martes, 22 de septiembre de 2015

Caricuao: La pequeña ciudad con una gran promesa ecológica









ENTRE MONTAÑAS Y RÍOS NACIÓ UN PUEBLO SIGNADO POR EL CAMBIO. PRIMERO FUE EL VALLE BOSCOSO DE LOS TOROMAINAS. DESPUÉS PASÓ A SER, A TRAVÉS DE UNA HISTORIA ABOMINABLE, TIERRA DE HACIENDAS FÉRTILES. FINALMENTE, CON EL AZOTE PETROLERO, SE CONVIRTIÓ EN UNA SELVA DE CONCRETO. HOY PELEA SUS AMPLIOS VERDORES Y SU TÍTULO ECOLÓGICO
Caricuao es un nombre que denota lucha: desde que lo llevó el cacique que se alzó como uno de los líderes después de la muerte de Guaicaipuro, así significara el exterminio de su tribu, los Toromainas; hasta la organización de una parroquia en comunas y consejos comunales. En resumidas cuentas, desde que el feudalismo empezó a minar de haciendas el fértil valle de ríos, el comercio fue acercando a Caricuao a una vorágine de cambios. Mientras los vestigios indígenas iban quedando solo en la memoria y lo simbólico, a Caricuao llegó el ferrocarril. Se fueron unos y llegaron otros. Se fue Guzmán Blanco y llegó Gómez. Se fueron las haciendas y llegó el petróleo. Llegó el neoliberalismo y llegó la urbanización. El tren no llegó más nunca, pero el Metro sí.
Después de pertenecer a Antímano y Macarao, hoy Caricuao es una de las 22 parroquias del municipio Libertador. Una de las más grandes, más jóvenes y menos pobladas, vecina de las parroquias Antímano, La Vega, Coche y Macarao, con la que comparte la virtud de sus verdores. En 2009 fue declarada la primera parroquia ecológica de Venezuela, pero muchos concuerdan en que ese bautizo nunca le ha rendido tributo a su significado. Una cosa que sí puede ser palpada cuando se camina por Caricuao y las montañas del suroeste: el aire más limpio que se pueda respirar en Caracas.
Al llegar a Caricuao, por la única entrada y salida vehicular apta para todo tipo de tracciones: la autopista Francisco Fajardo, lo primero que se ve es El Conjuro de Caricuao, una imponente escultura del indio que, según la fuente que se estudie, quizás nunca fue un cacique. Sin embargo, ahí está, regio, y en un día soleado como hoy se puede apreciar, con detalle, la semiótica de la obra de Alejandro Colina. Lleva en la cabeza un penacho, su brazo derecho está levantado y sostiene dos serpientes que sujeta desde sus cabezas. Viste un guayuco y de su cintura bajan dos camaleones en línea recta. En la redoma se notan algunos restos de velas, de cera derretida, como si fueran frecuentes los homenajes que allí le rinden. La corte india es generosa. La obra indigenista de Colina también está representada en la escultura María Lionza en Plaza Venezuela, justo entre los canales de la más importante arteria vial caraqueña, la misma que lleva el nombre de un conquistador asesino de indios y la única a través de la cual se puede llegar al “conjuro”.
Caricuao es una pequeña ciudad. Dos grandes monstruos la conectan con el resto de la urbe: la autopista y el Metro. Este último surca los cielos del bulevar desde 1987, cuando fueron inauguradas las estaciones Ruiz Pineda, Caricuao y Zoológico de la Línea 2. En ese mismo sector hay escuelas, transporte hacia otras zonas de la parroquia, parques y supermercados. Pareciera un sitio ideal para residir, pero el análisis y comparación entre los censos de 2001 y 2011 indican lo contrario. Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la parroquia, para 2001, tenía 143.048 habitantes; diez años después, la población final era de 138.659.
Habría que hacer un profundo estudio para encontrar las causas específicas del decrecimiento demográfico, pero se puede disertar sobre la idea de que los vecinos de la zona protegen sus áreas verdes como oro, siempre en contra de que Caricuao se siga urbanizando. “En Caricuao se viene gestando un enfrentamiento entre dos racionalidades. Hay quienes proponen desafectar áreas protegidas para uso de movilidad y vivienda y hay quienes proponemos ampliar las áreas protegidas e, inclusive, incluir el ecosistema urbano y hacer de todo Caricuao un parque”, dice Nelson López, un caricuao —no caricuaense— ambientalista, vocero de la comunidad, integrante del Consejo Comunal Chuquisaca.
Según López, un caricuao “es una persona que ha asumido cuidar esta parte del planeta; que conoce su geohistoria y que hace de ese conocimiento acciones, hábitos, formas de habitar que se traducen en hábitats”. Actualmente, en la única parroquia declarada “ecológica” de todo el país se disputa una batalla para “detener el crecimiento devorador, psicópata y con tendencias al gigantismo de la actual Caracas. ¿Qué salvaremos? Macarao, Caricuao, los parques Vicente Emilo Sojo, Leonardo Ruiz Pineda, Zoológico de Caricuao, Universal de la Paz, Bosque Chuquisaca. En ese ámbito estará el verdadero territorio ecosocialista”.
Hombre vs. zonas protegidas
En Caracas hay tres grandes parques que albergan animales: Parque del Este, Parque El Pinar y el Zoológico de Caricuao. También existe un zoológico de contacto llamado Expanzoo en el municipio El Hatillo, pero hay que pagar varios marrones para entrar. El de Caricuao es el más grande de la ciudad. Allí son felices niños y adultos.
