miércoles, 26 de abril de 2017

La Crisis de la Civilización Occidental y la Teoría de la Revolución


Publicado el 01 Marzo 2017 
Escrito por Fernando Duque* -
 EL CLARÌN DE CHILE

La civilización occidental conformada por Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y países de la Europa Occidental, está entrando en un agudo periodo de inestabilidad y turbulencias. 
El Reino Unido, recientemente decidió salirse de la Comunidad Europea a mediados del año pasado. 
Por su parte el magnate inmobiliario Donald Trump, fue electo presidente en los Estados Unidos a fines del año pasado, usando una campaña electoral nacionalista, antiglobalizadora y populista.
Estos extraordinarios eventos, requieren una explicación simple, objetiva y adecuada.
 ¿Cómo se explica que el Reino Unido haya decidido terminar con su participación en la Comunidad Europea? Esta comunidad se ha puesto ante los ojos del mundo, como un exitoso modelo de integración armónica y pacífica entre países civilizados. 
Esta comunidad no solo ha impedido por 70 años, las devastadoras guerras que han asolado a Europa por siglos. 
Esta exitosa comunidad también ha producido un sólido crecimiento económico que ha elevado el estándar de vida de toda la región. 
Por su parte ¿Cómo se explica el triunfo de Donald Trump? Se pensaba que el periodo presidencial del presidente Obama había conseguido, con éxito, sacar al país de una gravísima recesión económica, y que todo parecía asegurar una victoria aplastante para el partido demócrata, en la pasada elección presidencial.
         La ciencia política es de utilidad para poder responder a estas dos preguntas básicas. 
A continuación se presentan las ideas de dos pensadores clásicos y de tres pensadores contemporáneos, sobre el tema de las revoluciones. Alexis de Tocqueville señala en su libro que analiza la revolución francesa, que Francia sufrió una terrible y gran declinación y estancamiento económico en el siglo XVII y que este fenómeno fue reemplazado por un acelerado desarrollo económico en el siglo XVIII. 
Fueron estas décadas de desarrollo acelerado del siglo XVIII y luego una súbita y vital caída en el ingreso en los años 80 de ese siglo; lo que produjo las condiciones objetivas de la revolución. 
De Tocqueville describe textualmente “…de tal modo que parece que los franceses encontraron su terrible condición mucho más insoportable después de haber experimentado un largo y gradual mejoramiento de su nivel de vida (…) Las revoluciones no siempre son producidas por una decadencia gradual desde lo malo a lo peor. 
A veces las naciones que han soportado pacientemente y tal vez casi inconscientemente, la más terrible opresión, a veces explotan en rebelión contra el tiránico yugo, en el momento que este aplastante y pesado yugo, se hace más liviano. 
El régimen que es destruido por una revolución, es casi siempre un régimen que ha producido un mejoramiento en el estándar de vida  con respecto al régimen que lo precedió (…) Opresión y maldad que es pacientemente soportada, cuando ella se percibe como inevitable, de pronto pasa a ser verdaderamente intolerable, cuando la idea de escapar de esta maldad es discutida, analizada y entendida por los oprimidos.” ( [i])
         Por su parte, Carlos Marx, señala que “una precondición para el desorden social masivo, no es la degradación constante y progresiva del proletariado. Las condiciones objetivas y necesarias para una verdadera revolución, se dan cuando el mejoramiento de las condiciones económicas de los trabajadores, es aberrantemente inferior al vergonzoso mejoramiento de las condiciones de vida de los capitalistas. 
Esta gigantesca desigualdad entre ambos tipos de mejoramiento es lo que produce la tensión social, la privación relativa y la revolución. 
Un notable y significativo aumento en los salarios de los obreros, presupone un aún mucho más rápido aumento del capital productivo. 
El rápido crecimiento en el capital productivo trae un igualmente, espectacular crecimiento en la riqueza, la opulencia, los lujos, la satisfacción de las necesidades sociales de ostentación y prestigio radicado en los placeres sociales. 
De esta forma, aún cuando la satisfacción de los trabajadores ha aumentado, la satisfacción social que este mayor ingreso otorga, ha caído en comparación con la gigantesca riqueza del capitalista. 
Este fabuloso tipo de opulencia es inaccesible para el trabajador. 
Nuestros deseos y placeres vienen de la sociedad; por lo tanto los medimos por los estándares de la sociedad y no por la satisfacción real que estos nuevos objetos que compramos nos pueden dar. 
Los objetos así son de naturaleza social y por lo tanto son de naturaleza relativa”  ([ii])
         En el siglo XX las ideas de de Tocqueville y de Marx fueron adoptadas por el profesor estadounidense James C. Davies. 
Con ellas construyó su moderna teoría de la revolución. Davies señala que las revoluciones exitosas son sumamente raras, y que ellas sólo ocurren cuando en un periodo prolongado de desarrollo socioeconómico, de repente se da un corto periodo de declinación económica violenta y aguda. 
Revolución es definida por Davies   como Grandes disturbios civiles violentos  que provocan el desplazamiento  de un grupo gobernante por otro que tiene un mayor apoyo popular”. 
El efecto más importante en la mente de la gente, es que en el largo periodo de desarrollo se produce la expectativa que el sistema político tiene la habilidad continua para satisfacer las necesidades que siempre siguen creciendo. 
En el corto pero drástico  periodo de colapso económico, se produce un estado mental de extrema ansiedad, angustia y frustración. 
Todo esto ocurre cuando la realidad, verdadera y manifiesta, rompe brutalmente con las expectativas previamente anticipadas. 
El estado real y actual de desarrollo socioeconómico es mucho menos significativo e importante que las expectativas de progreso pasado y que ahora están brutalmente bloqueadas. 
Se teme con terror y angustia que este bloqueo continúe en el futuro. (Estas son las condiciones objetivas de la revolución)

