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plebiscito: violencia, gobierno paralelo ¿y luego?
Por: Marco Teruggi
18 DE JULIO DE 2017
Largas colas hasta entrada la noche.
Esas fueron algunas de las imágenes que más se
difundieron todo el domingo.
Las vimos en Catia, en El Valle, Petare, La Pastora, en
la Universidad Bolivariana de Venezuela, en Apure, Yaracuy, Barinas, en cada
punto recorrido, en cuanto reporte de situación que llegó a los grupos de
watsap, en las imágenes de Twitter.
El chavismo mostró, una vez más, que posee una
consciencia del momento histórico, del lugar que ocupa, de la importancia del
ejercicio democrático como forma de resolución de los conflictos.
Fue necesario verlo. A veces, de tanto
aguantar ante los ataques, de tanto medir las respuestas, puede desdibujarse la
capacidad propia.
Dicho de otra manera, el que grita más fuerte puede
parecer mayor de lo que es.
La realidad es otra, la vimos, la protagonizamos: el
chavismo está de pie.
La derecha niega y negará que haya sido así.
Según ellos el
simulacro fue una derrota absoluta, y en su plebiscito votaron, dicen,
7.676.894 personas.
No existe ninguna forma de confirmarlo: quemaron cuadernos, y la capacidad instalada de mesas no permitía
recibir esa cantidad de votantes.
Además, se vio en el terreno cómo la importante
movilización de las primeras horas de la mañana se desinfló ya al mediodía.
No hablo de zonas como El Hatillo, donde parecía un
desfile de moda en actitud épica libertaria ‒nunca se sabe, al verlos,
si van a jugar al golf o a intentar tumbar un gobierno‒.
En sus zonas fueron la mayoría que allí son. No podría
ser de otra manera.
El problema es que
sus zonas, como su clase social, no son mayoría.
Por eso insistieron en sus redes en querer posicionar
territorios populares como base propia.
Saben que ahí está su dificultad histórica. Movilizaron
gente allí, pero no la que dicen y necesitan.
Dijeron, como se preveía, que el plebiscito
fue un triunfo indiscutible.
El objetivo era el acto para, una vez anunciado y
reconocido internacionalmente, presentarlo como un mandato popular para llevar
adelante las nuevas oleadas de violencia en ascenso.
Legitimar la
violencia, para decirlo de manera sintética.
Por eso los expresidentes ‒corruptos y repudiados en sus respectivos países‒, el llamado a la
comunidad internacional, los cantos de pacifismo de toda la dirigencia.
Tenían que
portarse bien y lo hicieron, así se venían mostrando desde días anteriores.
Habían mantenido el escenario en una tranquilidad táctica
luego de las acciones del pasado lunes con una bomba a distancia contra la
Guardia Nacional Bolivariana, dos efectivos heridos con bala, y un candidato a
la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) asesinado ante su comunidad.
Ya tienen el plebiscito que necesitaban, la
matriz instalada en el exterior, sus seguidores absolutamente convencidos de ser la mayoría indiscutible
y arrasadora.
Sigue la pregunta que
su misma base social y su prensa se hacen: ¿y ahora qué?
***
La respuesta vino este lunes, y confirmó una
hipótesis ya expuesta: irán
por el intento del doble gobierno, con el nombramiento de un “gobierno de unidad nacional” y de nuevos magistrados
para el Tribunal Supremo de Justicia.
Para sostener eso profundizarán dos elementos. En primer
lugar, la presión internacional que les permitirá legitimarse y maniobrar
diplomáticamente ‒aunque
ninguna victoria les está asegurada‒.
Y, en segundo lugar, la violencia: profundizarán sus
dimensiones y agudizarán los métodos.
¿Tienen posibilidad para hacerlo? Si el frente internacional parece
relativamente sólido, no sucede lo mismo al interior del país: sostener un
esquema de esa envergadura demanda más que lo que hasta el momento desplegaron
en las calles, más que jóvenes
de clase media convencidos de su épica, y grupos de encapuchados con armas en mano, droga y alcohol en el
cuerpo.
Poseen
fuerzas paramilitares también, que ya actuaron en varias ciudades y
corredores.
¿Suficientes para liberar territorios, instalar un nuevo
gobierno con capacidad de dictar órdenes?