Ir al Zoológico da la sensación de estar en una zona rural. Un estacionamiento gigante da la bienvenida junto al hipnotizante olor a río, a sancocho, a leña, a tizón. Unos amplificadores gritaban una salsa vieja —lo único que rompía con la excelente atmósfera natural— que los vendedores de la entrada nunca dejaron de tararear. Entramos. Caminamos, caminamos, caminamos. Como era de esperarse, nuestros oxidados cuerpos —golpeados por la noche anterior— no quisieron recorrer las 630 hectáreas que comprende el parque. Después de ver a un león abrir sus enormes fauces para dar un bostezo y a un trío de zamuros que se posaban en el lomo de un búfalo, fue imposible seguir: ¿con qué otro espectáculo nos podría sorprender la naturaleza? Al salir, la visión y el olfato cobraron su parte: un bollito de chicharrón, un papelón con limón y una oblea.
Desde que el Concejo Municipal de Libertador declaró, por unanimidad, a Caricuao como una parroquia ecológica, gracias a un proyecto presentado por la comunidad organizada, se pudieron frenar las invasiones y comenzar un plan para preservar el ecosistema y el patrimonio cultural y arqueológico. En teoría. En ese proyecto se elaborarían planes para que todos los parques se mantuvieran en su esplendor. Según Federico Villalba, en su publicación El libro de Caricuao, la parroquia posee una extensión de 24,8 kilómetros cuadrados, y 44% pertenece a los cuatro parques recreacionales: Vicente Emilio Sojo, Universal de la Paz, Ruiz Pineda y Zoológico. Esos cuatro pulmones verdes fueron decretados durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez; el último fue el Parque Universal de la Paz, localizado cerca de la UD-7 (Ruiz Pineda) e inaugurado en 1990, pero sus 25 años no le han sentado bien. “El Ministerio del Ambiente —hoy de Ecosocialismo y Aguas— aprobó un proyecto para su rehabilitación durante la gestión de Miguel Leonardo Rodríguez, pero solo se cumplió la primera fase: planos topográficos y geográficos. La segunda fase, la ejecución, solo se diseñó porque, justo cuando se iba a arrancar, cambiaron al ministro”, dice Maribel García, vocera del Consejo Comunal UD-5 e integrante de la organización Red Ambientalista de Caricuao. Keily Chávez, otra residente ambientalista, no opina diferente: “El proyecto se engavetó, nadie se ha interesado por él hasta el momento”.
Sumado a eso, hay quienes piensan que el Parque Vicente Emilio Sojo corre peligro ante las soluciones viales que hoy se desarrollan cerca de él. En varias asambleas este ha sido un tema analizado hasta decir basta, así como que las futuras urbanizaciones vayan de la mano con el concepto ecológico. “En Caricuao se pueden construir edificios (Misión Vivienda) con personalidad ecológica. Camuflados con el paisaje natural. Empaquetados en plantas. Con terrazas en los pasillos que sirvan para cultivar. Y así se promueve el trueque entre los vecinos. Techos vivos. Espacios para las aves. En fin, unos edificios biodiversos y productivos. Una arquitectura biodiversa y camuflada con la naturaleza”, insiste López.
UV9, UD2, UD7, UD8, UD4, UD5, UD3
El paisaje montañoso que se puede observar desde un piso alto de una UD (unidad de desarrollo) puede ser magnífico, aunque a veces lo que se observe dentro de ella no sea tan alentador. Según Federico Villalba, en El libro de Caricuao, el tejido de barrios de Caracas corre paralelo con el crecimiento urbanístico. Ambos son parte de un proceso que se viene desarrollando desde 1925: el tiempo del “boom petrolero”. Cuando comienzan las construcciones de desarrollo vertical, entre 1961 y 1974, es decir, durante los gobiernos de Betancourt, Leoni y Caldera, en paralelo, los cinturones de barrios van haciendo su aparición. Los barrios como Telares, Los Picapiedras, 19 de Marzo, La Libertad, Pedro Camejo, Santa Fe, La Montañita, 5 de Julio y Colinas de Palo Grande son barrios que empezaron a poblarse desde 1961, según Villalba.
Las UD y las UV (unidades vecinales) tienen vida propia. La población que habita en cada una las ha convertido en un epicentro cultural, social, económico y político de la comunidad de Caricuao. En ellas se han formado consejos comunales, voceros, activistas políticos, artistas, ambientalistas, músicos, deportistas y, ahora —desde que existe el Parque Nuevas Generaciones, ubicado al final del bulevar—, patineteros, ciclistas y profesionales de los deportes extremos.
La música es importante en Caricuao. Al año se celebran varios festivales como el Caricuao Rock y Paz y el Skaricuao. Este último tiene un especial significado: desde hace más de 20 años el ska y el reggae tomaron el gusto de buena parte de la juventud de la parroquia. En 1987 nació la banda de reggae Onice, una de las pioneras del género en la ciudad. A pesar de que Caracas es salsera por excelencia, en Caricuao aparecen y desaparecen decenas de grupos que buscan fusionar el ska y el reggae con ritmos latinos y criollos. Entre las célebres bandas nacidas allí se encuentran Sin Sospechas (ahora Big Mandrake) y la conocidísima Nou Vin Lakay.
Caricuao es un territorio aún virgen donde se crea y se cree. Tiene a Radio Perola, a TV Caricuao, a las Fiestas Agroforestales, a su Grupo Cumbe, a las editoriales El Perro y La Rana y La Espada Rota; tiene hasta una novela —escrita por el mismo Nelson López— llamada Caricuao, entre Comala y Macondo. De Caricuao también era Jeiverson Hernández, un muchacho de 19 años que fue asesinado por un policía indigno en la Plaza Los Museos hace ya casi un mes.
POR MERCEDES CHACÍN
@MERCEDESCHACIN
FOTOGRAFÍAS JONATHAN MENDOZA
TOMADO DE: http://www.ciudadccs.info/

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