jueves, 11 de junio de 2015


Una reflexión sobre la 


‘deslegitimación’ de Israel


John V. Whitbeck

Fuente: A reflection on the ‘delegitimization’ of IsraelMa’an News Agency, 9/06/2015

El 5 de junio pasado fue el 48º aniversario del ataque “preventivo” contra Egipto, con el que Israel lanzó la fatídica “Guerra de los Seis Días”, que permitió al movimiento sionista completar su conquista de la Palestina histórica.
Cuando el “Estado de Palestina” (la denominación legal del 22 por ciento del territorio de la Palestina histórica conquistado en 1967, que es ahora reconocido como un estado por otros 136 estados y por la ONU) entra en el 49º año de su ocupación, aparentemente perpetua, por el estado de Israel, el gobierno de Tel Aviv y sus amigos de EEUU se está movilizando para librar una nueva guerra, una “guerra de legitimación” contra la “deslegitimación” de “Israel”.
Casi todas las iniciativas no-violentas tomadas por los palestinos y sus amigos —el logro del estatus de estado para Palestina en la ONU (que implica, necesariamente, el abandono de cualquier reclamación del 78 por ciento de la Palestina histórica conquistada por el movimiento sionista en 1948), el llamamiento a más reconocimientos diplomáticos bilaterales por parte de los estados europeos, el ingreso en la Corte Penal Internacional, la adhesión a varias convenciones de derechos humanos y, por supuesto, el movimiento internacional de boicot, desinversiones y sanciones (BDS)— han sido condenadas por perseguir la “deslegitimación” de “Israel”.

Las comillas de “Israel” pretenden subrayar una cuestión fundamental: cuando los israelíes y sus amigos hablan de “deslegitimación” de Israel o del “derecho a existir” de Israel, no se están refiriendo a la legitimidad o a la existencia continuada de un territorio físico o de un grupo de personas.
Se están refiriendo a la legitimidad o la existencia continuada del particular sistema político supremacista, etnicista y sectario-confesional establecido en 1948 en el territorio previamente llamado Palestina, un territorio en el que la población actual es, aproximadamente, mitad judía y mitad palestina.

¿Por qué la “deslegitimación” se ha convertido, de repente, en una amenaza existencial para “Israel”?
No es solo porque la “amenaza existencial” (y la distracción práctica) del programa nuclear iraní corra el riesgo de perderse en el futuro inmediato.
Hasta hace relativamente poco, muy pocas personas cuestionaron seriamente la existencia continuada de “Israel”; bien porque consideraron que la limpieza étnica de Palestina y el expolio y dispersión del pueblo palestino, y la consiguiente conquista de nuevos espacios para el “estado judío”, era algo bueno o porque lo consideraron, al igual que el genocidio de los pueblos indígenas de América del Norte, cometido para conquistar nuevos espacios para los colonos europeos y sus esclavos africanos, un hecho injusto irreversible sobre el que no vale la pena seguir pensando.
Hasta hace relativamente poco, la atención mundial se ha centrado en terminar la ocupación de los territorios palestinos conquistados en 1967, en buena parte porque esa injusticia es considerada reversible a través de la “solución de dos estados”, que ofrecería una pequeña dosis de justicia y esperanza de una vida decente a la minoría palestina que vive en el estado de Palestina ocupado.
Sin embargo, en un momento en que los líderes israelíes se han vuelto más sinceros y explícitos sobre la naturaleza permanente de su ocupación del estado de Palestina y sobre su creencia, profundamente arraigada, de que no hay diferencia entre la parte de Palestina conquistada en 1948 y la parte de Palestina conquistada en 1967, siendo ambas un regalo que su dios les entregó a ellos y solo a ellos, la atención mundial ha empezado a ampliarse, tanto en relación con las posibilidades del futuro como con las realidades del pasado.
A la vista de la clara intención de los líderes israelíes de mantener el actual sistema discriminatorio y antidemocrático de “un estado con dos sistemas”, muchas personas han empezado a examinar de nuevo la injusticia de origen, el pecado original, de 1948 y la naturaleza del proyecto sionista, llegando a pensar seriamente en la deseabilidad de reformar y transformar el “Israel” supremacista, etnicista y sectario en un estado democrático en el que todas las personas que vivan en él tengan iguales derechos y la dignidad humana protegida, el mismo sistema político que los gobiernos occidentales dicen defender como la forma ideal de gobierno para todos los demás estados.
Evidentemente, sería más probable que los israelíes cuestionaran la sostenibilidad de su muy cómodo statu quo y se interesaran seriamente en alcanzar una “solución de dos estados” decente antes que se percataran de que la opinión pública y los gobiernos occidentales están empezando a cuestionar tanto la “rectitud” de la creación de “Israel” como la legitimidad de un régimen supremacista, etnicista y fundamentalista en el siglo XXI, se llame “estado judío” o “estado islámico”.

De ahí el repentino auge de la amenaza existencial que representa la “deslegitimación” de “Israel”.
Nadie ha hecho más por la deslegitimación de “Israel” a los ojos del mundo que el primer ministro Netanyahu.
Quizá quienes luchan por la igualdad de derechos, la dignidad humana igual y alguna medida de justicia, sea en dos estados o en uno, estén esperando que el Sr. Netanyahu siga realizando tan “excelente trabajo” en la “guerra de la legitimidad”.

John V. Whitbeck es abogado especializado en derecho internacional y ha asesorado al equipo negociador palestino en las conversaciones con Israel.
Traducción: Javier Villate (@bouleusis)

TOMADO DE: http://blog.disenso.net/

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