domingo, 6 de septiembre de 2015

El cielo de Gaitán y las dos Colombia

JOSÉ GREGORIO LINARES

Cuando asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán mataron al hombre, pero no pudieron apagar la luz de su antorcha. Desde su muerte, el programa político que enarboló se convirtió en tea incandescente. A partir de entonces se enfrentan dos Colombia: una, de mortaja y manos ensangrentadas, expresa a la oligarquía; la otra, de manos callosas y corazón de luz, encarna la resurrección de Gaitán, la esperanza de vida de la Patria. El drama social que hoy vive Colombia es consecuencia de que, por ahora, Gaitán no ha tomado el poder en su país. Resucitó entre los pobres, anda por las calles, pero no ha llegado al Palacio de Nariño. De momento, el gobierno es ejercido por quienes ordenaron su muerte, los que asesinan a quienes reviven sus ideas. El pueblo aún recuerda sus marchas silenciosas que ensordecían a los enemigos, y sus discursos que aún resuenan en la memoria colectiva.
“Fue el único que le habló a las mayorías invisibles, y eso tiene su cielo”, nos revela su hija Gloria. Gaitán denunció la matanza de las bananeras, genocidio perpetrado en 1928 por la estadounidense United Fruit Company en connivencia con el Gobierno.
Fueron masacrados y enterrados en fosas comunes miles de trabajadores que luchaban por mejores condiciones de trabajo.
Cada vez que la oligarquía colombiana comete un crimen de lesa humanidad o entrega su soberanía al imperio gringo, representa la Colombia oligarca. Se está enfrentando a la Colombia de Gaitán.
Gaitán llegó a ser alcalde de Bogotá, ministro de Educación y ministro del Trabajo. No hizo otra cosa que ayudar al pueblo: emprendió la campaña de alfabetización, implantó el zapato escolar gratuito, los comedores escolares, el cine educativo ambulante, la promoción del artista nacional, la municipalización de los servicios públicos, las cooperativas de producción.
Cada vez que en Colombia se lucha por el impulso de programas a favor de los humildes, es la Colombia de Gaitán la que lucha.
Y cuando se le niega al pueblo su derecho a vivir, es la Colombia oligárquica la que se impone. En fin, hay dos Colombia: la de la oligarquía con su sudario de muerte, y la de Gaitán con su cielo.


Biografia de Jorge Eliécer Gaitán

(Bogotá, 1902 - 1948) Dirigente político colombiano cuyo asesinato el 9 de abril de 1948 provocó el movimiento popular conocido como el Bogotazo.
Nacido en el popular barrio de Las Cruces, era hijo de Eliécer Gaitán Otálora, liberal radical que tras trabajar en diferentes oficios se dedicó finalmente a la venta de libros usados. Su madre fue Manuela Ayala de Gaitán, maestra de escuela, mujer activa y progresista que dejó honda huella en la formación de su hijo. Tuvieron seis hijos, siendo Jorge Eliécer el mayor de ellos. Debido a las dificultades económicas, muy pronto la familia Gaitán se trasladó a vivir al barrio Egipto. A los doce años, pues su madre fue quien lo inició en las primeras letras, Gaitán ingresó en una escuela de Facatativá, terminando sus estudios primarios en 1911.