El poder no se anuncia como una posesión, el poder ‒entre otras cosas‒ se ejerce. Nombrarán a
los magistrados, ¿y luego
qué?
La fuerza podría venir de afuera.
Un seguimiento de
los movimientos internacionales muestra operaciones militares planificadas por Estados Unidos en Colombia, en el sur de
Amazonía, y la profundización de la presión económica
internacional para asfixiar.
¿Qué forma y cuándo podría tomar
un avance directo?
Está por verse, en caso hipotético de darse. Aunque
pensar la intervención como una acción abierta e identificada puede ser un
modelo anticuado.
Se puede
intervenir sin mostrarse, algo que, de hecho, ya sucede.
Lo que parece seguro es que manejan varios
tiempos: el del conflicto prolongado, y el del choque frontal antes del 30 de
julio.
Esto último ha sido anunciado por el actor-lanzagranada
que lee sus discursos por telepronter, los diferentes dirigentes de la derecha,
los análisis del conflicto.
Para prever que podrían hacer en esa escalada se puede
elaborar un listado de todas las acciones desplegadas en más de cien días,
imaginar que todas tendrán lugar y agregarle nuevas formas ‒la bomba explotada a distancia
fue un preaviso en ese sentido.
¿Será suficiente para sostener un intento de
nuevo gobierno, impedir la ANC y sacar al presidente Nicolás Maduro?
No parecería: siguen sin Fuerza Armada Nacional Bolivariana ni clases populares
movilizadas.
Aunque sí tiene suficiente capacidad para continuar el
proceso de desgaste, destrucción, enfrentamiento, agravar más los efectos de la
guerra sobre la economía, el Estado, la sociedad, la cultura.
Eso es un
objetivo, en sí, estratégico.
***
Empezaba por las colas y la participación del
chavismo.
Es necesario subrayar la fuerza propia. Opera sobre las
subjetividades, las condiciones de la pelea.
El problema sería sobreestimarla, caer en un triunfalismo
contraproducente.
Las necesidades que se han planteado desde que el
presidente hizo el llamado a la ANC son las mismas: romper con los actos hechos
para aplaudir a dirigentes y dar forma a asambleas populares reales en los
territorios, permitir que haya crítica, interpelación, recoger las propuestas
que emerjan de las bases, volver a impulsar un ejercicio de participación
protagónica muchas veces opacado por lógicas verticales con manejo de recursos.
El chavismo sigue ante los mismos desafíos:
acumular masividad suficiente para el 30 de julio ‒que otorgue la mayor legitimidad a la ANC‒ y recomponer fuerzas de
cara a rearmar mayoría y hegemonía.
Para eso es necesario política chavista y no
burocrática/clientelar, y respuestas concretas a problemas materiales que no
logran frenarse y son un desgaste diario para millones de personas.
La economía no puede quedarse detrás de la política, en
particular en un escenario de deterioro que lleva varios años.
Precios, medicamentos, gas, son algunas de las sogas que
aprietan, en particular a los más humildes, es decir a la misma base social
histórica del chavismo.
El tiempo para las respuestas se achica, el desgaste
crece.
Una última reflexión es que la confrontación
planteada de modo insurreccional por la derecha puede terminar favoreciendo al
chavismo.
La evidencia del enemigo, de su cercanía, sus planes, su
violencia que lo desgasta nacionalmente, pone sobre la mesa las dimensiones de
la batalla en la cual estamos inmersos.
No está en juego un
cambio de gobierno, sino la posibilidad de que asuma el poder político una
derecha subordinada a Estados Unidos, que arrodille el gobierno, la economía, y
descargue una revancha sobre el chavismo y todo lo hecho desde 1999.
Por eso
en el simulacro se votó por una ANC, pero también contra una derecha que tiene como plan hacer
cenizas del país.
Estamos en semanas claves.
La derecha evidenció que aún con una cifra inventada no
tiene esa aplastante mayoría que dice ser.
El chavismo por su parte
peleó con inteligencia.
Esto es una guerra, el
domingo fue una batalla, vienen otras, sigue el empate violento.
TOMADO DE: http://www.albatv.org/
EN: Facebook//ADOLFO LEON,
EN: Twitter@ victoriaoysocialista y
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