         La estabilidad y la inestabilidad política son últimamente dependientes de un “estado mental” o conciencia de la sociedad.   
Gente satisfecha o apática y que son evidentemente pobres, en términos de bienes, estatus social y poder económico, pueden permanecer políticamente quietas si ellas tienen una “falsa conciencia”.*  
En cambio los pobres insatisfechos, pueden iniciar una revolución y los ricos oponerse a la misma.  
Es el estado de las mentes insatisfechas en extremo lo que crea la conciencia revolucionaria, y esta produce revoluciones. 
La entrega a las masas empobrecidas de “adecuada” o “inadecuada” cantidad de comida, igualdad o libertad, es un tema secundario. 
En realidad, y esto es lo importante, debe crearse una inteligente agregación de fuerzas entre gente intensamente insatisfecha y frustrada. 
Estos individuos insatisfechos, puede que difieran en su grado de frustración, en sus objetivos, en su bienestar y su estatus. 
Sólo están de acuerdo en que la situación no da para más. 
Individuos bien alimentados, bien educados, y de alto estatus social, y que se rebelan,  aún cuando los verdaderamente explotados permanecen pasivos y apáticos, lo más que podrían alcanzar, con éxito, es sólo un golpe de Estado.
 Por su parte, los pobres de verdad, cuando se enfrentan con la sólida oposición de gente rica, con alto estatus y poder; por lo general son derrotados en sus esfuerzos revolucionarios. 
Esto les pasó a los campesinos anabaptistas cuando ellos fueron derrotados por los nobles alemanes en 1525 y esto le pasó también a los rebeldes de Alemania Oriental, cuando ellos fueron derrotados por la poderosa elite comunista en 1953. **
 En conclusión, para Davies, las revoluciones no ocurren en sociedades sumidas en la extrema pobreza. 
Los males que parecen ser inevitables, sólo pueden ser resignada y pacientemente soportados. 
Esto es así pues las energías físicas y mentales de los pobres super explotados son totalmente utilizadas en el crucial proceso de mantenerse con vida. 
 Ellos pasan su vida pensando en alimentarse. El alimentarse es lo único que importa.
 En casos extremos, los pobres con hambre permanente, se retiran de la vida colectiva y sólo se dedican a tratar de conseguir su alimento.
 Cuando la situación se hace menos crítica, los individuos pobres se vuelven hacia sus familias y las transforman en una unidad de solidaridad mínima.
 Para estos individuos, lo único que importa es la familia. 
Este es el famoso síndrome de familismo amoral estudiado por Banfield.* Las comunidades locales pobres, sobreviven gracias a la unión de varias familias. Las familias actúan juntas para tratar de asegurar su supervivencia. 
Esta fue la triste vida  que se experimentó en la frontera (entre zonas pobladas y zonas salvajes) estadounidense entre los siglos XVI y XIX. 
Esta miserable vida en forma más atenuada, sigue aún en las comunidades apartadas y rurales del país. 
Esta dura vida explica el bajo nivel de participación política que este sector demuestra en la sociedad. 
La preocupación  con la sobrevivencia física es una fuerza que milita poderosamente contra la creación de una comunidad políticamente activa y participativa.
 Aún en zonas industriales, este familismo amoral, es un tremendo obstáculo para sustituir la falsa conciencia por una conciencia verdaderamente revolucionaria. 
Así esta pobreza extrema, lejos de crear individuos revolucionarios, crea generalizado aislamiento, individualismo, soledad, desconfianza, resignación y exagerada apatía política.