Jorge Eliécer Gaitán

Sólo dos años más tarde pudo reemprender sus estudios ingresando al colegio de Simón Araujo, donde estudiaban los hijos de los liberales acomodados. Se graduó de bachiller del Colegio Martín Restrepo Mejía, al cual ingresó en el último año a finales de 1919. En febrero de 1920 ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional, y cuatro años más tarde obtuvo el título de abogado con su controvertida e importantísima tesis Las ideas socialistas en Colombia.
Aún de estudiante, Gaitán participó activamente en la política: apoyó la candidatura de coalición del poeta Guillermo Valencia en 1918, se manifestó y fue orador en las manifestaciones contra Marco Fidel Suárez, en marzo de 1919; recibió los importantes consejos que Alfonso Villegas Restrepo daba a los jóvenes de entonces en las oficinas de su periódico; y organizó la sociedad literaria Rubén Darío, que se reunía en la calle 8a abajo del Observatorio y constituyó también el Centro Liberal Universitario, que llegó a tener alguna influencia política.
Fue elegido para la Asamblea de Cundinamarca entre 1924 y 1925. Sus primeros años de desempeño profesional fueron de una dificultad extrema, debido a su condición social, pero poco a poco su brillantez le otorgó el reconocimiento que merecía. Formó parte del movimiento estudiantil liberal que socavó las bases de la hegemonía conservadora. Con grandes esfuerzos logró ahorrar dinero y en julio de 1926 viajó a Italia. Ingresó en la Real Universidad de Roma, la escuela más prestigiosa de Derecho en ese país, dirigida por Enrico Ferri, penalista de fama mundial, donde obtuvo el título de doctor en jurisprudencia. Su tesis mereció la calificación Magna cum laude y el premio Enrico Ferri, y llegó a ser texto de estudio; llevaba como título "El criterio positivo de la premeditación".
Gaitán regresó al país en 1928, año intenso tanto para la vida del joven abogado como para la política del país. Fue elegido representante a la Cámara en marzo, en junio encabezó las manifestaciones contra la corrupción administrativa y visitó en diciembre la zona bananera, donde investigó los sucesos de la masacre de trabajadores de la United Fruit; sus denuncias sobre los graves acontecimientos se convirtieron en abiertos debates contra el gobierno de Abadía Méndez, y logró que muchos trabajadores fueran liberados e indemnizaciones para las familias de los caídos.
El debate de las bananeras sirvió a Gaitán de fundamento para su figura de líder popular. En 1931, con los liberales en el poder, fue elegido presidente de la Cámara de Representantes, presidente de la Dirección Nacional Liberal y segundo designado a la Presidencia. Al año siguiente, rector de la Universidad Libre. A finales del mismo viajó por América Latina planteando la posición colombiana en el litigio con el Perú.
Las tímidas reformas y los lentos programas sociales con los que Olaya Herrera pensó acostumbrar al país al cambio partidista en el gobierno parecieron insuficientes a los liberales de izquierda y, a pesar de los esfuerzos aglutinadores del director del partido Alfonso López Pumarejo, un grupo de decepcionados rompió con éste, en octubre de 1933.
Liderada por Jorge Eliécer Gaitán y Carlos Arango Vélez, nació la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria (UNIR). Fuera del tradicional marco bipartidista, esta organización ha sido uno de los más importantes esfuerzos políticos en el país. UNIR tuvo particular influencia entre la clase campesina, en las zonas cafeteras de Cundinamarca, en el norte del Tolima, Caldas y el Valle.
En la primera etapa de agitación, la guardia de Cundinamarca disolvió a bala una manifestación de campesinos uniristas presidida por Gaitán en Fusagasugá el 4 de febrero de 1934, dejando un saldo de varios campesinos asesinados. Otra masacre tuvo lugar el 14 de agosto de 1934 en la hacienda Tolima, en la jurisdicción de Ibagué, en cuyos trabajadores influía la UNIR. El motivo tuvo que ver con la negativa de los colonos a aceptar los avalúos de las mejoras en los términos arbitrarios en que los realizaba la hacienda.
El partido de Gaitán estimulaba el principio de la militancia individual y de carnetización de sus miembros. Al comienzo se insistió en la necesidad de una rígida disciplina, que incluía prácticas gimnásticas como rudimento de preparación militar. Los organismos no eran propiamente deliberantes y las orientaciones políticas generales del partido eran responsabilidad del caudillo.
La plataforma de acción de la UNIR, enunciada a través del semanario informativoUnirismo, consistía en la intervención del Estado, con criterio social, en la economía; la reforma agraria y organización de cooperativas campesinas; un nacionalismo antiimperialista en cuanto a la política exterior; la reforma constitucional que diera menos protagonismo al presidente y reformas legislativas de tipo social, incluyendo la creación de un banco de previsión social constituido con aportes obligatorios de hasta un 50 por ciento por parte del capitalismo.
