que la transición al socialismo debe ser lo más humanamente posible, con los menores sacrificios que hagan que el mismo sea viable y asumido por la población. Pero indudablemente este tránsito siempre tiene su costo y, sin dudas, creo que nos encontramos justo en ese punto de quiebre que, si no comprendemos el arduo trabajo que hoy debemos hacer para consolidarlo, estaríamos echando por la borda todo los logros y avances sociales durante estos 17 años de Revolución Bolivariana. Entender las dificultades por las que atravesamos, conlleva reconocer también errores propios de un camino en construcción, sin recetas y producto de la creación permanente, que en algún momento tendría duras pruebas que superar.
Hoy estamos en esa situación y ante la responsabilidad histórica de resistir o sucumbir, ante las amenazas que siempre han estado al acecho. Es la hora de dar lo mejor de cada uno de nosotros, y demostrar que somos capaces de resistir para lograr la victoria. Cambiemos aquella máxima de Santo Tomás de "ver para creer" por la de "creer para ver".
Resistimos o sucumbimos, hay razones suficientes para resistir, y demostrar que tenemos la estirpe y casta de nuestros libertadores, de nuestros ancestros aborígenes, que siempre estuvieron dispuestos a resistir y fueron premiados con el reconocimiento de la historia y la gloria de los herederos de esta patria.



La revolución en su laberinto


por Manuel Briceño Méndez
¿Quién sabe c
ómo se hace una

 revolución o cuándo alguien se hace

 revolucionario?

Mayo 18 de 2016, 1:40 pm - MISIÓN VERDAD


Ciertamente, las respuestas no son ni fáciles ni evidentes pues no hay recetas para hacer revoluciones, no hay modelos. No se hacen cursos para ser revolucionario, eso no se enseña: se aprende; sin embargo, aquí vamos, haciendo una revolución que quiere ser bolivariana y socialista; del siglo XXI, por tanto chavista. ¡No es poca cosa!
La revoluciones se hacen cuando el momento histórico aparece, como Bolívar que despierta cada 100 años y blade su espada para convocar al pueblo libertario. No es un decreto, ni una proclama, ni siquiera una voluntad que suma voluntades. Por eso, cada revolución es única, particular, específica; las revoluciones se van haciendo en sus propias especificidades históricas, geográficas, culturales y geopolíticas; por eso no son fáciles. La revolución aparece en escenarios siempre contrarios a ella. Debe, por tanto, enfrentar opositores de muy diversa índole y es un proceso largo y duro: toda revolución lleva consigo su propia contrarrevolución, a la que habrá que imponerse por la fuerza de los cambios profundos en la conciencia de la gente.
Siendo así, de hecho y de derecho, la revolución siempre será una confrontación permanente contra sus enemigos declarados desde sus orígenes. Es una guerra declarada de intereses y una lucha por el ejercicio del poder.
Como en toda guerra, las armas son muy diversas: militares, financieras, económicas, mediáticas, geopolíticas, que se usan convenientemente en diferentes escalas y escenarios, desde lo granregional -la Patria Grande-, hasta lo local y cotidiano del ciudadano de a pie. El golpe convencional, lento o permanente -la guerra económica, como ahora se le denomina-, no son más que matices de una misma decisión política salida de los centros del poder hegemónico contra los que se rebelan en un acto revolucionario.
Por otra parte, los revolucionarios sólo se forjan haciendo la revolución; no es ésta una condición inherente a las personas en determinadas circunstancias; en el camino siempre aparecerán las dudas, los temores, las inconsistencias, las tentaciones, que serán necesarias sortear con la fuerza de la voluntad y la convicción: necesario es creer en la revolución, para que ella sea posible; el socialismo se practica más allá del discurso.
La prática revolucionaria conlleva una contrarrevolucionaria
Estamos justos en esa circunstancia; en el momento preciso donde han decidido nuevamente -al igual que en 2002- venir con todo, con todas las armas posibles para generar desequilibrios, ingobernabilidad, divisiones, desencanto, desconfianza y sobre todo incredulidad; el objetivo visible: Nicolás Maduro. ¿Pero por qué el presidente Nicolás? Porque sacar a Nicolás es sacar a Chávez, su proyecto político, y hacer que toda esta gesta del pueblo venezolano quede como una vivencia histórica recluida en el Cuartel de la Montaña, donde reposa su líder y Comandante Eterno.
Es romper la continuidad histórica del proceso revolucionario. El después estará marcado por otros eventos y otros personajes: el reacomodo de las hegemonías capitalistas occidentales, el ejercicio del poder subalterno de la derecha nacional y la integración de la derecha endógena que actualmente habita en los espacios del gobierno revolucionario, como camaleones prehistóricos.
Esto último, que también es parte del plan contrarrevolucionario, que empuña como arma la corrupción en sus múltiples facetas; estos caballos de Troya de quienes ya el pueblo sabio tiene conciencia, son el enemigo inmediato a combatir y neutralizar necesaria y urgentemente; ya no vale el arrepentimiento, ya no vale el perdón. La contrarrevolución trabaja permanentemente, en silencio, con premeditación y alevosía.
La ida del Comandante Chávez dejó un vacío profundo y un sentimiento que no ha sido fácil de superar; la derrota política del 6 de diciembre nos mostró el rostro terrible de la vulnerabilidad del proceso revolucionario; por una parte quedamos como huérfanos y por la otra nos quedamos sin direccionalidad política: nos salva la fuerza del pueblo creyente y fiel a la revolución, y el liderazgo del presidente Nicolás Maduro que no termina de afianzarse, pero que ha asumido el compromiso histórico de la revolución.
El pueblo revolucionario -el chavismo silvestre- reclama, con derecho, sus espacios de participación protagónica frente a los liderazgos circunstanciales, impuestos, acomodaticios, que frecuentemente viven en una burbuja que seguramente les reventará en la cara.

"Unidad, Lucha, Batalla y Victoria" no es una frase panfletaria que sirve para convocar aplausos
Las acciones de la contrarrevolución son claras y harán todo lo que tengan a su disposición para interrumpir esta revolución bolivariana, socialista y chavista a como dé lugar; eso está claro. Lo que no está muy claro es nuestro accionar revolucionario cuando las aspiraciones, la lucha interna por posicionarse políticamente en las instancias de poder, prevalecen por sobre al acto revolucionario y el compromiso histórico.
Ni el reciclaje de un liderazgo cuestionado por la base debe seguir imponiéndose, como tampoco la creación de liderazgos salidos como por arte de magia ayudan a conducir, políticamente, la voluntad del pueblo revolucionario de seguir construyendo patria.
"Unidad, Lucha, Batalla y Victoria" no es una frase panfletaria que sirve para convocar aplausos; fue una orden clara y precisa dada por el Comandante en el momento más difícil de su vida revolucionaria; fue una instrucción para el accionar político frente a un enemigo implacable que nunca nos dará tregua; debe ser una práctica permanente y consecuente, para quienes, en la construcción de esta revolución, aprendemos a ser revolucionarios.
El enemigo es uno solo, la contrarrevolución es una sola, pero tiene muchos agentes fuera y dentro del proceso; nuestra fortaleza es convocarnos y reconocernos entre nosotros mismos, los que en verdad somos y estamos, para que también la fuerza de la revolución sea una sola. Necesario es mirar con los ojos del Comandante el mismo horizonte para que un mundo mejor sea posible, en el respeto, la solidaridad y el ejercicio pleno de los derechos de todos.

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