         Cuando existe la opción de perder las cadenas o perder la vida, la gente pobre y marginada, siempre elige mantener las cadenas. 
Sólo cuando las cadenas se han aflojado un poco, y se da la oportunidad de desatarlas sin perder la vida; entonces puede crearse una etapa proto-revolucionaria.
 Se usa el término proto-revolucionario, pues el ambiente de descontento se puede disipar antes que estalle la violencia. 
Una rápida recuperación de una profunda crisis económica, con frecuencia puede sacar todo el vapor de la caldera revolucionaria. 
Es necesario destacar que la lenta concesión de una larga cadena de pequeñas reformas favorables a los pobres, ha sido la historia política de Inglaterra, desde el inicio de la revolución industrial. 
Esta astuta y hábil política por parte de los ricos, ha sido capaz de disminuir, la frustración masiva y extrema que invariablemente se necesita para producir una revolución verdadera.

         Una conciencia revolucionaria o estado de mente revolucionario, requiere la real esperanza de mayores oportunidades futuras para satisfacer las necesidades no satisfechas tanto físicas como culturales y sociales. 
Así como también la esperanza de igual dignidad y justicia para todos. 
Aquí el ingrediente básico para formar la conciencia revolucionaria es el vago o específico miedo que los avances efectivamente ganados después de un largo periodo de tiempo, ahora serán rápidamente perdidos. 
Este miedo básico no se produce si se da la oportunidad de seguir satisfaciendo necesidades emergentes. 
El terrible miedo se hace patéticamente presente cuando el gobierno de turno suprime, o es acusado de suprimir la oportunidad de satisfacer estas necesidades vitales.

         Davies presenta un modelo que gráficamente describe su teoría de la revolución.  
En la columna vertical de este gráfico se ubica el grado de satisfacción de necesidades vitales. 
En el eje horizontal se ubica el factor tiempo. 
Se forma así un gráfico, donde del punto cero  nacen dos líneas que paralelamente suben hacia la parte superior del gráfico.
 Una primera línea señala la esperanza de satisfacción de las necesidades en referencia.
 La segunda línea paralela indica el nivel real de satisfacción alcanzado.  
Las dos líneas paralelas (la esperada y la real) crecen y se mueven a una velocidad similar en el tiempo. 
No obstante, la línea de las expectativas y esperanzas, es siempre mayor que la línea que señala el verdadero y real grado de satisfacción obtenido con respecto a estas necesidades.  
En otras palabras, se da siempre un espacio (o gap) entre estas dos líneas. 
Es así como la líneas de expectativas o esperanzas es siempre superior a la línea de la realidad. 
Pero esta brecha es tolerable, ya que ambas suben en forma paralela. 
No obstante, si se produce una inesperada y grave crisis económica, la línea de satisfacción real de necesidades, llega a un punto donde drásticamente paraliza su crecimiento y se desploma. Como la línea de las expectativas sigue subiendo, la brecha entre lo deseado o esperado y la triste realidad son ahora, penosamente enormes. La línea de satisfacción real de necesidades se desploma y así poco tiempo después, surge una situación realmente revolucionaria o lo que en términos técnicos se llama “condiciones objetivas de la revolución”
Satisfacción de Necesidades



El profesor Davies usa su teoría para discutir con profundidad la revolución rusa de 1917, y la revolución egipcia de 1952. 
En el caso de Rusia señala, que se da un largo periodo de crecimiento económico que va de 1860 a 1904.
 O sea un periodo de 45 años de crecimiento. 
No obstante, la guerra con Japón de 1904, produjo una gran crisis económica y el ingreso real empezó a bajar y esta declinación se extendió por 12 años. 
Los años de 1915 y 1916, fueron particularmente desastrosos, ya que millones de vidas humanas se perdieron con la lucha contra el ejército alemán en la primera guerra mundial. 
El año de 1917 fue un punto crucial en esta catastrófica caída del ingreso, y ella creó las condiciones objetivas para la exitosa revolución bolchevique iniciada en octubre de ese mismo año.
         En el caso de la revolución egipcia, un largo proceso de desarrollo económico se inició en 1920, y este crecimiento duró hasta 1945. 
No obstante, una severa crisis económica se inició en 1946, luego vino la desastrosa guerra con Israel y que terminó por perderse en 1948; todo esto creó las condiciones objetivas para la revolución que se produjo en 1952 y que puso punto final a la monarquía.

