domingo, 9 de agosto de 2015

Las raíces profundas de la violencia de 

odio en la sociedad israelí

Dan Cohen

Un manifestante israelí grita contra los africanos que buscan asilo en Israel. (Foto: Dan Cohen)
En menos de 18 horas, desde la noche del jueves hasta la tarde del viernes, 
el racismo y la xenofobia israelíes explotaron en tres formas de violencia extrema. 
Fui testigo de dos de ellas.
Seis personas fueron apuñaladas por un judío ultraortodoxo llamado 
Yichai Schlissel en la manifestación que tuvo lugar en Jerusalén para celebrar el 
Día del Orgullo Gay. Ayer, Chira Banki, una joven de 16 años, sucumbió a las 
heridas que recibió. Hacía tres semanas que Schlissel había salido de la cárcel, 
donde cumplió una condena de diez años por apuñalar a tres hombres 
homosexuales en la manifestación de 2005. 
A pesar de la masiva presencia de las fuerzas de seguridad, no pudieron impedir 
que atacara de nuevo. Tras la manifestación, israelíes de extrema derecha se 
reunieron en la Plaza Sión de Jerusalén para celebrar el ataque de Schlissel.
Aunque el ataque fue condenado por las personalidades políticas de Israel, 
sus declaraciones sonaron huecas: algunos de estos políticos habían incitado 
a la violencia contra la comunidad LGBTQ –de lesbianas, gays, bisexuales, 
transexuales y queers (pansexuales o intersexuales)–. Durante el desfile del Día del 
Orgullo Gay de 2006, el parlamentario Belazel Smotrich organizó un
 “desfile de la bestia”, que atravesó Jerusalén con cabras y burros. 
A comienzos de este año, en una conferencia realizada en una escuela, 
Smotrich dijo: “soy un homófobo orgulloso de serlo”.

En la manifestación de este año, hablé con un chico israelo-estadounidense de 
19 años llamado Samuel, que iba a apuntarse en la Fuerza Aérea israelí, a la que
 calificó como “tolerante con los gays”. Reconoció que el ejército israelí persigue 
a los gays palestinos con el fin de chantajearles para que colaboren [como 
confidentes], pero consideró que esta táctica homófoba no estaba relacionada con 
la aceptación de reclutas gays en las fuerzas armadas. “Son cosas totalmente 
distintas”, me dijo. La lealtad de Samuel hacia el estado judío y sus tácticas 
homófobas desplegadas contra los palestinos era más fuerte que su compromiso 
con los derechos de la comunidad LGBTQ, una clara muestra del racismo en contra
 del cual decía estar.
Esta homofobia y el racismo antipalestino están tan normalizados en la sociedad
 israelí que ninguna de las personas con las que hablé, en el transcurso de la 
manifestación, parecía estar molesta por el mero hecho de que no se permitiera 
participar en la marcha a los palestinos que están encerrados tras los muros de 
Cisjordania y Gaza. Si un movimiento que, supuestamente, defiende la igualdad,
 como me dijeron varios manifestantes, no puede purgarse de racismo, no debería 
sorprendernos que sea víctima de la misma violencia que justifica.
Samuel no era el único representante del ejército israelí. Pude ver a varios soldados
 marchando vestidos con sus uniformes.
Más tarde, esa misma noche, tuvo lugar un ataque de “precio a pagar” contra una 
casa palestina en la aldea cisjordana de Duma, causando la muerte de un bebé de 
18 meses, Alí Dauabcha, y quemaduras muy graves a sus padres y su hermano de
 cuatro años, todos los cuales siguen en una situación crítica. Al igual que los 
apuñalamientos, esta ataque incendiario fue cumplidamente condenado por las 
personalidades políticas israelíes. Pero como escribió Jaim Levinson en Haaretz
son muchos los ataques con cócteles Molotov perpetrados contra casas palestinas
 que han quedado totalmente impunes. Solo después del ataque contra la casa de
 los Dauabcha, las fuerzas de seguridad israelíes arrestaron a Moisés Orbach, un 
colono ultraderechista sospechoso de ser el autor de una guía para llevar a cabo 
ataques de “lista de precios”, que incluye un capítulo entero sobre cómo incendiar
 casas de forma que las personas que se encuentran en su interior no puedan salir.*
[Orbach] recomienda usar una botella llena con un
trapo empapado con gasolina
(una bomba incendiaria), como ocurrió el viernes por
la mañana. Recomienda colocar neumáticos en
llamas en el exterior, delante de la puerta, para
impedir que nadie escape.
Aunque algunos partidarios de Israel critican a las fuerzas de seguridad hebreas 
por lo que consideran un fallo en el cumplimiento de sus funciones, la amarga 
verdad es que estas fuerzas de seguridad forman parte del mismo proyecto 
colonial que ha venido expulsando, recluyendo en guetos y asesinando a los 
palestinos desde la misma creación del estado [de Israel]. Esto explica por qué 
el tan alabado aparato de seguridad de Israel y su red de colaboradores no han 
podido, o no han querido, atrapar a los sospechosos del atentado. Dada la 
complicidad del gobierno israelí con el movimiento que asesinó al bebé Alí 
Dauabcha, toda investigación que no termine con el procesamiento de los 
responsables en los más altos niveles será una farsa.
En vez de ir al pueblo de Duma, decidí unirme al periodista israelo-canadiense 
David Sheen en una reunión abierta para los inmigrantes africanos en el parque 
Levinsky de Tel Aviv. Cuando estos estaban narrando sus desgarradoras historias
 a un grupo de liberales israelíes, elementos de extrema derecha, vestidos con 
camisetas negras que tenían estampado “Frente de Liberación de Tel Aviv Sur” y
 flanqueados por la policía, llegaron para reventar el acto y gritar insultos. Cuando
 una mujer [africana] habló del apuñalamiento de su bebé de un año (otro ataque 
racista contra un bebé no-judío), un joven israelí le gritó: “¡Eres una mentirosa. 
No mientas!”.
Minutos más tarde, el mismo israelí acusó a dos jóvenes africanos de haberle 
arrojado un pedazo de sandía. Cuando la policía se acercó a los chicos, el israelí 
arrojó un trozo de sandía a los inmigrantes. A pesar de que fueron testigos de estos
 hechos y de que vieron cómo el israelí lanzó el trozo de sandía a los jóvenes 
africanos, la policía detuvo a los inmigrantes para interrogarles.

