jueves, 18 de junio de 2015

Si Israel mantiene su política actual, le espera la bancarrota


Jonathan Cook

Fuente: Israel’s behaviour will bankrupt it over time, Jonathan Cook: the View from Nazareth, 15/06/2015


La empresa israelí Elbit Systems ha desarrollado el primer sistema de “artillería de bolsillo”. Cuenta con el menor retroceso del mundo, por lo que puede instalarse en vehículos de combate ligeros e incluso transportarlo en helicóptero. (YouTube / arronlee33 /RT)

Dos informes recientes sugieren que Israel podría enfrentar consecuencias catastróficas si no pone fin a la opresión de los palestinos, tanto de los territorios ocupados como de Israel mismo.
La investigación de Rand Corporation muestra que Israel podría perder 250.000 millones de dólares en los próximos diez años si no logra hacer las paces con los palestinos y se produce un retorno a la violencia. Por otro lado, poner fin a la ocupación podría reportar más de 120.000 millones de dólares a las arcas del país.
Mientras tanto, el ministro de finanzas israelí ha pronosticado un futuro aún más sombrío, a menos que Israel se reinvente a sí mismo.
Según el informe del ministro, es probable que quiebre dentro de unas pocas décadas, debido al rápido crecimiento de dos grupos improductivos.

En 2059, la mitad de la población israelí estará compuesta de judíos ultraortodoxos, que prefieren la oración al trabajo, o palestinos, la mayoría de los cuales no tienen un sistema educativo propio y está excluida de la vida económica.

Ambos informes deberían haber causado una gran preocupación en Israel, pero apenas han provocado un murmullo.
El status quo, es decir, la ocupación y el racismo endémico, siguen siendo preferibles para la mayoría de los israelíes.
Explicar esto requiere un análisis más profundo que el que han realizado Rand Corporation o el ministro de finanzas.
El informe del ministro de finanzas señala que, con una población en crecimiento que no está debidamente preparada para una economía global moderna, la presión fiscal está recayendo cada vez más en una menguante clase media.
El temor es que se cree un círculo vicioso.
Los israelíes más ricos tenderían a tener segundos pasaportes.
Abrumados por la necesidad de compensar el déficit de ingresos, se irán, sumiendo a Israel en una deuda irreversible.
A pesar de este escenario apocalíptico, parece que Israel no está dispuesto a llevar a cabo la reestructuración necesaria para salvar su economía.
El sionismo, la ideología oficial del estado, se basa en los principios fundamentales de la separación étnica, la judaización del territorio y el trabajo hebreo.
Siempre ha dependido, en el mejor de los casos, de la marginación de los no-judíos y, en el peor, de su exclusión.
Cualquier intento de desmantelar el andamiaje del estado judío crearía una crisis política. Puede haber reformas, pero no es probable que sean muy serias.
El informe de Rand Corporation también hace sonar las alarmas. Señala que judíos y palestinos se beneficiarían de la paz, aunque los incentivos más fuertes los tienen los palestinos.
La integración en Oriente Medio permitiría que el salario medio creciera un 5 por ciento entre los israelíes y un 36 por ciento entre los palestinos.
Pero, aunque los economistas pueden cuantificar los beneficios de acabar con la ocupación, es mucho más difícil evaluar los costes en shekels y dólares.

En las seis décadas pasadas, ha surgido en Israel una elite económica cuyo prestigio, poder y riqueza dependen de la ocupación. Los militares de carrera ganan grandes salarios y se retiran antes de cumplir los 50 años con pensiones generosas.
En la actualidad, la mayoría de estos militares vive en los asentamientos.
El alto mando de las fuerzas armadas es un poderoso grupo de presión y no abandonará su control de los territorios ocupados sin luchar, sabiendo que están en condiciones de ganar.
 Cuentan, además, con el apoyo del sector de alta tecnología, que se ha convertido en el motor de la economía israelí.
Saben que los territorios ocupados son laboratorios ideales para desarrollar y probar nuevos software y hardware militares.

La excelencia de Israel en armamento, sistemas de vigilancia, estrategias de contención, recolección de datos biométricos, control de multitudes y guerra psicológica da como resultado productos comercializables.
El know-howde Israel ha sido indispensable para el apetito global de “seguridad nacional”.
Esta competencia tecnológica estuvo de actualidad este mes en una exposición de armamentos en Tel Aviv, que atrajo a miles de miembros de los servicios de seguridad de todo el mundo, con el gancho de que los sistemas expuestos habían sido “probados en combate”.
Poner fin a la ocupación significaría sacrificar todo esto y volver a ser un estado anónimo y diminuto sin grandes exportaciones.
Y, finalmente, los colonos. Estos se encuentran entre los sectores más comprometidos ideológicamente de la sociedad israelí. Si fueran evacuados, se llevarían consigo a Israel su cohesión grupal y sus profundos resentimientos.
Ningún líder israelí quiere desatar una guerra civil que podría destrozar el ya de por sí frágil sentido de unidad entre la población judía.
La realidad es que la percepción que la mayoría de los israelíes tiene de sus intereses nacionales, como estado judío y como potencia militar, está íntimamente ligada a la ocupación permanente y a la exclusión de la minoría palestina de Israel de una verdadera ciudadanía.
La conclusión que puede extraerse de estos dos informes es pesimista.
Es probable que la economía interna de Israel se debilite gradualmente debido a la infrautilización de la mano de obra ultraortodoxa y palestina.
En consecuencia, es probable que los intereses y la actividad económica israelíes se desplacen todavía más hacia los territorios ocupados.
En lugar de repensar sus política opresivas hacia los palestinos, las anteojeras ideológicas impuestas por el sionismo podrían llevar a los judíos israelíes a buscar los beneficios de la ocupación de forma aún más agresiva.
Si el mundo quiere realmente la paz, no bastará con vanas ilusiones económicas. Ya ha pasado el tiempo de las zanahorias. Se necesitan también palos.


Jonathan Cook es periodista, galardonado con el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Vive en Nazaret. Es autor de tres libros: Blood and Religion: The Unmasking of the Jewish State (2006), Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (2008) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (2008).
Traducción: Javier Villate (@bouleusis)

TOMADO DE: http://blog.disenso.net/

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