         Davies también discute la revolución estadounidense de 1776 y la revolución francesa de 1789. 
En ambas revoluciones se produce un largo periodo de crecimiento económico sostenido, seguido por un corto y catastrófico periodo de crisis económica, que creó las condiciones objetivas necesarias para la revolución. 
También discute la gran crisis de 1929 en los Estados Unidos.  
Aquí se da el mismo fenómeno de un largo periodo de rápido crecimiento económico, seguido por un corto periodo de gravísima crisis económica. 
El producto bruto nacional para 1932, cayó a los niveles que este producto tuvo en 1916. 
El ingreso del sector agrario, cayó a los niveles de fines del siglo XIX. 
La producción manufacturera, cayó al nivel de 1913.
 La construcción y las actividades mineras cayeron al nivel de 1908. 
Para la inmensa mayoría de la población, décadas de rápido crecimiento económico fueron totalmente borradas. 
No obstante, la crisis deflacionaria, no terminó en una violenta revolución, y esto en parte, porque  la clase alta, los grandes empresarios, los clérigos y la intelectualidad; se mantuvieron sólidamente detrás del sistema económico liberal y el proceso constitucional. 
Pero lo más importante de todo, fue que el gobierno nacional del presidente Roosevelt, atacó la depresión en forma masiva, sólida y sostenida a comienzos de 1933. 
El gigantesco progreso económico, producido por el “nuevo trato” y las inmensas inversiones en infraestructura que crearon millones de empleos bien pagados, fueron los verdaderos salvadores del país
Ya no fue posible culpar al gobierno por la horrible crisis. 
Así los pobres, la inmensa mayoría, ya no pudieron achacar la crisis a la clase política. 
También a los sectores empresariales ya no se les pudo acusar de indiferencia y falta de solidaridad y patriotismo, y particularmente de hostilidad hacia los pobres. 
En conclusión, es debido a la rápida y eficiente acción del presidente Roosevelt, que se pudo evitar una desastrosa revolución.([iii])

         Otro autor fundamental en el tema de la teoría de la revolución es el profesor Crane Brinton. 
Este autor escribió el famoso libro titulado: Anatomía de la Revolución. 
Aquí Brinton describe algunas uniformidades y regularidades que se dan en todas las revoluciones exitosas. 
Entre ellas está la revolución inglesa del siglo XVII, la revolución estadounidense del siglo XVIII, la revolución francesa también del siglo XVIII y la revolución rusa de principios del siglo XX. 
Brinton señala que en todas estas revoluciones, se dan aspectos y características comunes.
         De acuerdo a este autor, las siete características comunes son las siguientes; 
primero, la revolución exitosa se produce en países que están en un acelerado proceso de modernización socioeconómica. La revolución nace de una sólida esperanza en un mundo mejor y su filosofía es esencialmente optimista. 

Segundo, hay un severo antagonismo de clases. Este odio sale de individuos que tienen un ingreso básico que sólo le permite satisfacer sus necesidades esenciales, y con odio observa la corrupción e imperfecciones éticas de una elite privilegiada que goza de las riquezas del país. Hay una profunda envidia de la inmensa masa pobre hacia la pequeña minoría rica. Por su parte, hay un profundo desprecio y discriminación de los ricos hacia los pobres.
 
Tercero, se produce la disensión de los intelectuales. Los profesores, los periodistas, los artistas, los profesionales, los clérigos y los estudiantes; se dan cuenta que la corrupción de la elite no tiene remedio, y con rabia se vuelven contra ella. Algunos de los intelectuales, pasan a ser los líderes de la revolución.

Cuarto, la maquinaria del gobierno y su administración pública, es desastrosamente ineficiente. 
Se ha fallado en la modernización de las instituciones estatales y ellas no funcionan para la mayoría y solo sirven para entregar bienes y servicios a la elite gobernante. 
El Estado ha caído a nivel de “Estado fallido”.
 Las nuevas condiciones económicas adversas, crean una tensión intolerable en la maquinaria gubernamental y ella colapsa y se paraliza. 
 
Quinto, la vieja y corrupta clase dirigente, empieza a dudar de si misma y pierde fe en las tradiciones y hábitos de su clase. 
Una gran cantidad de individuos de la elite, tienen vidas inmorales y corruptas y no se molestan en ocultarlas. 
Y aún peor, muchos de ellos tienen conductas criminales que el Estado no sanciona. 
Todo esto hace que la clase dominante, pierda sus habilidades políticas y se transforme en una clase de ineptos, que cometen error tras error. 

