jueves, 20 de abril de 2017
Desde
la llegada de Donald Trump, a la Casa Blanca, la tensión en la Península
Coreana ha llegado a sus niveles máximos.
Con acciones, declaraciones, movimiento de tropas y unidades
navales, instalación de sistemas de misiles, que hacen temer el estallido de un
conflicto en una de las zonas calientes del planeta.
Para Washington, ha llegado la hora de usar la fuerza
contra Corea del Norte, simbolizado en la imagen tan propia del cine
hollywoodense: un escudo en guardia y una espada pronta a hendir el aire con su
poder. En una estampa donde sólo falta Donald Trump vestido de héroe al estilo
de las historietas de Marvel.
Clásica política de acciones unilaterales con que
Washington tiene acostumbrado al mundo, cuando se trata de gobiernos que no
responden a sus mandatos imperiales.
En este caso, se trata de una Corea del Norte decidida a seguir
adelante con su programa nuclear, donde uno de sus componentes es el desarrollo
de armas atómicas.
Tal como Israel, por ejemplo (que posee entre 300 a 400
artefactos nucleares) que no es firmante del Tratado de No Proliferación
Nuclear (TNP), que agrede constantemente a sus vecinos, que ocupa territorio
palestino y sin embargo goza de prebendas, apoyo y complicidad de Washington,
en una hipócrita doble moral que hay que develar constantemente.
El
eje principal del conflicto con Pyongyang es la decisión del Gobierno de Kim
Jong-un de llevar adelante su programa nuclear – con base en su programa de
misiles como sistema vector transportador principal - que involucra
la fabricación de armas nucleares, bajo la divisa que sólo una Norcorea fuerte
y con poder de disuasión puede hacer frente a la decisión de Washington y sus
aliados de desestabilizar a esta nación asiática y derrocar un gobierno basado
en una estructura dinástica, consolidada tras la guerra de Corea entre los años
1950-1953 que dividió la península a partir del paralelo 38 como límite
político, ideológico y económico. Un programa que se sustenta en la disuasión
nuclear y la defensa de su soberanía.
El
Gobierno estadounidense ha decidido aplicar presión económica y diplomática
contra Corea del Norte, junto a sus aliados regionales: Japón y Corea del Sur,
definiendo al Gobierno de Pyongyang “como la amenaza más peligrosa y urgente
para la paz y la seguridad en Asia Pacífico” según palabras del
vicepresidente estadounidense Mike Pence, pronunciadas a bordo del
portaaviones USS Ronald Reagan frente a las costas japonesas. “Quienes
desafíen nuestra determinación o preparación deberían saber que venceremos
cualquier ataque.
Estados Unidos siempre buscará la paz, pero con el presidente
Trump, el escudo está en guardia y la espada está lista” sostuvo Pence.
Difícil
resulta creer que la búsqueda de esa paz, de la que tanto hace gala Estados
Unidos, vaya acompañada de la puesta en marcha de una maquinaria bélica que
incluye portaaviones, cruceros, destructores, submarinos, la alerta de las
fuerzas militares estadounidense estacionadas en Corea del Sur y que al amparo
del acuerdo militar con ese país, toman el mando de las fuerzas militares
surcoreanos en caso de guerra.
Generando así, la lógica y férrea determinación
del gobierno de Pyongyang de amenazar con el uso de todo tipo de armas,
incluyendo su reducido arsenal nuclear, estimado en una decena de bombas
nucleares.
Los
artefactos nucleares norcoreanos son de potencia menor a las lanzadas por
Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki y que según los informes de inteligencia
occidentales, además de China y Rusia “son demasiado grandes para ser
instaladas en misiles balísticos como vector de transporte”, lo que explica las
pruebas con estos artefactos llevadas a cabo en los últimos años bajo las
modalidades de los misiles Nodong – con alcance estimado de 1300 kilómetros –
El BM25 con un rango de 4 mil kilómetros de alcance y los misiles
intercontinentales Taepodong 1 y Taepodong 2 – conocidos como Paektusan en
Corea del norte - con alcances de 2 mil y 8 mil kilómetros respectivamente. Ha
trascendido, igualmente, que Corea del Norte está desarrollando su misil de
mayor alcance, conocido como KN-08 o Hwasong-13 que puede alcanzar las costas
de Australia y Estados Unidos.
Corea del
Norte sostiene que frente a la política de agresión estadounidense está
preparada para una guerra total, que evite ceder a las presiones extranjeras y
sobre todo caer en el error de la Libia de Gadafi, que abandonó su programa
nuclear años antes de caer bajo el poder de los mismos que exigieron el
desmantelamiento de un programa que podría haberle dado la protección que Corea
del Norte exige.
LOS OBJETIVOS VAN MÁS ALLÁ DE NORCOREA
Rusia y
China, por su parte, han llamado a reducir el clima bélico y
encontrar una salida negociada, pero también han puesto en alerta sus fuerzas
armadas.
Si bien la historia del programa nuclear norcoreano, incluye a China y
la ex Unión Soviética en materia de apoyo tecnológico, formación de científicos
y construcción, por ejemplo, del Centro de Investigaciones Científicas
Nucleares de Yongbion, el programa con fines militares recibió un enorme
espaldarazo por parte de uno de los aliados estadounidenses en Asia Central:
Paquistán – que posee armas nucleares – que a cambio de la tecnología del
sistema de misiles norcoreano, suministró a este país en la década de los 90
del siglo XX datos vitales sobre el proceso de enriquecimiento de uranio, que
aceleraron el proceso de construcción de su primera Bomba Nuclear.