Rubén Aberguil (a la izquierda), miembro de las Panteras Negras Israelíes, 
discute con una ultraderechista israelí. (Foto: Dan Cohen)
Además de los inmigrantes africanos, también habló Rubén Aberguil, miembro 
fundador de las Panteras Negras Israelíes, un grupo de mizrajíes** radicales 
fundado en los años 70, quien se dirigió a los reventadores diciéndoles que ahora 
estaban lanzando tropas xenófobas que ellos mismos tuvieron que padecer cuando
 fueron inmigrantes. “Somos de los barrios periféricos, el estado nunca se ha
preocupado de nosotros”, exclamó Aberguil. “En Haaretz ha habido artículos 
racistas contra los judíos de territorios islámicos. Decían: ‘¡Estos judíos están 
trayendo enfermedades! ¡Violarán a nuestras hijas! ¡Violarán a nuestras mujeres! 
¡No tienen ningún respeto por la sociedad! ¡No tienen cultura!’. ¡Decían esto de mis
 padres y de sus padres!”.
David Sheen, que informaba sobre el racismo antiafricano en Israel, estaba
 particularmente molesto por los vítores que estallaron entre los liberales israelíes
 cuando un inmigrante africano dijo que si las condiciones mejoraran en su país de
 origen, se iría.
“Es triste que después de años de incitaciones a la violencia racista desde las
 esferas del gobierno y de ataques racistas, cuando los refugiados africanos dicen
 ‘no se preocupen, nosotros tampoco queremos estar aquí, tan pronto como las 
cosas mejoren en nuestros países de origen, nos iremos inmediatamente’, ningún 
israelí se levante y diga ‘no, no queremos que piense que tiene que irse
 inmediatamente'”, me dijo Sheen antes de irse. “¿Por qué no pueden quedarse 
algunos africanos y echar raíces, incluso si las cosas mejoraran en sus países de
 origen? ¿Por qué no pueden los africanos, los árabes, los blancos, los judíos, los 
cristianos, los musulmanes, los animistas, los ateos, todos vivir en la misma 
sociedad? Porque el consenso existente entre los sionistas es que el país debe 
tener una supermayoría judía permanente. Incluso los sionistas liberales solo 
aceptarán inmigrantes no-judíos como algo pasajero, los cuales deberán ser 
expulsados a la primera oportunidad”.
Las diversas formas de violencia extrema que han tenido lugar en esas 18 horas
 –dirigidas contra los palestinos o los inmigrantes africanos– están profundamente 
arraigadas en un contexto más amplio de racismo normalizado, como dice Sheen. 
Los síntomas seguirán apareciendo mientras no se aborden las causas.
* El autor se equivoca, pues Moisés Orbach fue arrestado antes del ataque de Duma,
 como sospechoso de haber intervenido o de ser el autor intelectual, por escribir la
 citada guía, del incendio de la iglesia de la Multiplicación de los Panes y los Peces
 [N. del T.].
** Mizrajíes: judíos originarios de países árabes e islámicos [N. del T.].

Dan Cohen es un periodista independiente que vive en Palestina. Puedes seguirle en @dancohen3000.
Traducción: Javier Villate (@bouleusis)
TOMADO DE: http://blog.disenso.net/

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