jueves, 24 de septiembre de 2015

No ignoremos las raíces de la discriminación

 

Ben White




En su artículo, Robert Cherry comienza con una afirmación falsa. Nunca he utilizado el análisis del apartheid para referirme solo a las políticas en el interior de las fronteras anteriores a 1967. El apartheid israelí” se refiere típicamente solo a Cisjordania (esta es, por ejemplo, la posición de Jimmy Carter) o, como en mi caso, a todo el territorio de Palestina/Israel en su conjunto. 

Como ha dicho Oren Yiftachel, se trata de ver “la Cisjordania colonizada, la Franja de Gaza asediada y el Israel propiamente dicho, cada uno con sus propios conjuntos de reglas oficiales”, como “un régimen” que privilegia a los judíos y divide a los palestinos en grupos diferentes con ciertos derechos o sin ellos.

Además, Cherry deja fuera la limpieza étnica fundacional de la Nakba, las expulsiones masivas que hicieron posible el surgimiento de una “mayoría judía” y que despojaron de sus tierras —y de su ciudadanía— a la mayoría de los palestinos dentro del territorio que se convirtió en Israel. 

Cherry se centra exclusivamente en (algunos aspectos de) la vida de la minoría palestina con ciudadanía israelí. Pero este enfoque le impide cuestionar la sustancia de su aparente objetivo.

Cherry se concentra en las “políticas de acción afirmativa del gobierno” [lo que en España se denomina “discriminación positiva”, N. del T.] dirigidas a mejorar “la situación económica y educativa de los árabes israelíes”. 
Escribí sobre este fenómeno en 2011 y argumenté que “ver el potencial económico nacional que suponía la ‘equiparación de ingresos’ de los ciudadanos judíos y palestinos es una cosa, y abordar las raíces de la discriminación sistemática es otra”. Cherry omite estas raíces. He aquí algunos ejemplos de privilegio y discriminación racistas del marco jurídico y político israelí:
·                           No existen garantías de la plena igualdad de los ciudadanos judíos y palestinos ante la ley.

·                           Las funciones reconocidas por la ley de instituciones sionistas como la Agencia Judía y el Fondo Nacional Judío conceden responsabilidades que normalmente son del estado a organismos creados para privilegiar a los judíos.

·                           Alrededor del 20 por ciento del territorio ocupado antes de 1967 está compuesto de tierras expropiadas a los refugiados palestinos.
·                           Uno de cada cuatro ciudadanos palestinos es un “ausente presente” y sus tierras han sido confiscadas.

·                           A mediados de los 70, el pueblo palestino 

 medio de Israel había perdido entre el 65 y el 75 por

 ciento de sus tierras.

·                           Según el Relator Especial de la ONU sobre el derecho a una vivienda adecuada, Israel está desarrollando “un modelo de desarrollo territorial que excluye, discrimina y desplaza a las minorías“.

·                           Los comités de admisión filtran a los residentes en el 70 por ciento de las comunidades israelíes (un papel legislado en el 42 por ciento de las comunidades) y “han sido utilizados notoriamente para excluir a los árabes“.

·                           Decenas de miles de palestinos viven en “pueblos no reconocidos” en el Neguev y otras partes, muchos de ellos amenazados con desplazamientos forzosos por un nuevo plan.

·                           El racismo abierto entre las autoridades de mayor rango es algo habitual, que se traduce muchas veces en la denuncia de una “amenaza demográfica” que representarían los ciudadanos palestinos. 
     El alcalde de Jerusalén, Nir Barkat —alabado por Cherry por sus “inversiones” en infraestructuras en Jerusalén Este—, ha propuesto una relación porcentual “ideal” de las poblaciones étnicas en la ciudad.

·                           A los ciudadanos palestinos se les impide vivir con su cónyuge si este es de Cisjordania o la Franja de Gaza. El Tribunal Supremo, que como buenos liberales siempre se siente terriblemente angustiado cuando tienen que dar el visto bueno al apartheid, apoyó la ley argumentando que “los derechos humanos no son una prescripción para el suicidio nacional“.

¿Qué es esto sino “un sistema generalizado de políticas de estado que institucionalizan un trato separado y desigual”? Esta es la propia definición de apartheid de Cherry, aunque no mencionó el derecho internacional, donde este crimen es abordado en varias convenciones y en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. 
Además, estas políticas desarrolladas en el actual Israel son un elemento de un régimen que también incluye a la red de colonias de Cisjordania y al gueto de la Franja de Gaza.

El año pasado, el Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial describió las violaciones sistemáticas de Israel, como la “segregación” y el “acceso desigual a la tierra y la propiedad” como lo bastante graves para necesitar un recordatorio de la “prohibición” del apartheid. 
Esta es la realidad y ninguna cantidad de parques industriales de “coexistencia” en casa o de reetiquetado en el extranjero pueden enmascararla.

Fuente: Don’t Ignore The Roots Of Discrimination, The Daily Beast, 6/03/2013

Traducción: Javier Villate (@bouleusis)

TOMADO DE: http://blog.disenso.net/

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