Aunque el movimiento captó adeptos no sólo en el campo sino también dentro del sector trabajador de la incipiente industria nacional, las tácticas disolutorias de la burguesía obtuvieron frutos: en el campo con la represión, en el liberalismo oficial y la prensa con el silencio y la acusación de pro comunismo. Aprovechando la vanidad e impaciencia del líder, se logró atraer de nuevo a las filas oficialistas al propio Gaitán, quien declaró disuelta la UNIR en mayo de 1935.
En 1936 Gaitán contrajo matrimonio con doña Amparo Jaramillo y el 8 de junio de ese año se posesionó como alcalde de Bogotá. Como tal, realizó una labor progresista, aunque corta; pero ciertas medidas algo extremas y la presión de la derecha lo obligaron a dejar el cargo. En febrero de 1937 falleció doña Manuela Ayala; la pérdida de su madre y maestra fue un duro golpe, sólo mitigado por el nacimiento, siete meses más tarde, de su única hija, Gloria.
Tras algunos viajes internacionales, Gaitán fue elegido magistrado de la Corte Suprema de Justicia en 1939 y, al año siguiente, el presidente Eduardo Santos lo hizo ministro de Educación. Ocupó este cargo nuevamente por corto tiempo, pero entre otros logros desarrolló un ambicioso plan contra el analfabetismo y para la popularización de la educación y la cultura.
Opuesto a la reelección de López Pumarejo, Gaitán iniciaría en 1941 una carrera política que sólo se detuvo con su asesinato: senador por Nariño en 1942, presidente del Senado en septiembre de ese año, ministro de Trabajo entre 1943 y 1944, y candidato presidencial en oposición al liberal oficialista Gabriel Turbay, creando el Movimiento Liberal Gaitanista. Éste, más que un socialismo estructurado, era de corte populista.
Nunca en el país se volvieron a ver manifestaciones tan multitudinarias ni con tanta emoción y fe en su jefe. Sus famosos gritos de "¡A la carga! ¡Contra la oligarquía! ¡Por la restauración moral de la República!" lograron interpretar el sentimiento de las masas de una manera única y original. Sus variaciones de tono, sentido del humor e ironía, el manejo de los silencios, hicieron de Gaitán un orador telúrico que llegaba a transfigurarse por la emoción de lo que decía y la forma de decirlo, y que lograba transmitir su sentimiento al público.
La organización, disciplina y fe de los gaitanistas hicieron que muchos lo tildaran de fascista pero, aunque de Italia trajo ese gusto por los desfiles de antorchas y algo de la teatralidad mussoliniana, Gaitán era un liberal demócrata, reformista, que buscaba una revolución legal dentro de los marcos constitucionales.
En las elecciones del 5 de mayo de 1946, que ganó Mariano Ospina Pérez, Gaitán, para quien esa contienda sólo había sido un paso más hacia el poder, ocupó un tercer lugar, con sorprendente número de votos y con un apoyo mayoritario en los centros urbanos. Sirvieron también estos comicios para que el gaitanismo tomara el poder dentro del liberalismo y fuera elegido jefe único del partido.
Sus planteamientos sociales fueron enunciados en la Convención del teatro Colón del 18 de enero de 1947 y en agosto del mismo año, en el Congreso, con el fallido Plan Gaitán. Legendarias son ya la Marcha de las antorchas, organizada desde el popular barrio La Perseverancia, en la que él quería "un río de candela, que no se vieran filas cada tres metros, sino filas bien juntas para formar un río de fuego sobre Bogotá", y la sobrecogedora Marcha del silencio, en la que multitudes nunca vistas y perfectamente organizadas llenaron de temor, con su mutismo, a los sectores tradicionales de ambos partidos.
En Manizales pronunció la "Oración por los humildes", en febrero de 1948. Al mes siguiente, debido a la incontrolada violencia gobiernista, Gaitán rompió los lazos del liberalismo con Ospina. Fue excluido, por expreso deseo de Laureano Gómez, canciller de Ospina, de la IX Conferencia Panamericana en Bogotá, inaugurada el 30 de marzo.
El 9 de abril logró Gaitán uno de sus mayores triunfos como penalista al obtener la absolución del teniente Jesús Cortés. Hacia la una de la tarde, cuando salía del edificio donde tenía sus oficinas, fue muerto a balazos, en presencia de algunos de sus amigos, por un pálido joven llamado Juan Roa Sierra, iniciándose así la más pavorosa jornada de muerte y destrucción que haya vivido Bogotá y agudizándose la creciente ola de violencia que, con escasos respiros, aún vive el país
TOMADOS DE: http://www.ciudadccs.info y http://www.biografiasyvidas.com/

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