Sexto, la “fiebre” de la revolución o periodo crítico, comienza cuando en desesperación, se cometen graves errores financieros.* 
El peso de la deuda financiera es demasiado grande y la elite comete garrafales torpezas, debido a la falta de recursos económicos. 
Los intentos que el gobierno hace por destruir a los revolucionarios, no funcionan y la represión fracasa estrepitosamente.
*El caso clásico de error financiero garrafal, fue el famoso “corralito” bancario en Argentina, que eventualmente permitió la llegada del populismo a ese país. 
               
Séptimo, la falta de inteligencia política en el mal uso de la fuerza militar, sella el destino de la corrupta elite. 
El control del gobierno sobre sus tropas es deplorable. Las tropas luchan sin entusiasmo y muchos soldados se rinden o desertan, otros se acobardan y cometen estupideces. 
Así el gobierno es derrocado, ya que pierde su habilidad para hacer uso adecuado de su poder militar y también de su poder represivo policial. 
Muchos soldados desertan y se pasan al bando revolucionario.

         Para Brinton, la primera condición, o sea el largo proceso de modernización económica y que de repente se interrumpe, constituye lo que se llama, condiciones objetivas de la revolución, No obstante, las otras seis condiciones previamente descritas, se han denominado, las condiciones subjetivas de la revolución.([iv])

         Finalmente, el profesor Samuel P. Huntington, desarrolló con claridad, la crucial importancia que tiene el tema relacionado, con la buena o mala organización que demuestra tener la elite revolucionaria. 
Este tema es discutido en el ensayo titulado “Desarrollo Político y Decadencia Política”
Huntington señala que  la eficiente organización política del movimiento revolucionario, es vital para obtener el éxito. 
Huntington inicia su trabajo citando a De Tocqueville ‘entre las leyes que rigen a las sociedades humanas, hay una que es la más precisa y clara que todas las otras. 
Si los hombres esperan permanecer civilizados o llegar a ser civilizados, el arte de asociarse y coordinarse juntos, debe crecer y mejorar en la misma medida en que crece la igualdad’. 
En otras palabras se señala, que la capacidad de administración, organización y gestión, es aquí vital.
  Esta fundamental idea de la excelente organización revolucionaria, como pre requisito para la rebelión, se vuelve a destacar, cuando Huntington señala textualmente: 

En algunos pocos países africanos, el partido nacionalista revolucionario, fue la única organización moderna, que existía antes de la lucha por la independencia. 
El partido era bien organizado. Las condiciones de lucha política y la extrema dedicación de la elite superior del partido, como instrumento principal del cambio político, hizo que la elite revolucionaria diera sus mejores energías y recursos a la inmensa tarea de construir una organización revolucionaria sólida, responsable y eficaz. Ella fue así capaz de realizar una excelente actividad revolucionaria, disciplinada y capaz de responder con rapidez y eficacia a las directrices que venían desde arriba. De esta forma el partido revolucionario, pudo guiar con éxito y explotar efectivamente los profundos sentimientos de insatisfacción y odio que venían de las masas. Toda esta buena organización, permitió eventualmente el éxito de la revolución.”[v])

         Esta capacidad de los líderes revolucionarios de excepción, de transformar un masivo, heterogéneo y desordenado movimiento revolucionario, en una bien aceitada máquina revolucionaria, en otras palabras en una verdadera institución; es una condición sine qua non, para el triunfo de toda actividad revolucionaria.  
La necesidad imperiosa de institucionalizar el movimiento revolucionario, ha sido ignorada por una gran cantidad de líderes revolucionarios. 
Este fatal fenómeno, en parte explica, el generalizado fracaso de muchos movimientos revolucionarios a través del planeta. 
Revoluciones que tienen las condiciones objetivas suficientes para ganar, siempre se han perdido debido a la ausencia de esta fundamental causa subjetiva.

         En este sentido es necesario e importante, enfatizar las enormes capacidades administrativas y de liderazgo que tuvieron Lenin, Mao Tse-tung, HồChí Minh y Fidel Castro.  
La capacidad administrativa, incluyendo la planificación, presupuestación, organización, dirección, coordinación, evaluación y control, que estos cuatro líderes tuvieron y pudieron imprimir en sus respectivos movimientos revolucionarios; son fundamentales para entender el éxito de la revolución rusa, china, vietnamita y cubana. 

No cabe duda que estos líderes fueron capaces de transformar desordenados movimientos revolucionarios en sofisticadas y poderosas instituciones revolucionarias que en pocos años de lucha armada lograron destrozar los ejércitos regulares de sus enemigos reaccionarios.

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