Estados
Unidos, usa como excusa a Corea del Norte y su programa Nuclear, a la par
de exigir mayores gastos militares a sus socios regionales, demanda que paguen
parte de la factura al tener protección militar a partir del denominado
sistema antimisiles de la Defensa Terminal de Área a Gran Altitud (THAAD, por
sus siglas en inglés) que ha generado la inquietud de China, cuyo gobierno
ha señalado que el THAAD afecta sus intereses, desequilibrando la balanza de
poder en la región y contribuyendo al aumento de las tensiones. Ello, en
el marco de los propios contenciosos que la nación China tiene respecto a la
soberanía de las aguas del Mar Meridional de la China disputadas por
Filipinas, Brunei, Vietnam, Malasia, Taiwán. Beijing afirma que ese territorio
marítimo, con sus islas y recursos naturales pertenece a su país.
Adicionemos
la disputa territorial por las islas Diaoyu – llamadas así por China – y
Senkaku por Japón, con importantes yacimientos de gas y petróleo en sus
alrededores, además de ser una de las zonas con mayor tránsito naviero del
mundo.
Dicha disputa ha tensionado fuertemente la relación entre ambos países y
ha sido argumento para que Tokio eleve su presupuesto militar a niveles record
llegando el año 2016 a los 41 mil millones de dólares, gastados casi
íntegramente en la compra de armas a la industria militar estadounidense en un
negocio redondo para las arcas del complejo militar industrial de Estados
Unidos.
China ha
declarado que no tiene como influir en las decisiones de su vecino respecto a
su programa nuclear y ha llamado a Estados Unidos que tome el camino del alivio
de las tensiones en lugar de presionar a Pyongyang mediante acciones, que
tienden a encender las pasiones en lugar de buscar alternativas de
diálogo, en el cual China se declara dispuesta a participar.
China, a pesar de esta
postura, no ha escatimado críticas contra el gobierno de Corea del Norte,
a partir de lo que ha denominado la tozudez del gobierno de Pyongyang en las
pruebas de sus misiles balísticos estratégicos y que significó, por ejemplo,
que el mes de febrero del 2017 Beijing suspendiera la importación de carbón
norcoreano.
Decisión que suscitó duras críticas por parte de Pyongyang que en
forma inédita censuró que “su vecino amigo bailara al ritmo de Estados Unidos,
tomando decisiones inhumanas, que afectan a su población bajo el pretexto de
las resoluciones sancionatorias de la ONU”
Sin duda,
ha primado en las declaraciones chinas el balance de poder que está tejiendo,
no sólo en el Asia Oriental, sino también en su visión estratégica
global, que ha significado ampliar su abanico de influencias a Asia Central,
Oriente Medio, África y Latinoamérica.
Para China, el que se coloque en el
centro de la disputa por la primacía global una zona tan cerca de su territorio
lo desenfoca en la necesidad de consolidar posiciones cerca de los grandes
yacimientos de gas y petróleo en Oriente Medio, su decisión de instalarse en el
cuerno africano, sus inversiones en el Magreb y en Sahel africano como también
sus millonarias inversiones en países latinoamericanos.
En ese cuadro, China requiere
que su vecino, no le desordene el “naipe” regional y lo haga gastar esfuerzos y
recursos contra Estados Unidos y sus aliados.
Para
Rusia, quien también tiene sus propios conflictos con Japón por las Islas
Kuriles y un plano estratégico e influencia hacia el Pacífico, la situación en
la Península de Corea es un tema necesario de tratar, solucionar y calmar.
La
cancillería rusa, a través de su Ministro de Relaciones Exteriores, Serguei
Lavrov sostuvo que Estados Unidos debe abstener del camino propio, de las
acciones unilaterales, tal como lo hicieron en Siria al atacar una base aérea
de ese país “sería un camino muy peligroso. No aceptamos las temerarias
acciones nucleares de Pyongyang que violan las resoluciones de la
ONU, pero eso no significa que se puedan romper las leyes internacionales”
En la
escalada de declaraciones y acciones beligerantes por parte de Washington, que
afirma tener la “espada lista para usar” contra Corea del Norte, se ha ampliado
la conducta del gobierno de Trump de seguir aplicando sanciones a diestra y
siniestra.
En esta ocasión se suman a sus determinaciones contra Norcorea, las
medidas económicas, militares, políticas y diplomática contra Siria e Irán e
incluso revisar los Acuerdos Nucleares de Julio del año 2015 con este último
país, al cual se comprometió Washington a respetar y sin embargo lo viola
permanentemente.
El
verdadero peligro para el mundo no es Corea del Norte, como no lo es Siria, ni
lo fue Libia.
Como tampoco lo es Rusia, Venezuela o Irán, por más que Washington
repita este discurso absurdo, irracional y con el claro propósito de generar un
estado favorable a sus intenciones imperiales.
El verdadero peligro para el
mundo es la política exterior estadounidense y sus afanes hegemónicos.
Su
política hostil contra ciertas naciones, su apoyo a regímenes cuyas ideologías
son las que desestabilizan al mundo: el wahabismo y el sionismo principalmente,
sin que ello pueda ser detenido debido a la impotencia y la complicidad
de organismos como la ONU, la OTAN, la Unión Europea, que suelen
efectivamente bailar al compas de las notas musicales emitidas desde
Washington.
TOMADO DE: http://www.hispantv.com
EN: Facebook//Libertad
Bermeja y EN: Twitter@victoriaoysocialista
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